domingo, 29 de abril de 2018

Una mañana caminando por el centro de Teror

  
Basílica de Nuestra Señora del Pino
(1760)
 
UN DOMINGO EN TEROR
 
Salí después de una cantidad imprecisa de años al pueblo para pasear un rato y ver qué había cambiado. Aún recuerdo cuando una vez, siendo joven, acudí con mi hermana y me sentí pletórico en contraste con lo vetusto del casco histórico. Ahora el viejo soy yo y me parece acorde con las viejas casas, balcones y tejados. 


Mercadillo dominical en la plaza de Teror

 
La gran diferencia que he advertido son las tiendas de souvenirs y los puestos en el mercadillo con mermeladas de frutas o miel de tajinaste y flores de montaña. Según pregunté, las elaboran en Santa Brígida y van en línea con la moda de lo ecológico y los alimentos naturales. Lo que de inmediato eché de menos fueron los puestos de animales. Ni un trino de canario, ninguna tortuga, gallina, pato, perro, gato o agapornis a la venta. ¿Qué habrá sido de aquella señora, ya mayor, que los vendía hace más de treinta años? Igual la misma moda de la ecología y la estricta protección a los animales los ha prohibido.


Terrazas de bares frente a la plazoleta de Teresa Bolívar 

Me encontré con un vecino de 87 años al que no veía hace tiempo a pesar de residir casi al lado. Me estuvo hablando de cuando era niño y vivió los años de la II República y la Guerra Civil española. Sin ningún tinte sectario ni ideológico me habló del hambre y del miedo, de la clandestinidad con la que iba a llevar trigo y traerlo de un molino de agua en Firgas. Supongo que sería el temor a que se lo robaran. Fueron años inseguros donde los delincuentes pretendieron campar a sus anchas. Hoy viaja mucho y ha recorrido gran parte de España y parte del extranjero, incluida Roma, la ciudad eterna. Me alegro de que las cosas hayan cambiado a mejor por lo que respecta a los jubilados. ¿Quién le iba a decir que podría viajar tanto cuando toda su vida fue un abnegado agricultor que veía el mar desde lejos?

 
Calle Real de la Plaza
 
Sabía que de ir a dar un paseo iba a comprar algo. Y en efecto, compré dulces que no debo comer, frutas que sí puedo digerir, ropa interior para ir usando, panes, dátiles, tomates de La Aldea, plátanos, aceitunas y un geranio con flores naranjas que no poseía entre los que trasplanto. Lo llegué a tener una o dos veces, pero se pudrió, probablemente por exceso de agua. Me detuve a leer el periódico en un bar y leí, atónito, sobre el último ajusticiamiento a garrote vil ocurrido en Las Palmas de Gran Canaria a finales del siglo XIX, en 1876, si mal no recuerdo. El reo condenado a pena de muerte era un zapatero borracho que maltrataba a su esposa y asesinó al hijo de 13 años que tenían ambos con un “naife” o cuchillo canario. El cadáver fue descubierto cuatro días más tarde y la autopsia reveló que le habían partido el corazón en dos. El homicida, Manuel Marrero Reyes, fue condenado a pena de muerte. Acabaron con su vida (pese a un recurso al Tribunal Supremo que hizo su abogado, Emiliano Martínez de Escobar), en el patíbulo del Callejón de la Horca, lugar donde hoy se ubica una estación de servicio en la avenida de Eufemiano Jurado, cerca del cementerio de Vegueta que se inauguró en 1811.


Puesto tradicional de venta de flores junto a la Araucaria

 Resulta extraño vivir un lapso prolongado de tiempo y ver cómo cambian las gentes o el lugar que ocupas entre ellas, cómo te ven y dónde te sitúan. Una amiga de la muchacha a la que compré el pan reconoció que era el padre de quien ella había sido compañera de colegio. El joven que me expidió el ticket del aparcamiento también sabía quién era yo porque había jugado al fútbol con otro hijo mío en el mismo equipo de la UD Teror. Y las personas que iban de acá para allá no se diferenciaban en mucho de las que lo hubieran hecho hace cuarenta años. Han cambiado más los vehículos que las personas, puesto que las ropas son similares y los coches han evolucionado bastante. Se ven algunos brazos con tatuajes que antes casi no existían y las mismas madres con bebés recién nacidos o críos pequeños mirando curiosos, alborotando o disfrutando de sus chuches.
 
 
Chiringuitos de ropa, abalorios, queso y chorizo 
 
Volví cargado de bolsas pequeñas que no me supusieron un gasto excesivo. El tiempo era ideal para salir al pueblo: lucía el sol y el aire era fresco. También observé que alguna mujer se hacía un selfie o que en una mesa vendían radios y reproductores de música que no usaban pilas sino baterías como las de los teléfonos móviles. Los corridos mejicanos, las coplas españolas, el flamenco pop, los puntos cubanos, las cumbias o los boleros no sonaban por ninguna parte. Una orquesta al fondo de la plaza, justo al lado del nuevo Auditorio, interpretaba melodías nostálgicas sin que nadie prestara demasiada atención ni se pusiera a bailar. Me fui despacio, como corresponde a la forma física que lleva aparejada la edad, y me alegré de seguir vivo por haber vuelto a tomar contacto con la villa originaria de mis antepasados.
 
(Texto escrito por Andrés González Déniz)
 

La iglesia tiene una fachada neoclásica salvo la torre amarilla
de la izquierda cuyo estilo arquitectónico es el gótico portugués

viernes, 27 de abril de 2018

La ninfa de los árboles que esquivó la violación


 
"Apollon et Daphne"
(1743 - 1744)
Giovanni Battista Tiepolo
(Venecia, 1696 - Madrid, 1770)
(Museo del Louvre en París)
 
LA DRÍADE DAFNE
 
Cupido vengativo lanzó una flecha de oro
al delio Apolo que insuflaba amor, y otra
de turbio plomo a la ninfa Peneide que provoca
rechazo. El primer dardo es afilado, y romo
 
 
"Apolo persiguiendo a Dafne"
(1630)
Cornelis de Vos
(Hulst, Flandes, 1584 - Amberes, 1651)
(Museo del Prado en Madrid)
 
el segundo. Ambos los lanza uno detrás de otro
y al punto Febo la ama mientras ella lo odia.
No quiere saber de Himeneo o qué sean bodas,
entiende el amor un crimen y a su cariñoso
 
 
"Apolo y Dafne"
(1622 - 1625)
Gian Lorenzo Bernini
(Nápoles, 1598 - Roma, 1680)
(Galería Borghese en Roma)
 
padre Ladón niega el deber de dar hijos y nietos.
Como arden las hierbas y hojas secas por una brasa
con que un caminante por descuido roza un seto,
 
 
"Apollo e Dafne"
(1470- 1480)
Piero del Pollaiolo
(Florencia, 1441 - Roma, 1496)
(National Gallery de Londres)
 
así el corazón puro de Apolo se inflama.
Huye Dafne y siente el pecho convertirse en corcho,
laurel el rostro y raíz los pies cuando la alcanza.
 
(Poema escrito por Andrés González Déniz)
 
 
"Apollo and Daphne"
(1908)
John William Waterhouse
(Roma, 1849 - Londres, 1917)
(Colección privada)

lunes, 23 de abril de 2018

La pareja que impidió el fin de los seres humanos

 
"Deucalión y Pirra"
Raffaellino del Garbo
(Florencia, 1466 - 1524)
Pintor renacentista
 
PIRRA Y DEUCALIÓN
 
Irritóse Zeus al saber
de los crímenes en el orbe
y resolvió en el monte Olimpo
enviar un diluvio
que liquidara a los hombres
y anegase el mundo.
 
Durante unos nueve días
con sus respectivas noches
Deucalión y Pirra se escaparon
gracias a un bote
que Prometeo les aconsejó construir.
 
 
"Deucalión y Pirra"
(1572)
Andrea del Minga
(Florencia, 1540 - 1596)
Pintor manierista
(Palazzo Vecchio en Florencia)
 
Cuando al fin hubo cesado la lluvia,
inquirieron en Delfos el futuro.
Allí Temis respondió
que era necesario entonces
“arrojar restos óseos de la madre
detrás del hombro”.
 
Aturdidos en un primer instante,
qué hacer no saben.
Rumian aquellas palabras
de recovecos misteriosos
hasta que el hijo de Pronea
cree dar con la clave:
los huesos son las piedras,
y Gea, nuestra madre.
Nosotros, lanzándolas, crearemos
seres humanos que renacen.
 
(Poema escrito por Andrés González Déniz)
 
 
"Deucalión y Pirra"
(1636 - 1637)
Pedro Pablo Rubens
(Siegen, 1577 - Amberes, 1640)
(Museo del Prado en Madrid)

domingo, 22 de abril de 2018

El altísimo precio a pagar por violentar el pudor

 

"Acteón"
Giuseppe Cesari
(Il Giuseppino o Caballero de Arpino)
(Roma, 1568 - 1640)

LA MUERTE DE ACTEÓN
 
Febo equidistaba las dos metas de su carrera,
el mediodía acortaba las sombras de los árboles
cuando el nieto de Cadmo capturando animales
decidió darse un descanso. El calor que las tierras
 
resquebraja le hizo detener la caza de fieras.
Buscó la sombra en el bosque Gargafia y saciarse
la sed en la primera fuente fresca que encontrase.
Escuchó murmurar un cristalino manantial cerca
 
 
"Diana and Actaeon"
("Diana y Acteón")
Joseph Heintz el Joven
(Augsburgo, 1600 - Venecia, 1678)

sin saber que era aquel donde Diana con frecuencia
solía bañarse. Las ninfas se hallaban entonces
dándole cuidados a la diosa. Ránide le lleva

perfumes, Crócale la peina, Néfele se dispone
a verter agua. El hijo de Aristeo observa
y por hacerlo se transforma en un ciervo deforme
que será devorado por sus propios perros de presa.
 
(Poema escrito por Andrés González Déniz)
 
 
"Acteón y los sabuesos en la cascada de Diana"
Grupo escultórico barroco concebido por el arquitecto
Luigi Vanvitelli
(Nápoles, 1700 - Caserta, 1773)
(Palacio Real de Caserta)
(Campania, Italia)