sábado, 31 de enero de 2009

C. F. SARDINA 0 - U. D. TEROR 4



U. D. Teror


Titulares del periódico "Canarias 7"


Orlando, Darío, Marco Antonio y Alberto luchando



El equipo del Teror en la categoría cadete ha escrito hoy una de las páginas más brillantes en la historia deportiva de la Villa Mariana. Ha hecho explotar el júbilo de la celebración de los goles en campo contrario. Se ha tomado la revancha de la derrota sufrida ante el CF Sardina en la primera vuelta por 0 a 1. Ha controlado los tiempos del partido y dominado la posesión del balón como si fuera el FC Barcelona. El día se presentaba soleado y cálido, pero nada hacía presagiar que fuéramos a darle un baño de agua fría al equipo que históricamente ha sido cuna de jugadores estupendos. Simplemente convertimos el estadio en un incendio de buenos pases, conducción de balón, recuperaciones y remates a puerta. La temperatura futbolística subió a los 100 grados en la escala Celsius.


Bandera de Teror

Alberto vigilante y Marco Antonio disputando un balón


Estadio "El Pino"

Cuando me dirigía en coche hacia el faro de Sardina del Norte esperaba una derrota. Pensaba que, de todas formas, había que encarar el fracaso dándole la cara, porque se aprende más de los errores que de los aciertos. No me imaginaba lo que iba a ocurrir. La vida suele sorprenderte cuando menos te lo esperas. Es uno de los motivos que me impulsan a creer en dioses protectores como los que cuidaban de los hogares romanos. Incluso en la Virgen del Pino, patrona y consuelo de todos los grancanarios. El día de hoy me deparaba un regalo del cielo: la UD Teror iba a jugar como nunca lo había hecho, sin ni siquiera descomponerse cuando se realizaron los cambios.


Virgen del Pino


Cuando comenzó el encuentro ya me sentía extrañado. Qué raro. Dominábamos, creábamos ocasiones, hasta el portero Marcos salía con seguridad y atrapaba los balones. Sólo padecimos una ocasión clara de gol que se fue rozando el larguero, pero cuando eso ocurrió ya íbamos delante en el marcador ganando por 0 a 1. Durante el toma y daca inicial parecía que iba a llevarse el gato al agua quien fuera capaz de marcar primero. Y entonces volvió a ocurrir el milagro por parte de quien ya nos tiene acostumbrados a separar las aguas del mar Rojo cuando el caudal de fútbol se pone espeso y turbulento. Apareció Darío El Grande, Darío El Conquistador, Darío El Crack del Futuro, Darío El Fenómeno, Darío El Mesías de Teror, Darío El Imparable. Se llevó a uno, dos, tres, cuatro, cinco jugadores, y al portero alto que tenía enfrente le coló con un tiro a media distancia un balón cuyo efecto de fuera hacia dentro, disparando hacia la derecha, entró trazando una perfecta elipse por toda la escuadra. Un gol maravilloso. Una lección de pundonor, capacidad técnica, preparación física, fuerza, velocidad y clase. Este muchacho luego marcaría otros dos goles más al estilo de Bojan Kiric, yéndose de sus marcadores y picando la pelota a la salida del guardameta para burlarlo por arriba. Creo que es el tercer "hat trick" que logra durante esta temporada y puede que me quede corto, porque raro es el partido en que no marca uno o dos goles, así que tanta capacidad goleadora me satura. Es impresionante que sobre un interior ofensivo como él recaiga casi todo el peso de perforar las mallas. Es asombroso cómo resurge, se abre paso donde parece que no hay nada, se va de los defensores curtidos que van a cazarle, enfila la portería y marca. En todos los campos que pisa le hacen entradas asesinas. Lo que fue Mike Tyson al boxeo es Darío para el fútbol. Va a noquear, se dirige derecho a la portería. Ya no pienso que su sitio esté en el filial de la Unión Deportiva Las Palmas. Esta joven promesa debería estar en La Masía del Fútbol Club Barcelona. Fue otra vez la gran figura del encuentro. El hombre desequilibrante. De ahí que sea justo calificarlo como un crack, porque eso es lo que distingue a los que de verdad son gigantes en el fútbol.


Escudo de Teror



Cristian, el pulmón del equipo


Ayuntamiento de Teror


Mención aparte merece otro deportista que ha renacido de sus cenizas. Se llama Claudio. Empezó la liga desasistido como delantero centro clásico. Solitario arriba, sin apoyos, sólo balones largos con toda la ventaja para que despejaran los defensores. Pero héte aquí que de pronto Claudio retrasa su posición al centro del campo. Qué cambio. Desde entonces el Teror parece que tuviera una máquina de hacer fútbol. Hace dos jornadas se erigió en la figura absoluta del equipo, en otros compromisos estuvo notable, pero lo de esta mañana ya fue el colmo: hubo momentos en que creí estar viendo al Zinedine Zidane de la Juve. Este jugador a partir de ahora habrá que considerarlo como tres en uno porque controla, reparte juego y encima recupera balones. Tiene la gran ventaja de haber sido un ariete goleador cuando niño, por lo que cuando sube arriba sabe marcar goles. Es lo que le pasó a José Mari Bakero en su carrera futbolística, comenzó de "9" en la Real Sociedad y en el Barça se adaptó a la línea media, teniendo además un remate mortífero. Claudio es un jugador con destellos de futbolista de primera línea, un joven con una gran pasión por el fútbol. Se está convirtiendo en un comodín polivalente y adaptable a cualquier puesto, porque este muchacho bebe y vive el fútbol todos los días. Yo diría que incluso sueña por las noches con que es una estrella y merece conseguirlo. Sé que el camino es arduo y está lleno de lesiones y rivales que aspiran a lo mismo. A mí no me importa que Claudio no llegue a lo más alto porque para mí ya está arriba. Fue el mejor jugador de su generación en la categoría de los "pre-benjamines" y hoy es un futbolista sobresaliente en todos los aspectos. Si no alcanza a brillar como un fuera de serie es porque los rivales también juegan y son duros. Lo increíble es que no le veo ningún defecto, porque hasta en la condición física está mejorando, y ése era el único punto donde creía que podía superarse a sí mismo. Sus movimientos ahora son más rápidos si cabe que al principio de la temporada, es más veloz en las decisiones que toma y su resistencia aeróbica es tan óptima que rinde lo mismo en el primer minuto que en el último. Por raro que parezca, hasta parece crecerse según el cronómetro avanza y se calienta el partido. Yo estuve enamorado de él cuando lo veía jugar de pequeño y me asombraba cómo con sus regates sobrepasaba a todos los rivales que se le ponían por delante. Se echaba el equipo a la espalda él solo y marcaba los goles. Creía entonces que estaba en presencia de un nuevo Johan Neeskens o un Luis Enrique. Hoy juega como si fuera una mezcla del rubio Gudjonsen y el moreno Yayá Touré. Tiene la voluntad del primero y la calidad del segundo, pero es más rápido que los dos juntos.

Basílica de Teror

Como guinda final del partido vi con incredulidad, temblor y emoción cómo mi hijo Rubén sentenciaba el encuentro marcando el primer gol de su vida en partido oficial y el que venía a suponer a la postre el cuarto del equipo. No puedo decir más que si lloré de alegría cuando Darío anotó el tercero, volví a llorar como un niño al ver hacer a mi hijo lo que yo no conseguí nunca porque jamás tuve equipo. Todavía me pregunto cómo pudo tener la fe de que iba a llegar al balón que rechazó en corto el portero. Todavía no me creo que no disparara al bulto. Todavía estoy viendo entrar la pelota y cómo sacude el polvo a la red de la portería. Todavía no me lo puedo creer. Pero que nadie me despierte. Es un sueño que quiero seguir disfrutando y recordar siempre mientras siga vivo.


Calle Real de la Plaza

viernes, 30 de enero de 2009

Poesía en una canción



CELTAS CORTOS: "RETALES DE UNA VIDA"


"De los retales de una vida sale una canción

y de los sueños rotos en el corazón

sale ese amor perdido del que no queda ya nada.



De las batallas perdidas, sale un ganador,

de las batallas ganadas, sale un perdedor.

De las sonrisas al viento, hay lágrimas derramadas.



Y los recuerdos al aire me besan la cara.

Sólo recuerdo lo bueno, de lo malo nada.





Aún queda tiempo para el viento, vaya donde vaya,

y que me lleve volando a tocar a otra guitarra.


De los grandes subidones, siempre hay un bajón.

De las grandes amistades, siempre hay un traidor.

De los acordes mayores es el más grande el menor.



De las grandes ocasiones, alguna hay mejor,

de los grandes perdedores, hay un ganador,

es el mejor del equipo el latido del corazón.



De pie: Urruticoechea, Moratalla, Manolo, Alexanco, Gerardo y Migueli.

Agachados: Sánchez, Quini, Simonsen, Esteban y "Lobo" Carrasco.




Y los recuerdos al aire me besan la cara.

Sólo recuerdo lo bueno, de lo malo nada.


Aún queda tiempo para el viento, vaya donde vaya

y que me lleve volando a tocar a otra guitarra."


(Letra y música de Jesús H. Cifuentes y Alberto García)


Universidad de La Laguna (1982)

jueves, 29 de enero de 2009

Un jugador que no volverá a repetirse



Era extremadamente delgado. Parecía salido de un campo de concentración nazi o de un gulag soviético. Esto, que podía ser un hándicap, él lo supo convertir en ventaja, como hacen todos los genios. Corporalmente era muy parecido a Cruyff y en cuanto a técnica demostró de inmediato que no tendríamos por qué añorarlo tanto. Atravesó una racha en el F.C. Barcelona (haciendo tándem con Bernd Schuster y con Enrique Castro Quini) en la que cada fin de semana goleábamos. Daba igual el equipo que se pudiera por delante. Los resultados habituales eran 5-1, 4-0 y 6-0, tanto dentro como fuera de casa.
Yo lo vi por la banda izquierda hacer todo tipo de diabluras, autopases, permutaciones, paredes y regates rocambolescos. Era rápido como una centella. Merecía que le hubiéramos apodado "Estela plateada", o lo que es lo mismo, "Silver surfer". Las malditas leyes federativas no permitieron que continuara en el Barça cuando llegó el inconmensurable Diego Armando Maradona. Sencillamente, no se podían alinear tres extranjeros. Los rivales tenían miedo a una superioridad deportiva del Barça avasalladora. Eso impidió que viéramos fútbol de otra galaxia, pero menos mal que Maradona se bastaba él solo para jugar como si fuera un ovni.
Allan Simonsen siempre será recordado por lo que fue: el mejor jugador de Europa y del mundo a finales de los años setenta. De hecho, obtuvo el "Balón de Oro" en 1977. Llegó al Camp Nou con la imposible papeleta de sustituir a Johan Neeskens, un jugador que era todo pundonor en el campo. Y logró que le perdonáramos ocupar el hueco que el holandés infatigable había dejado. Yo, que tengo sangre azul y roja recorriéndome las venas, lo llevo omnipresente en la memoria cuando pienso en lo que debe ser un extremo izquierdo, porque nunca ha habido otro con la movilidad y capacidad de penetración suya. En la historia del fútbol el George Best de la mejor época quizá parezca estar por encima, cuando en realidad son dos jugadores muy diferentes. Best era mejor en el uno contra uno, su dribling era un chispazo de potencia. Simonsen era superior en el tres, cuatro y cinco contra uno, porque lo regateaba todo, yéndose por velocidad como si el cuerpo no le pesara en absoluto. Tal es así que a veces daba la impresión de ser más rápido que su propia sombra y más veloz que los ojos de los espectadores. Era un deleite contemplarlo.
Una grave lesión provocada por la dura entrada de un futbolista francés le retiró de los campos de juego, con lo que el deporte rey perdió a uno de los artistas que más han hecho soñar despiertos a quienes le observaban conduciendo el cuero con sus botas. Con él Shakespeare se hubiera visto obligado a escribir que algo huele a balsámico en Dinamarca para coronar su Hamlet.






Allan Rodenkam Simonsen (Vejle, 1952)

miércoles, 28 de enero de 2009

La vida entonces era una fiesta perpetua

Ahora deben estar en el cielo montándose otra juerga. Su modo de vivir era una orgía constante. Trabajaban duro, ensayaban, se rodeaban de vedettes, fumaban, hacían el amor en casi todas sus variantes, sexo en grupo, camas redondas, triángulos, quintetos, todo porque no se rompiera la noche, por favor, que no se rompa. En este libro se cuenta la parte sustanciosa de una amistad a la que sólo la muerte pudo poner término. Hubo altibajos y traiciones como la de Peter Lawford, ausencias intermitentes como la de Shirley MacLaine, pero el núcleo duro siempre estuvo allí: Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis jr.
Dean era el caballero irónico, de un humor dulce y un saber estar en todas las situaciones. Frank representaba el papel del conseguidor de los sueños imposibles, capaz de reunir a los amigos sobre un escenario y revivir viejos tiempos con más de setenta años de edad a cuestas. Sammy fue un artista polifácético, un bailarín acrobático que salió de la nada y superó los peores estigmas posibles: era negro, judío converso, enano, pobre, hijo de cómicos de vodevil y encima le faltaba un ojo que perdió en un aparatoso accidente de tráfico. En fin.
¡Qué historia la de aquellos días! Al principio de los años sesenta protagonizaron una película en la que atracaban varios casinos de Las Vegas. Fue su primer revival porque su punto más alto en audiencia y venta de discos lo habían gozado en anteriores décadas. A Dino lo destruyó la excesiva ingesta de alcohol y la pérdida de un hijo, piloto del ejército, que pereció al estrellarse su caza de combate. Sammy fue degenerando hasta probar todo tipo de drogas, sobre todo ácidos y cocaína, experimentando con su sexualidad hasta mantener incluso relaciones sodomitas por el mero placer de explorarlas. Frank Sinatra tuvo que llorarlos en su entierro a todos, pues fue el último en marcharse. Sinatra resistió más a pesar de emborracharse toda su vida con Jack Daniel´s y fumar un paquete de Camel rubio sin filtro a diario.
¡Qué tiempos aquellos! Hoy son políticamente incorrectos, vale, ¿pero quién no los hubiera querido vivir a su manera? Ganaban dinero cantando y divirtiéndose, los tomaron por bufones de la mafia, payasos para diversión de integrantes de la Cosa Nostra, y sin embargo no murieron en ninguna vendetta, no fueron ráfagas de ametralladora las que apagaron sus corazones, y eso que eran hombres de palabra. Quizá por su misma entereza y sentido del honor los respetaron. Y porque no se fueron de la lengua nunca. O porque no dejaban tirados a quienes les apoyaron para subir arriba, como hicieron los hermanos Kennedy con el capo Sam Giancana.
Podría pensarse que Sinatra es el protagonista principal de esta historia. Cuando la lees te das cuenta de que Dean Martin sobresale airoso. Tuvo unos inicios duros como boxeador (se hacía llamar "Kid Crochet"), y tras conocer el éxito con Jerry Lewis en múltiples comedias, éste terminó abandonándolo por considerar que no le necesitaba. Su carrera parecía acabada. Pero fue a ser que no. Dino era un italiano duro como un olmo. Resurgió de sus cenizas hasta eclipsar al viejo colega. Qué bien canta. Cómo interpreta "Everybody loves somebody sometimes". Cuánta ironía hay en sus observaciones. Una vez Sinatra le preguntó si cuando era un don nadie había dormido alguna vez bajo las estrellas. Él le contestó que muchas, pero no iba a darle nombres (de las estrellas cinematográficas). Qué fineza. Cuánta clase. En otro momento de una de sus actuaciones, Dino decía tener siete hijos y cuando el público aplaudía, él les pedía que parasen porque no tenía mérito: encargarlos le había llevado sólo siete minutos. A Sammy, como era tan negro, solía pedirle que no parara de reír para que pudieran verle los espectadores. En otra ocasión se presentó la policía en su casa para que cesaran las molestias que una fiesta ruidosa estaba provocando en el vecindario. Pero no había vecinos. No molestaban a nadie. Era una mansión terrera rodeada de jardines con piscina. Sinatra descubrió que el propio Dean llamó a la policía para que los invitados se largaran porque ya era demasiado tarde. Mientras en la parte baja los demás se divertían, Dean Martin mojaba galletas con leche en su cama contemplando un western.
Éste fue uno de los primeros síntomas de senilidad, andropausia o ganas de emprender la retirada. El elegante Dean Martin ya había ganado suficiente dinero y quería jubilarse. Siempre había sido un tanto reservado y desconfiaba de la gente. Quien le empujó a seguir actuando fue Frankie. El viejo de los ojos azules sí que era un derroche de energía. Él fue el mayor latin lover del siglo veinte. Por su dormitorio desfilaron las mejores figuras femeninas del celuloide, desde Lana Turner y Ava Gardner hasta Kim Novak y Mia Farrow pasando por Marilyn Monroe y Lauren Bacall, sin olvidarnos de Jacqueline Kennedy. Jamás ha conocido la historia un semental como el oriundo italiano nacido en Hoboken, New Jersey. Ahora bien, su vida privada no importa. Lo que cuenta es que sin tener las cuerdas vocales de Pavarotti modulaba las palabras de tal modo que cantó mejor que nadie. Es la Voz con mayúsculas. Fue el más grande. Sus canciones no se marchitan. Se convirtió en el gran clásico de la música melódica superando a su respetado Bing Crosby. Él es el paradigma del amante mediterráneo. Y fue el primer cantante que arrastró masas de fans histéricas a sus conciertos. También simboliza al mayor representante de la cultura americana forjada por los hijos de los emigrantes venidos de la lejana Europa. Y sobre todo, por encima de todas las cosas, es el icono de cómo se alcanza la cúspide de la gloria al estilo de antes: con chaqueta, camisa blanca impoluta, chaleco, zapatos de charol, corbata y sombrero.
Dean, Sammy & Frank

martes, 27 de enero de 2009

Un libro iconoclasta

Leí este volumen de ensayos arrastrado por el entusiasmo del escritor Juan Manuel de Prada, quien lo rescató del olvido poniéndose al cuidado de su edición seleccionando los textos, insertando notas aclaratorias al final y prologándolo. La veneración que compartimos por Gilbert Keith Chesterton hizo el resto a modo de certificado de garantía. Y no me ha decepcionado. Prada tiene razón cuando afirma que Castellani forma parte de ese escogido grupo de pensadores que te hacen sentir más inteligente al leerlos.
En el libro hay hallazgos tan felices como esa crítica a la moderna pedagogía "que sabe lo que hay que enseñar al niño pero no tiene idea de lo que quiere hacer del niño". En efecto, según Castellani "se ha producido el temible fenómeno de la falsificación de la cultura, se ha sacrificado la calidad a la cantidad y se han multiplicado, abaratándolos, los centros de enseñanza con menosprecio del vigor (de la sabiduría)". Para Castellani "nuestra enseñanza no da formación", "hoy día con el progreso moderno todos somos doctores", "la enseñanza se ha especializado en la producción de medioletrados, y eso en tal cantidad que ya no es posible distinguir entre ellos al letrado (verdadero)". (La televisión nos pervierte en una) "correntada de tonterías, sentimentalismos y mala educación". Los pedagogos progresistas aún no se han enterado de que "un hombre puede llevar al río un caballo, pero ni diez hombres pueden hacerlo beber si no quiere", y así estamos estabulando manadas de alumnos reacios o alérgicos al aprendizaje y convirtiendo los colegios e institutos de enseñanza secundaria en cadenas de producción de ignorantes en serie. Y todo ello adobado con la soberbia y la estulticia de profesores que parecen encantados de haberse conocido a sí mismos y que creen haber hallado la piedra filosofal de convertir en oro toda la materia gris que tocan, pero lo único que están haciendo es camuflar la burricie con alforjas para los mulos, es decir, maquillando el fracaso con calificaciones artificiosas para distintas competencias cuando la incompetencia es absoluta.
"La verdadera escuela de hoy es el diario (léase vídeojuegos e internet) y el espectáculo (televisión), (ambos) están muy industrializados, entregados al mercader y sojuzgados a la ley del lucro. Dime quién te divierte y te diré quién te domina". "La prensa seria (...) no educa al país, lo deseduca, lo embrolla, lo desvae, lo hace pensar en lo que no le importa, perder el sentido común que le queda". Vivimos en un mundo que "no tiene más ideal que el de hacer plata", por lo que no sería extraño que le ocurriera como al triunviro Marco Licinio Craso quien, tras ser derrotado en la batalla de Carras, no sólo le fue cortada la cabeza, sino que encima el rey parto Orodes II ordenó derramar oro líquido sobre su boca abierta al tiempo que le decía: "¿No es esto lo que venías buscando desde siempre? Anda, hártate ahora". (Cita extraída de Juan Eslava Galán en Roma de los Césares, Barcelona, Planeta, Booket, 1998, página 26).
Ahora que muchos sueñan esperanzados con el nuevo presidente americano Barack Obama, Castellani nos recuerda el dicho de que "no hay primavera que no pueda helarse". Sí, este libro tiene la rara virtud de estar de rabiosa actualidad pese a que mucho de lo escrito en él pase de los cincuenta años y su autor haya fallecido en 1981. Nos advierte que la gente cuanto menos vale, más se hincha, como algunos poetas que se dan "una importancia bárbara" y sus versos puede que no sean más que los "escarceos vaporosos de un melancólico dormilón y poseur". "Cada quisque en esta vida debe decidirse a soportar lo mismo que un cierto grado de corrupción y de injusticia, una cierta suma de estupidez en el ambiente, por aquello de que los hombres serán hombres mientras el mundo sea mundo". Trae incluso a colación una cita lapidaria de Séneca: "Todo la muerte reclama: ley es, no pena, el morir. Este mundo en un tiempo será nada".
Castellani además nos ofrece un retrato exacto de lo que ocurre en nuestros días con estas palabras: "sin el principio estructurante de lo superior, la religión del plebeyo es superstición, la democracia es demagogia y el estilo plebeyo es simplemente falta de estilo". Y "la moral existente (dominante) es un gran trampantojo usado por los enfermos para dominar a los sanos". Yo añadiría que también por los delincuentes para domeñar a los cívicos o a los que han escogido el duro camino de la honradez. Éste que expongo a continuación sería el credo del hombre (de izquierdas) según Castellani recuerda que una vez se lo leyó un tío suyo:
"Creo en la Nada Todoproductora de donde salió el Cielo y la Tierra.
Y en el Homo Sapiens su único Hijo, Rey y Señor
que fue concebido por evolución de la mónada y el mono.
Nació de la Santa Materia.
Bregó debajo del negror de la Edad Media.
Fue inquisionado, muerto, achicharrado.
Cayó en la miseria. Inventó la Ciencia.
Ha llegado a la era de la Democracia y la Inteligencia
y desde allí va a instalar en el mundo el paraíso terrestre.
Creo en el libre pensante, la civilización de la máquina,
la confraternidad humana, la inexistencia del pecado,
el progreso inevitable, la rehabiliatción de la carne
y la vida confortable. Amén".
Como conclusión, y a modo de apostilla, creo que valdrían estos versos de un poeta argentino al que Castellani recurre sin descubrirnos quién es, posiblemente por tratarse de alguien muy popular en la Argentina de aquel entonces. (A mí me evocan al Martín Fierro de José Hernández, pero no estoy seguro):

"A un hombre que se quiere engañar
¿Qué castigo le hemos de dar?
Dejarlo que se engañe, mi amigo.
¡No hay peor castigo!"

Leonardo Castellani (Santa Fe, 1899- Buenos Aires, 1981)

lunes, 26 de enero de 2009

Fuerteventura es helioterapia pura



Cuando en 1996 visité Fuerteventura saqué la conclusión de que la isla estaba compuesta por playas interminables que no se acababan nunca. Es la isla más vieja del archipiélago, tiene una edad aproximada de 21 millones de años, y sin embargo es la más pujante. Se extiende sobre el mar a lo largo de 1.659 kilómetros cuadrados y está a sólo 97 kilómetros de la costa africana, lo que equivale a decir que se halla apenas a un centenar de kilómetros del desierto del Sáhara. Y vaya si se nota. Si al director de cine Oliver Stone le encanta perderse por los desiertos de Nevada, California y Arizona, en Fuerteventura se puede tener una experiencia similar contemplando una puesta de sol y viendo cómo sangra el cielo sobre montículos erosionados cuyo color de oro se va diluyendo según cae la noche.


A 6 kilómetros en dirección noroeste aparece el islote de Lobos, un refugio natural para dejar volar la imaginación pensando en piratas y en un mapa borroso que oculte el lugar de un tesoro. En el sur, sobre la península de Jandía se eleva el Pico de la Zarza, que con sus 812 metros de altura es la cumbre más elevada de la isla que los romanos llamaron "Herbania", tal vez como adaptación del vocablo aborigen "Erbane". Estaba dividida en dos regiones: Jandía y Maxorata, siendo esta última denominación de donde deriva el gentilicio "majorero". Fue en Fuerteventura donde Olivia y yo les pedimos a las cigüeñas que emigraban un bebé y me trajeron a César para llenarme de orgullo. Cuando lo veo jugar haciendo regates y marcando goles a veces pienso que es el sol majorero el que bulle como un fuego que se desborda dentro de él, y la roca de la montaña de Tindaya la kriptonita con que se forjó mi hijo pequeño.
Olivia y Andrés oteando las cigüeñas

Piscina del hotel "Los Gorriones" en Jandía
Hotel "Los Gorriones" en Jandía

Aquí está el paisaje canario vernáculo más auténtico y salobre en las aulagas, los verodes, las tabaibas y los cardones. Aquí están las mejores playas de Europa y las más seguras del continente africano. El espectáculo de los charcos que se forman al subir la marea no sólo es hermoso de contemplar, sino una delicia para los niños, los que no saben nadar y los que respetan al dios Neptuno. Recuerdo cuando el fallecido canciller alemán Willy Brandt venía a veranear a principios de la década de los setenta y se desplazaba por la isla en burro. Entonces Fuerteventura era virgen y aún se cultivaba en ella el trigo que servía de despensa al archipiélago. Hoy todavía el queso que producen sus rebaños de cabras es el mejor del mundo y cualquier fruto que produzca tiene la suprema calidad de las horas de sol que le sobran para regalárselas a quien las necesite. También ha sido y es un paraíso tradicional para los pescadores.

Junto a mi padre, Reyes, José y Lina en una playa de La Oliva

Islote de Lobos

Lina, mi padre y yo en Ginijinámar

Nunca podré olvidar cuando vi por primera vez la arena blanca de las playas del municipio de La Oliva o la estatua que erigieron en una montaña en honor a don Miguel de Unamuno, cuyo museo se abre en el Puerto del Rosario para los curiosos y admiradores suyos. No podré olvidar el pueblito pesquero de Ginijinámar porque me recordó al Agaete de la infancia y a la familia materna de mi amigo Mario. No se puede olvidar así como así la sensación del peso de la historia en la Casa de los Coroneles, semiderruida entonces, o el saludo de un anciano asomado a la puerta de su casa en el pueblo más antiguo de Canarias, la villa que despierta los sentimientos más profundos: Betancuria. Nunca olvidaré que fue en Caleta de Fuste, frente a su baluarte de piedra, la torre de un castillo para defenderse contra la piratería berberisca, donde me bañé en una playa por última vez con mi padre. Hay cosas que van y vienen, como las modas, pero la felicidad que Fuerteventura proporciona nunca desmaya, siempre perdura.

Con mi padre en Jandía: un amor interminable

Playas de ensueño majoreras