jueves, 15 de septiembre de 2016

Sobre la rebelión judía contra el imperio de Roma

  
La fotografía es de Oliver Wood
 
BEN-HUR
(2016)
 
La tercera versión cinematográfica de la novela de Lew Wallace publicada en 1880, tras las anteriores de 1925 y 1959, podría venir a confirmar la ausencia de nuevas ideas en el panorama artístico visual, o más bien el recurso a la grandiosidad para salir del atolladero de la crisis de recaudación en las taquillas. Cuando el mundo del cine se ve amenazado suele utilizar las superproducciones para combatir sus males. Ocurrió al inicio de la década de los setenta con películas espectaculares sobre catástrofes (“Aeropuerto” [1970], “El coloso en llamas” [1974], “Terremoto” [1974],) y eso que en aquella época el gran rival a batir era el televisor. Hoy parece que la apuesta está perdida de antemano, pues rodar “Ben-Hur” costó 100 millones de dólares y hasta el momento sólo ha logrado recaudar un poco más de la mitad.
 
 
El cine es una poderosa máquina del tiempo,
la única capaz de trasladarnos al pasado
 
Y es una lástima, porque el trabajo realizado es impecable. Ciertamente, la carrera de cuadrigas en el Circo Máximo fue hecha con el apoyo de la informática, confiriéndole un grado de irrealidad y frío distanciamiento, pero las escenas de la batalla naval bastarían para justificar que Timur Bekmamvetov dirigiera esta cinta. El respeto a la realidad histórica en el saludo romano (primero golpeando el pecho con el puño y luego alzando el brazo), en los golpes de tambor que dirigen a los remeros en las galeras, la increíble interpretación de Toby Kebbell como Mesala y de Pilou Asbaek en la piel de Poncio Pilatos, la recreación de Jerusalén en el pueblo de Matera y del Circo para la competición con los delfines vertiendo agua para indicar el número de vueltas recorridas, en fin, todo en este largometraje de 124 minutos de duración denota un exquisito cuidado hasta en el más mínimo detalle.
 
 
Pilou Asbaek
(Copenhague, Dinamarca, 1982)
Da vida a un ladino Poncio Pilatos de forma impecable
 
Ningún actor desentona, ni siquiera Morgan Freeman haciendo de mercader nómada o Rodrigo Santoro en el papel de Jesucristo. Precisamente, la visión que se ofrece de Jesús es la de alguien que no encaja en el grupo de resistentes zelotas al que pertenece. Mientras sus compañeros se dedican al terrorismo contra el imperio de Roma, él pide que amemos a los que odiamos, algo aparentemente absurdo y mucho más en aquella situación y aquel periodo histórico. Su papel es secundario, casi el del “loco de la colina”, sin la vertiente católica de ser considerado el hijo de Dios, sino más bien una especie de filósofo judío pedestre y utópico. El gran protagonista debía ser Judáh Ben-Hur, pero a pesar del gran esfuerzo de Jack Huston al encarnarlo, es Toby Kebbell el que destaca por su perfecta caracterización como soldado romano.
 
 
Toby Kebbell
(Yorkshire, Inglaterra, 1982)
Logra crear el personaje de un oficial romano de modo inolvidable
 
La música de Marco Beltrami es mayestática y los efectos especiales elaborados por un equipo a cuyo frente se puso Andy Williams superan las expectativas y rozan la perfección. Los actores secundarios lograron elevar el tono de la película, especialmente Nazanin Boniadi en el papel de Esther, así como los diálogos trabajados por los guionistas John Ridley y Keith R. Clarke son pertinentes y rebosan inteligencia y lacónica sabiduría. Es una lástima que la industria del cine no haya dedicado un esfuerzo económico tan grande para filmar las gestas de Julio César, habiéndolo hecho con Alejandro Magno y la Guerra de Troya. Este “Ben-Hur” parece que no era necesario y en parte, quizá por eso, haya sido castigado con escasa afluencia de público.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
 
Jack Huston
(Londres, Inglaterra, 1982)
Las imágenes de la batalla naval son la gran aportación
de este "remake" a las dos adaptaciones anteriores

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