viernes, 19 de febrero de 2010

Los malos momentos de todos los inviernos



BORRASCA INMISERICORDE

El viento latiga los goznes sobre el tejado de la casa.
Los escucho crujir compungiéndose
en intermitentes rachas.
El agua se derrama rugiendo
con chirridos agonizantes,
mientras los relámpagos
fulminan la noche volviéndola blanca
y el silbar ululante del aire desbravado
me recuerda que en otros planetas
el clima es inhóspito e irrespirable.



Podría ser peor si hoy tocaran a la puerta
los soldados de las tropas napoleónicas,
como lo hicieron en Weimar hace doscientos años
para violar y saquear cuanto hallaron a su paso.
Se presentaban sucios,
con las espadas sangrientas
y los semblantes desencajados
por la rabia y el espanto
de los crímenes que habían cometido
y los que presenciaron.


Napoleón toma con su ejército la ciudad de Moscú en llamas


Mañana, si el tiempo amaina,
tendremos que hacer recuento
de los daños y reponer lo reparable.
Una nueva tromba henchida de ira
vuelve a la carga como presa
de un pánico atroz
ante una furia desatada.
Se emboza en mi ventana
y huye como un fantasma maligno
que lograse asustarme.



Árboles caídos, ramas, hojarasca,
canaladuras rotas, cosecha perdida,
lodazal, frutas por el suelo,
me esperan al alba.
Es nuestro destino.
Sólo somos súbditos del caos.


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