domingo, 28 de febrero de 2010

La lluvia inunda el interior de los corazones



DE TEMPESTADES Y SOMBRAS


Ha vuelto la lluvia. Como en los viejos tiempos,
con la renovación que hace acarrear el lodo.



Toda la tarde se han vislumbrado relámpagos,
como cuando eran augurios de un dios execrable.



Hubo una vez que esta agua formó mares y arroyos.



Recuerdo la tristeza de un alpendre desvencijado
y un sendero pedregoso ensangrentándose de barro.
Son las mismas gotas sobre indistintos charcos
que chapotearon los pasos de mis abuelos
cuando iban al encuentro el uno del otro.



Este va a ser otro inhóspito y duro invierno
bajo la temperatura ausente de los que faltan,
el grado cero del vacío con desconsuelo a solas.
El paisaje se ha embellecido de casas nuevas.
Los chaparrones se deslizan por canalizaciones
sobrias, bien dirigidas hacia los aljibes de riego.



Pero hubo otro entonces, cuando se recogían
en acequias cochambrosas atorándose de piedras,
desbordando el fluido elemental para los pobres.



El verdor de los castañares, la hierba y los pinos
vuelve a renacer como antes. Faltan cosechadores
de sus frutos: la pinocha se putrefacta en los márgenes
de las carreteras, los erizos se abren y desprecian,
los pastizales se abrigan con ortigas y cardos.



La algarabía agricultora por los aguaceros
ha cedido el paso a la molestia de mojarse
en tránsito al trabajo. Se rebosan las cloacas,
ramas caen desprendidas de los árboles, amén
de atascarse el tráfico. Hay mucha gente en fila
aguardando tras los limpiaparabrisas a que escampe.



De repente, oigo el cántico surtidor de una fuente
de la infancia, con su líquido caudal aumentado
por la crecida de los estanques y el henchimiento
de los pozos. Arriba, percibo la voz de mi madre
que me pide darme mucha prisa para guarecerme
en su regazo. Un croar de ranas desgañitándose
lo había estado anunciando toda la noche.



El verano había declinado del oro a los ocres,
y el otoño lo avisaba con su caída de hojas.



Salgo afuera a empaparme bajo esta tromba.
Necesito lavar todos los pecados de mi carne,
y rejuvenecerla en el contacto con las lágrimas
de nube que lloran por mis antepasados de hombre.


sábado, 27 de febrero de 2010

Uno de esos raros libros que no mueren nunca


El Conde Lucanor
Códice del siglo XIV
(Ejemplar anterior a la invención de la imprenta)


A los que son humildes, Dios mucho los ensalza,
mientras que a los soberbios los hiere como maza.

No esperéis que nadie por bien de su amigo
pierda de lo suyo lo que vale un higo.

Con ayuda de Dios y con un buen consejo
salva el hombre su vida y llega a viejo.

En cosas sobre las que hay muchos pareceres
no se puede dar regla alguna.

Por miedo de las críticas no dejéis de hacer
lo que más conveniente pareciere ser.

Muchos nombran a Dios y hablan de Él,
pero pocos andan por sus caminos.

No es inteligente el que cree que entenderá
lo que sobrepasa el entendimiento.

El que prepara lazos para que caigan otros
acabará por caer en alguno de ellos.

Quien se tenga por caballero
debe tratar de emular este salto
y no encerrarse en un monasterio
a servir a Dios tras muro alto.

El que esté bien sentado, no se levante.

Retrato del infante don Juan Manuel en la catedral de Murcia

Mejor es andar desnudo que cubierto de malas obras.

La vergüenza es origen de todos los bienes;
por vergüenza hace el hombre lo que no quiere.

Quien siembra a destiempo no se maraville
que la cosecha no resulte buena.

Quien te alaba lo que tú no tienes,
cuida que no te quite lo que tienes.

Para que los males no puedan llegar,
su raíz al comienzo debemos cortar.

Nadie debe aplazar sus buenas obras
para que no se le enfríen los buenos deseos.

En las cosas ciertas confiad
y las fantásticas evitad.

Mejores esperanzas puede tener
el que va por el camino derecho
y no halla lo que busca,
que el que lo encuentra por mal camino.

Estando protegido de otros daños,
evitad que os lo causen los extraños.

Feo es ayunar con la boca sola
y pecar con el resto del cuerpo.

Castillo de Peñafiel (Valladolid), donde el infante don Juan Manuel escribió gran parte de sus obras


Por pobreza nunca desmayéis,
pues otros más pobres que vos veréis.

El que te alaba más de lo justo
te difamará con la misma falta de mesura.

Del que vuestra ayuda no agradeciere,
menos ayuda tendréis cuanto más alto subiere.

Hay que escoger muy bien a los amigos
antes de fiarse ni aventurar mucho por ellos.

No te asustes nunca sin razón,
mas defiéndete bien como varón.

Quien nos dice la verdad con cariño
es porque nos quiere;
quien nos lisonjea, nos aborrece.

Gana el tesoro que es verdadero
y no te preocupes del perecedero.

No debe nadie creer que no se le atreva,
apoyado por otros,
el que se atreve a otros apoyado por él.

Por miedo no os obliguen a atacar,
pues siempre vence el que sabe esperar.

Si por descanso o deleites fama perdemos,
al acabar nuestra vida deshonrados quedaremos.


Escudo heráldico del infante don Juan Manuel, que era nieto de un rey (Fernando III el Santo) y sobrino de otro (Alfonso X el Sabio)


No te hagas mucho de rogar
en lo que te pueda beneficiar.

El dolor grande nos hace olvidar el dolor pequeño.

No te quejes de lo que Dios hiciere,
que será por tu bien cuando Él quisiere.

A quien sólo tiene amigos por lo que les da,
le durarán poco.

Al que enemigo tuyo solía ser
nunca le debes en nada creer.

Con la bendición del padre
se conservan las casas de los hijos,
con la maldición de la madre
se hunden hasta los cimientos.

Nunca aventures tu riqueza
por consejo del que vive en la pobreza.

El amor puede convertir el mucho amor en odio.

No pierdas un amigo provechoso
por lo que de él te diga el mentiroso.

Tal como uno es busca la compañía.


Castillo de Alarcón (Cuenca) en el que don Juan Manuel también halló lugar para escribir, a pesar de tantas pendencias guerreras en las que se involucró para satisfacer sus ambiciones

No comas siempre de lo que has ganado,
mas vive de modo que mueras honrado.

De la mucha confianza nace el menosprecio.

Por sus dichos y hechos puedes conocer
lo que el mancebo llegará a ser.


Verá la que se casa con buen hombre
aumentar sus riquezas y nombre.

Muchas cosas parecieron grandes en el pasado
y hoy no lo parecen ni son estimadas.

No debe nadie fiar en la suerte,
pues cambian los tiempos y cambia la suerte.

Desde el comienzo debe el hombre decir
a la mujer cómo han de vivir.

Haz siempre bien y evita la ocasión
de que duden de tu buena condición.

El hombre es el más imperfecto de todos los animales,
pues no tiene nada suyo con qué cubrirse.

Cosas que parecen hechas sin razón,
se ven de cerca qué buenas son.



Disimula todo aquello que pudieres,
venga sólo lo que forzosamente debieres.


Más daño recibimos del que se nos opone
que beneficio del que nos ayuda.

A quien no te agradezca lo que has hecho
no sacrifiques nunca tu provecho.

Si algo que te conviene puedes hacer
no hagas con dilaciones que se pueda perder.


Al que te aconseja alejarte de tus amigos
le es más dulce el engaño que los higos.

Si Dios te diere seguridad,
piensa en la muerte y la eternidad.

Si al principio no te muestras como eres,
no podrás hacerlo cuando tú quisieres.

Más vale pasar hambre que comer lo que nos hará daño.

De la resolución que airado tú tomares,
te arrepentirás cuando bien te informares.

La honra y el descanso no hacen juntos morada;
esto tened por cierto, que es verdad probada.

El que quiera conseguir lo que desee
debe conformarse con desear
lo que le sea posible conseguir.


[Fuente empleada: Don Juan Manuel: El conde Lucanor, Madrid, Castalia, 1990, 12ª edición, (Colec. "Odres nuevos"), versión en español moderno de Enrique Moreno Báez, 254 págs.]


A quien por codicia la vida aventura,
las más de las veces el bien poco dura.

Si guerra no pudieras dejar de tener,
ataca al más cercano, no al de mayor poder.

El sabio sabe ganar perdiendo y perder ganando.

Si quieres ganar eterna salvación,
haz bien mientras vivas con recta intención.

Si alguna cosa hicieres que grande no fuere,
haz también algunas de ésas cuya fama nunca muere.

El Bien vence al Mal por medio del bien;
aguantar al malo, ¿qué ventaja es?

El que sabe cree que no sabe;
el ignorante es el que cree saber.

Huir del peligro es mayor seguridad
que la que ningún amigo te puede dar.

El que en Dios no pone su confianza
tendrá mala muerte y sufrirá malandanzas.

El bien que hagas nunca será perdido,
aunque algunos se porten mal contigo.

Juzgar por las obras, no por la apariencia,
en esto consiste del vivir la ciencia.

Procúrate siempre muy bien guardar
del que al hacerte mal muestra pesar.

Don Juan Manuel
(Toledo, 1282 - Córdoba, 1348)

viernes, 26 de febrero de 2010

El escritor que manifiesta lo que nadie osa decir


Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez
(Cartagena, 1951)

ESA GENTUZA

Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos.


Palacio del Congreso de los Diputados en la Carrera de San Jerónimo

Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio.


Hemiciclo del Congreso de los Diputados


No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre. Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas.


Carme Chacón Piqueras
(Esplugues de Llobregat, 1971)
Ministra de Defensa sin servicio militar y anterior Ministra de Vivienda

Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.


Leire Pajín Iraola
(San Sebastián, 1976)
Ex-diputada por Alicante y actual senadora en las Cortes Valencianas

Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales.



Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado -ahí no hay discrepancias ideológicas- el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común.



Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día. De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.

(Artículo de opinión escrito por Arturo Pérez-Reverte y publicado en "El País Semanal" el domingo 5 de julio de 2009)

jueves, 25 de febrero de 2010

La fuerza de una música que también languideció



MY SHARONA

Oh, my little pretty one, pretty one!
When you are gonna give me some time, Sharona?
Oh, you make my motor run, my motor run!
Gun it comin' off the line, Sharona.
Never gonna stop, give it up. Such a dirty mind.
Always get it up for the touch of the younger kind.
My, my, my, ay, ay, woo! My, my, my, my Sharona!


Bruce Gary, Doug Fieger, Berton Averre y Prescott Niles


Come a little closer, huh, ah! Will ya? Huh!
Close enough to look in my eyes, Sharona!
Keeping it a mystery gets to me
running down the length of my thighs, Sharona.
Never gonna stop, give it up. Such a dirty mind.
Always get it up for the touch of the younger kind.
My, my, my, ay, ay, woo! My, my, my, my Sharona!


Bruce Gary
(California, 1951 - 2006)


When you are gonna give it to me, give it to me?
It is just a matter of time Sharona?
Is it just destiny, destiny?
Or is it just a game in my mind, Sharona?
Never gonna stop, give it up. Such a dirty mind.
Always get it up for the touch of the younger kind.
My, my, my, ay, ay, woo! My, my, my, my Sharona!

(Hit de 1979 compuesto por Doug Fieger y Berton Averre e interpretado por el grupo "The Knack")

Bruce Gary (batería), Doug Fieger (vocalista), Prescott Niles (bajo) y Berton Averre (guitarra)


QUERIDA SHARONA

¿Cuándo vas a concederme un poco de tiempo?
Tú, que consigues revolucionar
los resortes del motor de mi cuerpo.
Por favor, ven disparada hacia mí
y pasa de todo, deja a la gente sola.
Nunca voy a parar de pedírtelo,
jamás voy a renunciar a ti.
Inflamas mis fantasías eróticas
hambrientas de tu piel suave y fresca.


Doug Fieger a los 27 años

Acércate un poco más a mí,
al menos lo bastante como
para que puedas mirarme a los ojos.
Sigue resultándome un misterio
por qué tiemblan mis piernas
cuando estoy en tu presencia.
Debe ser que tengo una mente sedienta
que sueña saciarse con tus caricias.


Sharon Yvonne Stone
(Meadville, Pennsylvania, 10 de marzo de 1958)

¿Cuándo vas a darme lo que ansío?
¿Es sólo una cuestión de paciencia?
¿No crees que mi destino va unido al tuyo?
¿O se trata del juego mental de mis deseos?
Sea lo que fuere no voy a detenerme.
Mi corazón arde en el fuego de quererte
hasta quemarme junto a ti en un lecho.


Douglas Lars Fieger
(Detroit, 1952 - 2010)

miércoles, 24 de febrero de 2010

A los que hirió el amor a la literatura de veras


"El poeta pobre"
Carl Spitzweg
(Alemania, 1808 - 1885)

EL OFICIO DE VERSAR PROSAS

Querer ser escritor es intentar emborrachar
la vista de páginas, confundiéndose las líneas
de tanto leer, indagar, medir y sostener
la voluntad de pergeñarlas pese a estar todo
dicho antes de manera mejor y conclusiva.
Ahogarte en medio de un mar de libros, aplastarte
bajo el peso de tantas biografías truncadas,
tantos buenos autores que mucho más merecieron
una gloria que como siempre les alcanzó póstuma
y tú no tienes ningún derecho a ortopedizarla.
Pretender buscarse un solitario hueco propio
en la literatura es una afrenta deleznable
a la que ningún esfuerzo te hará acreedor.



Equivale a quemar tu vida en disquisiciones,
buscar las reseñas de tus obras en las revistas
y no encontrar ninguna mención de tus desvelos.
No hallar más gratificaciones que el oculto
vicio ciego de tu vocación oscura a solas.
Escribir es rodearte de extravagantes amigos,
esas referencias que te acompañan y estimulan,
pero también topar con el menosprecio del público,
la indiferencia lectora, las puyas de colegas
y la preterición de los literatos establecidos.



Publicar es al fin mostrar lo que eres desnudo,
regodearte en un strip tease donde tus carencias
quedan al descubierto junto a tus pretensiones.
No van a tener piedad de ti, te ignorarán
o estarán siempre haciéndote que te perdonen.



Escribir es plantearte cuál va a ser la próxima
palabra, el siguiente verso, la irrumpiente frase,
contar la idea o el argumento que te ronda.
Testificar algún sentimiento, dejar constancia
de lo que piensas, de cómo es que ves el trasmundo
desde tus precipicios. Implica derrochar fuerzas
en una extrema agitación psiconeurótica,
o también tomar las cosas con calma, corregir
pruebas, implorar mecenas, no obtener ayuda.



Darte luego a conocer te permite entrar en la órbita
de otros compañeros, así como descubrir
que un hombre y su obra no tienen por qué guardar
cohesión alguna. Verás prestigios infundados
y obras benignas, plumillas ruines con proyección
personal beatífica. No faltará el poeta
pobre al que rehuyen u olvidan. El silenciarte
será, como a él, una mera cuestión crematística,
pues si no tienes poder o algún tipo de influencia
no es que te rechacen, no se acercarán a ti
por no temer que los eclipses. Pese a los pesares
y las adversidades, no te aflijas ni decepciones:
escribir es tu diván psiquiátrico, don vulgar
hecho de materia alfabética que mortifica.



Escribir debe ser tu obligación diaria nocturna
o durante la aurora. No importa que seas mediocre,
cuenta sólo la voluntad de superarte y esa búsqueda
de un grial o vana quimera que nadie captura.


martes, 23 de febrero de 2010

El escritor al que no le abandonó la poesía


Felipe Benítez Reyes
(Rota, Cádiz, 1960)


"Tertulia del café Pombo "
(1920)
José Gutiérrez Solana
(Madrid, 1886 - 1945)


EL CAFÉ

Ese viejo café de tertulias burguesas
evocado en los versos de Fernando Fortún
retrata una edad rosa de rímmel y marquesas,
de logias modernistas, de seda y calambur.

Un tiempo que me hubiese gustado conocer
(las trompas de Rubén, los desplantes de Valle),
dejando en mis poemas el habla de la calle
y el eco purpurado de Stéphane Mallarmé.

Me daría lo mismo malvivir en pensiones
si mis versos gozasen de la estima y respaldo
de Machado (Manuel) y Leopoldo Lugones.

Pero mi tiempo es otro. Malvivo en una casa
de quince habitaciones, mis versos van de saldo
y aquellos personajes son nombres del Espasa.


Gran Teatro del Liceo en Barcelona


EL ACTOR

Los focos han dañado mi vista y mi memoria.
Yo era Hamlet, don Juan o un noble caballero
del siglo diecisiete, sensual y aventurero.
Me halagaba el aplauso, despojo de la gloria.

Las fotos en la prensa, los cocktails... era hermoso
vivir, y era tan fácil. Por dentro, el decorado
se iba ya derrumbando. (El arte lo he pagado
más caro que la vida). Fui rico y licencioso.

Tuve lo que los hombres aprecian: tuve amores,
viajé por el mundo, tuve esa cosa vil:
la fama. Y al final no sé quién soy. Adiós,

el telón va a caer por vez última. Las flores
que espero son amargas. ¿Quedará algo de mí?
En los palcos del mundo mi nombre fue el de un dios.


"Memoria"
(1945)
René François Ghislain Magritte
(Lessines, 1898 - Bruselas, 1967)


RECUENTO

Todo lo que he perdido lo recuerdo.
Todo cuanto gané lo he despreciado.
El robo de la vida me dio fama.

Perdí mi corazón en una apuesta
y nunca tuvo dueño mi razón.

Rompí el cristal de luz de un espejismo
y no quise mirar lo que rompía.

El mundo lo he medido con mi sombra.

Y ahora no sé qué hacer con el que soy,
porque sólo soy ya quien se recuerda.

(Poemas entresacados de Benítez Reyes, Felipe: Vidas improbables, Madrid, Visor, 2009, Colección "Palabra de honor", 159 págs.)

lunes, 22 de febrero de 2010

La crisis basada en el beneficio a toda costa


Leopoldo Abadía es un ingeniero que confiesa no saber nada de economía, y sin embargo, ha logrado desentrañar el origen de la actual crisis capitalista utilizando una mezcla de raciocinio y sentido común. Según él, todo comienza cuando en el vértice de un entramado de empresas financieras alguien planifica y decide conceder créditos para la compra de una vivienda a personas NINJA: "No Income, No Job, no Assets", es decir, gente sin ingresos regulares, sin empleo estable ni propiedades. Esto se hizo de tal manera que la cantidad de efectivo prestada era superior al valor de la vivienda hipotecada, con lo cual los clientes de los préstamos decidieron adquirir muebles, coches o irse de viaje.
Cuando las dificultades para recuperar los créditos comenzaron, las entidades crediticias se dedicaron a embargar y vender de nuevo, obstaculizando o denegando créditos a quienes pretendían comprar a las tradicionales agencias inmobiliarias o emprender negocios por su cuenta. Encima, estas entidades crediticias obtuvieron inyecciones de dinero de los gobiernos, por lo que el negocio les salió redondo. Por contra, los originales beneficiarios estadounidenses tuvieron su momento de gloria y un amargo despertar del sueño americano. Tuvieron que declararse insolventes y ver cómo perdían la casa y lo que ya habían pagado por ella.


Abadía no se recata al considerar que en la raíz de toda esta crisis hay una falta de decencia absoluta. En efecto, se asumieron riesgos muy por encima de lo justificable. Lo malo es que todos aquellos ahorradores de todas partes del planeta que habían invertido en sus bancos más próximos desconocían que su dinero estuviese siendo utilizado de esa forma, esto es, reinvertido a su vez en productos que prometían alta rentabilidad a corto plazo.


El autor nos revela su catolicismo y da la impresión de ser un hombre a carta cabal. Propone el optimismo informado, la calma y el esfuerzo ilusionante para salir de esta situación. Su visión es coherente con la de la jerarquía vaticana: estamos recogiendo los frutos de una crisis de valores, algo en lo que estoy completamente de acuerdo. Esta crisis no sólo es otra cíclica más del mercado, es también la de un cambio de paradigma productivo fruto de la era informática y la de mucha gente que pretende vivir subsidiada sin dar un palo al agua. Claro que éstos datos serían sólo factores agravantes. El desencadenante lo constituye el afán de rendimiento económico desmesurado, a cualquier precio y de cualquier forma.

Leopoldo Abadía ha recogido en este libro el éxito que ha venido cultivando en su blog desde el año 2008. Es un caso excepcional de divulgador que ha sabido explicar con sencillez y claridad los meollos de una crisis enmarañada a los profanos en materia económica. Habría que felicitarle por hacer algo tan raro en las masas idiotizadas frente al televisor: pensar por sí mismo. Él lo ha hecho y merece toda clase de parabienes por no ser oscuro, retorcido ni taimado. Me alegra que el bien triunfe y con personas así cabe albergar esperanzas sobre algunos especímenes del ser humano. Enhorabuena, Leopoldo.

Leopoldo Abadía
(Zaragoza, 1933)