Llevaba el número diez a la espalda, pero era el número uno. Lo adoraron en Nápoles como sólo se quiere a un santo. Estuvo dos años en el Barcelona y jugó como un extraterrestre. No era de este mundo. Humilló al Real Madrid en el Bernabéu con un gol antológico en el que un defensa, Juan José, se comió el poste. Iban a cazarlo, pero regateó a toda la defensa blanca dejándola tirada en el suelo. No parecía un jugador, sino un platillo volante. Junto con Johan Cruyff está en el podio de los mejores jugadores de la historia. Y por su gol del mundial de México en 1986 merece ser el nº 1 de todos los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario