domingo, 29 de mayo de 2022

Del escritor que diseccionaba la naturaleza humana


León Tolstói
(Lev Nikoláievich Tolstói)
(Yásnaia Poliana, Tula, Rusia, 1828 - Astápovo, Lipetsk, Rusia, 1910)
Escritor y novelista por antonomasia

LA MUERTE DE IVAN ILICH

“Iván Ilich era compañero de los señores reunidos y todos le profesaban sincero cariño. Llevaba varias semanas enfermo: se decía que la dolencia era incurable”

“Lo primero que los señores reunidos en el despacho pensaron fue qué repercusión podía tener esta muerte en el traslado o ascenso de ellos mismos o de sus conocidos”

Ahora conseguiré de seguro el puesto de Shtábel o el de Vinnikov —pensó Fiódor Vasílievich—. Hace tiempo que me lo habían prometido, y el ascenso me representará ochocientos rublos de aumento de sueldo, sin contar las gratificaciones

“Los médicos no llegaron a diagnosticarlo. Es decir, sus diagnósticos no coincidían. Cuando le vi la última vez, me pareció que estaba mejor”

“El hecho mismo de la muerte de un hombre a quien conocían de cerca había provocado en todos ellos, como siempre ocurre, un sentimiento de alegría, al pensar que había muerto otro, y no ellos mismos. Se ha muerto él y no yo, pensaba o sentía cada uno”

“Ahora tendrían que cumplir con un deber muy desagradable, impuesto por las reglas de urbanidad: deberían asistir al entierro y hacer a la viuda una visita de pésame”

“Schwarz, compañero de Piotr Ivánovich, bajaba las escaleras y desde lo alto, al ver al muerto en el ataúd, se detuvo y le hizo un guiño, como diciéndole: ¡Qué tontería ha hecho Iván Ilich! Nosotros somos distintos

“Piotr Ivánovich entró, como siempre ocurre, poseído por un sentimiento de perplejidad ante lo que era necesario hacer. Una cosa sabía: que en estos casos nunca está de más santiguarse”


Es asombrosa la perspicacia analítica y la pericia
narrativa de León Tolstoi en esta breve historia

“Piotr Ivánovich sabía que debía persignarse, apretarle la mano a la viuda, lanzar un suspiro y decir: La acompaño en el sentimiento. Así lo hizo. Hecho esto, sintió que el resultado era el que ambos deseaban: él quedó conmovido y ella también quedó conmovida”

“La molesta situación quedó interrumpida por la aparición de Sokolov, el mayordomo de Iván Ilich, quien venía a comunicar que la sepultura que Praskovia Fiodorovna había elegido en un principio costaría doscientos rublos”

“La viuda siguió: Fingiría si le afirmase que el dolor no me deja ocuparme de cuestiones prácticas. Al contrario, si hay algo que pueda consolarme y distraerme, son las cosas que se relacionan con ellas

“En los últimos días sufrió terriblemente. ¡Oh, algo terrible! Durante las últimas horas, y no los últimos minutos, no paró de gritar. Estuvo gritando tres días seguidos, sin cesar ni un solo instante”

Tres días de sufrimientos horribles y la muerte. Porque esto me puede ocurrir a mí en cualquier momento, pensó Piotr Ivánovich, y por un instante sintió miedo. Pero a continuación, sin que él mismo se diera cuenta, acudió en su ayuda la común idea de que eso le había ocurrido a Iván Ilich y no a él, y que algo semejante no debía ni podía ocurrirle a él mismo”

“La hija de Iván Ilich, con un semblante sombrío, decidido y casi colérico, saludó a Piotr Ivánovich como si lo considerase culpable de algo”

Es la voluntad de Dios, todos iremos allí. Tras escuchar esto, Piotr Ivánovich salió del templo y respiró con particular agrado el aire libre después del olor a incienso, a cadáver y a ácido fénico”

[Fragmentos tomados de Tolstói, León: La muerte de Iván Ilich, Barcelona, Salvat, 1982, (colección “Biblioteca Básica Salvat”, nº 21), (traducción de José Laín Entralgo), (contiene otros dos relatos: El diablo y El Padre Sergio), pp. 189, pvp: 120 pesetas]


Un relato ejemplar, modélico, perfecto

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