domingo, 21 de febrero de 2010

El mito de que los poetas son buenas personas



La inocencia es una forma candorosa de la ignorancia, y como tal suele disculpársela. Como inocencia, no como ignorancia. Cuando comencé en la niñez a escribir poemas inservibles tomando como modelo a los poetas reconocidos que leía, me inventé un Olimpo de gente tan impecable como los versos que escribían, pero fue un error en la mayor parte de los casos. Bien es cierto que mucho tiempo después me fui dando cuenta. Lo hubiera hecho antes de haber sido más sociable. Por lo que pude ir descubriendo, abundaba gente desequilibrada psicológicamente, esquizofrénica incluso, paranoica lo más probable. Ésos que Elton John llama lunáticos. En cada recital al que iba, siempre hacía acto de aparición un loco que discutía acaloradamente y se proclamaba como el Holderlin de su tiempo, aunque lo único que tuvieran en común fuera la locura.
Una vez recuerdo que en un periódico un grupo poético de nombre rimbombante pedía colaboraciones para un recital colectivo en religiosa ofrenda a la patrona de la isla en la que vivo. Cuando fui a entregar mi poema me encontré en un pasillo oscuro frente a una puerta cerrada tras la que escuchaba ruidos pero, por mucho que tocaba el timbre, no la abrían. Tuve que deslizar mis cuartillas por debajo de la puerta y de esos versos nunca más se supo. Creo que debieron tener la cortesía de haberme enviado un acuse de recibo, especialmente teniendo en cuenta que los poemas leídos luego en la infausta ceremonia fueron una suma de ripios propios de una caterva de ignorantes impresentables. ¿Cómo lo supe? Pues muy fácil, esa gentuza siempre mueve los hilos y toca las teclas necesarias para que unos políticos provincianos, en este caso concejales, les publiquen un mamotreto conjunto en el que la fe mariana brilla menos que el exhibicionismo impúdico de sus egos descomunales. La ignorancia es muy atrevida, ya se sabe, y cualquiera toma por poesía jugar con cuatro tópicos manidos que ya se han sobado desde mucho antes.


He visto narcisismo a espuertas en este mundo de la poesía. Gente tan elevada y exquisita como José Ángel Valente cometer la mezquindad de obsesionarse por arruinar la carrera o el prestigio de quien no bailaba al son de sus dicterios. Es fama que intentó anular a José Hierro porque le impedía ser el pope absoluto de la poesía metafísica o de la nada en la que él militaba como sumo sacerdote. Y eso que Pepe Hierro no iba en esa línea. Lo desacreditaba como poeta social porque esa corriente dejó de estar de moda. Ya ven qué arbitrarios y estúpidos pueden ser los que pretenden convertirse en maestros de ceremonias. Este tipo de ruindades son muy frecuentes en los poetas y los descalifican a mis ojos y a los de cualquiera que los tenga como yo bajo la frente. No parece sino que se tomaran la poesía como una pasarela donde hacer desfilar sus egos. La maledicencia reina por la espalda y no paran de despreciarse mutuamente, haciendo cierto lo que pensaban Plauto, Hobbes, Schopenhauer, Bukowski y tantos otros del ser humano: homo lupus homini.
No tienen la gallardía de encajar una mínima crítica, proyectan en los demás los defectos propios, no admiten la humildad ajena porque la toman por altanería disfrazada, son incapaces de adoptar puntos de vista con una perspectiva alejada en el tiempo y el espacio, se comportan como zorronas espiando lo que publican los colegas para destrozarlo con sus lenguas afiladas, y se creen la crema del pensamiento, cuando tanto la filosofía como la poesía han ido quedando magulladas, para no decir desprestigiadas, por las ciencias empíricas. Es la tecnología la que nos ha permitido explorar el espacio sideral, no la introspección poética. Deberían pues, hacer un ejercicio de contrición y modestia, en lugar de ir luciendo sus poemas como un clavel rojo en el ojal del que enorgullecerse, entre otras cosas porque casi siempre sus flores lucen marchitas o huelen a la naftalina de la chaqueta en la que se insertan. A continuación expongo una pequeña clasificación de poetas que no los abarca a todos porque probablemente me han quedado fuera muchos tipos de sinvergüenzas que en el planeta de los versos pululan:

TAXONOMÍA VATÍSTICA

Una reunión de poetas por lo común parece una conjura de necios. Un cónclave donde muchos no dudan en proyectar su ego antes que su obra. Está el poeta cadavérico de verso raquítico y lirismo esquelético. El poeta lumbrera procurando que nadie se le arrime para que no le hagan sombra. El poeta imbécil que escribe como un autómata. El que lo hace bajo los efectos de los psicotrópicos. El poeta idiota que concibe sus partos con amor de madre y se autoencumbra.



El poeta vago de los tres renglones y el resto de la hoja en silencio. El vanidosito a la violeta que sólo sabe que sabe tres cosas pero trata de aparentar muchas. El condolido famélico. El pesebrista mamón de subvenciones. El druida de inclinaciones culinarias homoeróticas. El que desconoce su valor intrínseco y lo busca en la falsa adulación de los colegas. El desdeñoso de los demás cuando no están presentes. El que despotrica de lo habido y por haber porque cree que como él ninguno hubiera. El introvertido que se onaniza para sus adentros. El beodo que confunde la poesía con el trastabilleo de la sintaxis en anacolutos. El ripioso vulgar y demagogo. El eterno cabreado. El inútil que no conoce otra forma de hacerse notorio. El gandul al que le cuesta escribir mucho. El purista que lo desdeña todo y a todos. El que procura silenciarte de cualquier forma. El que te mide según el prestigio que la chusma o los mangoneadores de los premios literarios te otorguen. El que se acuerda de ti y te trata bien para pedirte favores. El que pregunta todas las mañanas al espejo quién es el mejor poeta del universo. El que te traiciona a las primeras de cambio dejándote en la estacada o criticándote. El líder de los manifiestos incapaz de plasmarlos. El que se cree el más listo de todos. El ratero que busca medros, contactos y apaños de concursos. El plagiador sin que se note mucho. El narcisista que quiere ser amado como él se ama a sí mismo. El que se empeña en ser profeta de su tierra conminándote a leerle esto o lo otro. El que se considera una estrella supernova que rompe las tradiciones, pero no se da cuenta de que las necesita para romperlas. El que juzga a los demás estériles porque, salvo el suyo, todo intento versificador será baldío. La poetisa afligida y sollozadita como si se hubiera defecado en sus prendas íntimas. La agónica enamorada que siempre está, cual escarabajo pelotero, aglomerando la bola de estiércol de sus desamores. También aparece el poeta ignorante que escribe de sí mismo porque no tiene de qué escribir: exalta sus vivencias, reniega de la lectura, cuando en realidad teme la excelencia ajena. El que no quiere saber de otros escritores contemporáneos porque le desalientan y azoran. O el que considera modelo de perfección clásica y moderna la traducción de un haiku japonés o un rubaiyat persa. No es de extrañar que la poesía carezca de lectores. Lo raro debiera ser que aún tenga quienes la escriban.

2 comentarios:

  1. Antes de nada y si me lo permites, enhorabuena por tu blog, Andrés. Después de leer este artículo no puedo dejar de pensar en un capítulo del Quijote, el del escrutinio de los libros, aunque en este caso, sería el escrutinio de los poetas. Llevas razón en parte de lo que dices,que poetas y falsos poetas "habeilos, hailos", pero una de las características de la poesía es su polifacética lectura. La poesía es todo lo que se siente, poesía eres tú ( como decía el romántico de ricitos ), o soy yo. Particularmente me interesa la creación poética, no el poeta y sus circunstancias que, seguro son muchas y variadas.
    Me entristece leer que unos versos quedaron callados en una cuartilla deslizada por debajo de una puerta de un pasillo oscuro. Esos versos quizá probaron la crueldad que se esconde debajo de un zapato, pero esa insensible terapia no acaba con la poesía. Me encantaría conocer esos versos, si lo crees oportuno.
    Poesía para hablar. Poesía para soñar. Poesía para comunicar. Poesía para desahogar. En definitiva, poesía....
    Un abrazo, Andrés.

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  2. Noto con alegría que al descubrir esta página hallo en ella un oasis de buena poesía, de un estuidioso y amante de ella. Volveré

    Un saludo desde Medellín

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