
En este libro Pamuk hace un repaso de su infancia en la ciudad donde nació. De este modo rinde homenaje a la antigua Bizancio, una ciudad puente entre Asia y Europa, una urbe abarrotada de embarcaciones, mercancías y transeúntes que ha sufrido incendios y terremotos devastadores. "A veces me siento desdichado por haber nacido en Estambul, bajo el peso de las cenizas y las ruinas decrépitas de un imperio hundido, en una ciudad que envejece respirando opresión, pobreza y amargura".

Las costumbres familiares quedan expuestas, con lo que tenemos un documento sociológico de primera mano para saber cómo vivía una familia de clase media en la vieja Constantinopla. Nos enteramos de que el apellido "Pamuk" significa "algodón" y sus antepasados obtuvieron ese apelativo por tener la piel más blanca de lo común. "Cuando salía por ahí y jugaba (...) sentía que el mundo era un lugar divertido al que el hombre venía para ser feliz".

Nos habla de los adoquines que destrozaban la amortiguación de los automóviles, los sempiternos socavones de las obras para enterrar tuberías o cables, las casas de madera altamente inflamables, la niebla de los fríos inviernos, la humedad, la nieve, el mal olor y la suciedad de las arcaicas mansiones. La "intensa sensación de amargura que sugiere una moral de humildad" en los estambulíes. El sentimiento de futilidad, dejadez y compasión" que impera en Estambul. La noche que "facilita con su oscuridad que se cometan nuevos crímenes". El episodio macabro del "monstruo de Salacak" quien, con el fin de violar a una mujer, primero arrojó a sus dos hijos al agua para que no le estorbaran. Los pobres morirían ahogados.

Aprendemos que el Bósforo significa "garganta" y cuando en el siglo XVIII los otomanos comenzaron a instalarse en sus orillas no había más que hileras de casas de pescadores. A mediados del siglo XX los niños se bañaban en este estrecho justo donde desaguaban las alcantarillas.
Estambul (del griego "eis tan pólei"="ir a la ciudad")

Hay poesía triste cuando Pamuk dibuja con sus palabras "los oscuros bosques de las quebradas, (...) los abandonados palacetes vacíos y descuidados, (...) los barcos despintados y oxidados que transportan quién sabe qué". Y filosofía, cuando al recordar las comidas y conversaciones en el hogar, creía que se repetían en todos los hogares de los demás, para deducir sabiamente: "las repeticiones son el origen, la garantía y la muerte de la felicidad". Éste es un libro para conocer una Estambul que no es sólo la superflua, espléndida o licenciosa mostrada a los turistas y marineros. Aquí se expone una megalópolis a la que "la amargura paraliza (...) pero también es una excusa para la parálisis".

Es claro que Pamuk muestra un Estambul desde una sensibilidad romántica para rescatar la ciudad en blanco y negro, que el turista no ve, pues se queda con el azul de la mezquita,el celeste del hermoso tranvía el portentoso puente, el Bosforo, cuyas orillas evocan Venecia; sin ver el gris de la pobreza, como siempre ocurre por lo demás. Es una visión desde el Estambul íntimo o secreto.
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