jueves, 29 de septiembre de 2022

El torero que siempre buscaba la muerte en el ruedo


Ignacio Sánchez Mejías
("El aventurero")
(Sevilla, 1891 - Manzanares, Ciudad Real, 1934)
Torero, actor y dramaturgo

IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS

Barcelona le dio la alternativa
como matador,
siendo testigos Juan Belmonte
y su cuñado Joselito.
Corría el año mil novecientos diecinueve
y el mito daba comienzo.
Al año siguiente el toro “Bailaor”


Fue un hombre con inquietudes artísticas e intelectuales

dio muerte al valiente “Gallo” en Toledo,
donde los dos se enfrentaban
en un mano a mano de diestros invictos.
Encandilaba al torear
sentándose en el estribo
de la barrera escarlata.
De joven, como polizón,


El diestro arriesgándose a ser corneado contra las tablas

hizo las Américas en México
oculto en un barco.
Clavaba banderillas por dentro
y recibía al toro de rodillas.
Hizo de actor, escribió obras de teatro,


Murió tras regresar a las plazas con 43 años

pilotó automóviles de carreras,
y muy generoso,
fue mecenas de célebres poetas.
“Granadino”, un manso bajo astifino,
lo empitonó contra las tablas del coso.

(Poema escrito por Andrés González Déniz)


Ignacio Sánchez Mejías murió de gangrena el 13 de agosto de 1934 en Madrid, dos días después de que en Manzanares lo hiriera mortalmente un toro en el muslo derecho mientras lo citaba sentado

viernes, 16 de septiembre de 2022

Reflexiones surgidas en medio de otras ocupaciones


Carlos Castilla del Pino
(San Roque, Cádiz, 1922 - Castro del Río, Córdoba, 2009)
Neurólogo, psiquiatra y escritor

AFLORISMOS

"Competir con uno mismo, nunca con los demás"

"Competir con alguien es una forma (soterrada) de envidia hacia él: querer ser más que el otro, o sea, dejar de ser menos que él"

"Saber qué no leer: la forma superior del leer"

"Releer: la seguridad de no perder el tiempo"

"Estar en el mundo como de visita"

"La vejez comienza cuando no hay proyecto"

"No hay inmortalidad: hay memoria"

"Lo hecho no puede deshacerse"

"Nunca nada debe considerarse concluido"

"La fealdad final es el resultado de la maldad"

"Lo que existe es independiente
de nuestros intereses. Existe sin más"

"Escribir es una forma de pintar con palabras"

"Los grandes escritores nos enseñan a leer el mundo"



"Lo que enseña es el error"

"Las cosas que uno cree que se merece
pueden no llegar, pero nunca se deben pedir"

"Si se aprende a hablarse a uno mismo,
no se está solo, porque se es dos: yo y yo"

"Uno es todos los que puede representar"

"La verdadera religión es la Naturaleza"

"Somos lo que recordamos"

"El recuerdo nos rehace y el olvido nos deshace"

"Uno es quien es, no lo que es"

"Vivir sin conflicto es imposible"

"En el adulto la inocencia es idiotez"

"Cuando hacemos el mal nos hacemos mal"

"Obrar bien nos deja a gusto. El mal nos perturba"


Vio morir a cinco de sus siete hijos antes de fallecer por un cáncer

"Quien se niega a admirar renuncia a saber"

"Un carácter exige temple"

"La pasión es un sentimiento
con prisas para alcanzar su objetivo"

"Lo malo es feo. Ética y estética se dan la mano"

"Olvidar: dejar morir lo vivido. Morir un poco"

"No se tiene la razón porque se venza"

"Vivir es evitar la desgracia o escapar de ella"

"Huyamos del estúpido"

"Lo vivo es lo mutable, lo inestable"

"Los demás son menos importantes para uno
que uno mismo, pero los demás son necesarios para que uno sea"

"En una sociedad donde el héroe
es necesario, algo va mal"

"La vida es demasiado rica
como para ser encerrada en una ideología"



"Valemos el valor que los demás dan a la imagen
que les ofrecemos. De ahí la continua tentación de falsificarla"

"Se cree lo que conviene"

"No debe importarnos lo que de nosotros se diga
porque no se deriva ninguna utilidad de que nos importe"

"Escribir es dejar constancia"

"La cultura es un instrumento
con el cual interpretar el mundo"

"Un libro escrito por uno mismo: no hay mejor lápida
que su portada con nuestro propio nombre"

"La fotografía hace del instante el todo"

"No tolerar el silencio es no soportarse"

"En el hombre aún está el niño que no puede jugar"

"Lo mejor del amor es su recuerdo"

"Todos andamos (aunque algunos corren).
¿Hacia dónde? ¿Para qué? Ésta es la cuestión"

"Deberíamos saber morir"

[Fragmentos extraídos de castilla del Pino, Carlos: Aflorismos (Pensamientos póstumos), Barcelona, Tusquets, 2011, 1ª edición, (colección "Marginales", nº 270), pp. 189, pvp: 14 euros]


"La petulancia es un delirio
"
Carlos Castilla del Pino

martes, 6 de septiembre de 2022

Una vida breve, fulgurante, mundana e intensa


Lola Montes
(1847)
(Elizabeth Rosanna Gilbert)
(Grange, Irlanda, 1821 - Nueva York, Estados Unidos, 1861)
Bailarina y cortesana
Pintura al óleo realizada por
Joseph Karl Stieler
(Mainz, 1781 – Munich, 1858)
(Palacio de Nymphenburg en Múnich)

CONFESIONES DE LOLA MONTES

Mi infancia es ahora
el lejano recuerdo de un castillo en Irlanda
y la feroz exuberancia en torno a Calcuta.
Fui creciendo en Limerick,
estrechándome los brazos del abuelo,
y aún veo a mi padre muriendo
en un catre de la India.

Esquivé el cólera y la fiebre amarilla
para escapar en barco a Europa
con Thomas James, el amante de mi madre.
Soñé con palacios de mármol jaspe y rosa
en los que lucir mis trajes de seda con brillantes.
Aprendí a olvidarlo todo y mirar
siempre hacia delante para ser feliz en el presente.

Los hombres sólo me interesaron
si podían abrirme puertas.
Utilicé sangre de buey para aclarar
si cabe más el rostro y polvo de raíz de iris
para conferir brillo a mis dientes.

Siempre quise vencer.
Sólo yo tenía que ser la más elegante,
la mejor educada, la más hermosa.
Con un sencillo vestido de tusor
verde jaspeado de blanco, manteleta y capota
forrada de muselina y adornada con plumas,
me bastaba para ser la más deslumbrante.
Pronto mi aventura de amor en concubinato
se agotó por el desgaste de la costumbre.

Comprendí que nuestra libertad
se parece mucho a que la gente te abandone.
En las fiestas a que acudí, todas las miradas
me preferían a la anfitriona. Saqué partido de mi cuerpo
con el baile. El número de la tarántula lo recordarán
en todas partes. Con atrevida sensualidad me iba sacando
unas arañas de tela ocultas bajo el pelo y la falda.


Luis I de Baviera la convirtió en Condesa de Landsfeld en 1847

Conquisté muchos galanes
por el deslumbramiento y la sorpresa.
También supe cómo divertirlos
y desprecié a los pretendientes
que no tenían un céntimo.
Pronto odié a mi madre Margaret
por imponerme matrimonio
con un anciano siendo una niña.
Vivir con ella era sentirme prisionera.
Nunca me aceptó y jamás nos reconciliamos.
Charles Lennox, hijo de un banquero rico,
vino a salvarme de las garras de Thomas James.
Traté de ser actriz, pero carecía de talento.
Me cambié el nombre,
fingí ser española y dedicarme al flamenco.
Señores influyentes y periodistas
tramaban acogidas y contratos.
Sorbí de la crátera del éxito flores, dinero y halagos.

De bailar en Londres y París,
decaí hasta tener que hacerlo
en tugurios denigrantes para borrachos
buscadores de oro en California.
Utilicé las castañuelas para el realce
de mis encantos, como hacían las egipcias
en sus sacrificios a los dioses.
Enamoré a un músico sensible como Franz Liszt,
con quien mantuve un romance
hasta que los celos lo empacharon de mí.
San Francisco, Bruselas y Varsovia
también fueron testigos de mi arte.
Paskiévich, el tiranuelo gobernador de Polonia,
intentó violarme, pero fui más fuerte
que sus adiposas garras y logré zafarme.
Paseé Berlín y seduje a Luis de Baviera.

Un infeliz amante, Léon Dujarrier,
se batió en duelo por mí y cayó muerto a manos
de Jean-Baptiste Rosemond de Beauvallon.
Luis I me enviaba todos los días
unos sobres con versos y perlas.
La aristocracia muniquesa nos apartó al fin
con manifestaciones y algaradas,
enfrente de su palacio,
gritando que yo era una puta,
la Mesalina del monarca,
pidiendo libertad para el reino
y acusándome de bruja.
Decían que era una pelandusca
mandando como princesa.

Viajé a Italia
y en Suiza encontré un retiro pasajero.
Tuve que poner los pies en Inglaterra
y labrarme un camino en América,
la tierra de las oportunidades y los sueños.
Respondí a la ruindad
de la soez muchedumbre con el desprecio.

Hoy me encuentro sola,
toso esputos de sangre
y me alivio bebiendo láudano.
Evoco un fugaz reencuentro con el rey
bávaro y cómo nos sorprendimos
y fingimos no querer darnos
cuenta de cómo el paso del tiempo
nos había desfigurado.

Rumorean que padezco sífilis
y dos síncopes han dejado
un rictus con los labios retorcidos en mi cara.
Ya no poseo nada: joyas, enseres, regalos y trajes
tuve que empeñarlos.
Me alimento con algunos mendrugos
de pan mojados en leche.
Vivo en un cuarto de alquiler en Brooklyn,
es el mes de enero y hace frío.
Siento mareos como si fuera a desmayarme.

(Poema escrito por Andrés González Déniz)


La trayectoria vital de Lola Montes fue apasionante