Con los rescoldos del incendio aún candentes, el primer ministro británico reflexionó ayer en voz alta sobre las causas que se ocultan detrás de la destructora explosión de vandalismo y pillaje originada en Londres y contagiada más tarde a otras grandes ciudades británicas. David Cameron no ahorró autocríticas a la gestión del Gobierno, lo que le honra, y realizó un severo diagnóstico de los hechos que se puede resumir así: «Lo que vemos es falta de responsabilidad, un problema moral y político. Hay algo malo en nuestra sociedad y algunas partes están enfermas... Tenemos que curarlo».
Viñeta de Borja Montoro
Además de la violencia con la que se han comportado los grupos de maleantes, lo que más ha asombrado a los británicos ha sido la extrema juventud de sus integrantes, adolescentes de apenas 13 y 14 años muchos de ellos, que «piensan que el mundo les debe algo y que sus acciones no tienen consecuencias», como señaló Cameron.
Es decir, se trata de una generación que ha crecido sin ética ni principios morales, en un clima de egoísmo y con absoluta falta de responsabilidad. Es el resultado de haber minusvalorado el papel fundamental de la familia en la formación de los hijos y de haber convertido la etapa escolar en un mero trámite administrativo, sin exigencias éticas ni valores cívicos y morales. Cuando los principios de autoridad, responsabilidad, respeto mutuo y solidaridad desaparecen de la educación por ser considerados «conservadores», lo que se cosecha al cabo del tiempo son los frutos amargos de unas generaciones amorales, agresivas y marginadas. Los actos de pillaje de estos días no han surgido por generación espontánea ni obedecen a un complot, sino que son la consecuencia de haber descuidado los planes educativos, seguramente para hacerlos menos exigentes, y de no haber atajado el deterioro de las condiciones de integración de los jóvenes.
Tras varias legislaturas laboristas, la sociedad británica ha abandonado buena parte de los principios que la hicieron sólida y pujante en la época de Margaret Thatcher. Y lo cierto es que Cameron ha heredado una sociedad bastante peor que la que recibió Toni Blair. Son los errores de las políticas educativas y sociales del laborismo los que ahora han salido violentamente a la luz. En vez de abordar con rigor y visión de futuro los problemas que planteaban las bolsas de jóvenes inmigrantes en las grandes ciudades, Blair y Brown se limitaron a la política del subsidio y a rebajar los controles de calidad educativa.
Si alguna lección debemos extraer de los sucesos de Inglaterra es que la formación ética y en valores es la base imprescindible para que la sociedad se refuerce con nuevas generaciones bien equipadas intelectual y moralmente. De lo contrario, cuando por intereses ideológicos se deterioran esos principios, tarde o temprano la comunidad acaba pagando muy caro tal irresponsabilidad. No parece probable que en Madrid o en otras grandes ciudades españolas ocurra lo que en Londres, pero tampoco nos saldrán gratis las frivolidades, ocurrencias e imposiciones de la política educativa del Gobierno socialista, que ha situado a España a la cola del mundo occidental.
(Editorial publicado por "La Razón" el miércoles 10 de agosto de 2011)
London burning
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