
(Londres, 1929 - Santa Mónica, 2010)

UNA MUJER QUE ERA TODA DELICADEZA
Encarnó la mujer justa, sutil y equilibrada,
aquella Varinia de la que se enamoró
Espartaco cuando luchaba como gladiador
y con él compartía la condición de esclava.

Vestía la estola talar como si la llevara
adherida al cuerpo. Supe en cuanto murió
que ya no volvería a lucir igual el sol
e interpreté los presagios que se anunciaban:

los bloques de hielo que navegan a la deriva
en la Antártida, los seísmos inesperados
que destruyen la vida dejando miles de muertos,

los cíclicos vientos huracanados de un clima
que parece haberse vuelto loco y desalmado.
En lugar de acabarse lo vil, se va lo bueno.

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