María Sanz
(Sevilla, 1956)
NO SUEÑES
No sueñes, la verdad es otra apuesta.
Tú creías que estabas en lo cierto
de este mundo, a medias con tu vida,
dentro de algún azar determinado.
Fuiste sólo moneda
de amor, nada rentable,
cuerpo que, gota a gota,
se evaporó sediento.
Y la verdad yacía
entre desnudos falsos,
amarga suficiencia
para saldar tu goce.
No sueñes más. La suerte sigue echada
sobre el tálamo firme de los otros,
aquellos que escondieron sus mentiras
dentro de tu placer infortunado.
DEL AMOR ABATIDO
Sobre todas las cosas estaba su armonía,
su perfil nacarado, su luz equidistante.
Tus aguas invadieron tan dulce territorio
mientras una tormenta de hiel amenazaba.
Prendías su silueta en los lirios del valle
cegada por un sueño que jamás entendiste,
abrazando la noche cuando todo era día.
Resistieron los fríos el paso de su lumbre,
mientras tu corazón, de una en otra siega,
sofocaba el verano con arroyos letales.
Oh, cúpula agitada por la fusta del viento,
lugar donde pusiste tus ojos ateridos,
emoción sin retorno convertida en un pájaro.
Pero despierta. Nunca podrás sustituirle,
y su ausencia cabalga feliz por tu llanura
del amor abatido, sangrando de belleza.
PENÚLTIMO INVIERNO
De nuevo llega el frío a encubrir la derrota,
un sol abovedado rondando los almagres
con lasitud cautiva del crepúsculo yerto.
De nuevo ejerce el frío su caridad de mármol.
Cuántos cristales rotos dentro de tu esperanza,
mientras ya has consumido la luz del día siguiente
sin conocer qué hondura, qué larga incertidumbre
serán espejos tuyos para estáticos grises.
Ahora que la vida vuelve a darte la espalda,
el frío busca sitio en lo que conquistaste
con tanto corazón como desvalimiento,
dejándote en su nombre un pálpito de nieve.
Quién pudiera saber si habrá más estaciones
aguardando el deshielo del amor fracasado,
si quedarán vestigios de claridad, ahora
que tu vida padece su último invierno.
TODA LA LLUVIA
En la tierra mojada de tu cuerpo
ha vuelto a diluviar. Qué bruscamente
se desbordaron todas las ausencias.
Una calle, sus pálidas farolas,
el infinito gris donde acechaban
tu rostro los calados transeúntes,
qué escenario tan fiel para rendirse
a la culpable realidad de ahora.
En la tierra sagrada de tus sueños
siguen brotando los atardeceres,
se abandonan a un vértigo desnudo
que los hace romperse en mil relámpagos.
Pero toda la lluvia no es bastante
para anegar tu digna decadencia.
Una ciudad vacía, sus alberos
mojados de dolor, qué inútilmente
fueron el lecho donde te vertiste.
[Poemas de María Sanz incluidos en su libro: Danaide, Sevilla, Vandalia, 1ª edición, 2012, (II Premio Iberoamericano de Poesía "Hermanos Machado"), pp. 80]
Portada del poemario
Muchas gracias, amigo Andrés, por incluir mis poemas en tu blog. Saludos cordiales.
ResponderEliminarLeyendo su libro fui feliz. Sentí el placer de la autenticidad. En sus versos capté hondura lírica, meditación demorada, decepción profunda y el temblor de existir.
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