de dólares durante el primer fin de semana
GLADIATOR II
(2024)
300 millones de dólares de presupuesto hubieran servido para algo más que un inicio glorioso con el asalto naval a una ciudad fortificada que defendían los númidas contra un general romano, Acacio, (cuyo nombre en griego, Ακάκιος , significa "puro, sin maldad", y cuyo personaje honra el apelativo). Con ese dinero se podía haber hecho una película sobre el inmortal Julio César, pero de momento no parece haber agallas en la Paramount ni en todo Hollywood para intentarlo siquiera.
Aquí tenemos un brillante ejemplo de lo que sería el cine "peplum" del siglo XXI, con tiburones en la naumaquia celebrada en el Coliseo y con un luchador tracio cabalgando sobre un rinoceronte: todo muy espectacular, pero falso, estrepitoso y exagerado. La Inteligencia Artificial parece que ha hecho de las suyas por acortar el tiempo de rodaje, y los efectos especiales de carácter digital se notan restándole verismo a las sangrientas luchas que Ridley Scott nos ofrece como si le importaran más las escenas de mamporros que el rigor histórico. ("Se trata de la taquilla, estúpidos", parece estar diciéndonos a cada mandoble).
La interpretación de Denzel Washington es como siempre resulta habitual en él, magistral, especialmente en la escena donde se halla quieto, sentado en el Coliseo, con la cámara grabando directamente el movimiento de sus pupilas. Paul Mescal, el protagonista, se muestra creíble, aunque carezca del magnetismo trágico de Russel Crowe. Tal vez en ocasiones peque de insípido, algo raro en un actor irlandés.
Los diálogos a veces aciertan al ser lapidarios, y se dicen frases memorables como los versos de Publio Virgilio que se citan como si fueran un oráculo que permite descubrir la filiación del gladiador principal. Derek Jacobi, el añorado Claudio de la serie escrita por Robert Graves, hace breves apariciones como un viejo senador que termina siendo degollado, pero no le permiten tener lucimiento alguno. Los dos emperadores hermanos, Geta y Caracalla, encuentran a dos actores sublimes que los representan con depravación. Tanto Joseph Quinn (Geta) como Fred Hechinger (Caracalla) están a la altura de Malcolm McDowell y John Hurt cuando encarnaron a Calígula.
Mención especial merece Tim McInnerny, quien se mete en la piel de un senador con trazas de hombre corrupto y malvado, como lo fueron en su inmensa mayoría los senadores en la antigua Roma. Connie Nielsen se esfuerza mucho, pero no consigue hacer creíble del todo su rol como Lucila, madre de Lucio Vero, el nombre que le eligieron a Paul Mescal en esta ficción y que tampoco respeta la historia, pues en realidad fue un co-gobernante junto con Marco Aurelio, el emperador filósofo, autor de las "Meditaciones".
En resumen, un guion indolente y por momentos deslavazado, con obsesivas alusiones a la primera entrega y una sentencia de Máximo Décimo Meridio (el anterior "Gladiator" que se nos trae a colación como padre del actual), resonando clásica y rotunda: "Lo que hacemos en la vida tiene eco en la eternidad".
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
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