La fotografía es de Oliver Wood
BEN-HUR
(2016)
La tercera versión
cinematográfica de la novela de Lew Wallace publicada en 1880, tras las
anteriores de 1925 y 1959, podría venir a confirmar la ausencia de nuevas ideas
en el panorama artístico visual, o más bien el recurso a la grandiosidad para
salir del atolladero de la crisis de recaudación en las taquillas. Cuando el
mundo del cine se ve amenazado suele utilizar las superproducciones para
combatir sus males. Ocurrió al inicio de la década de los setenta con películas
espectaculares sobre catástrofes (“Aeropuerto” [1970], “El coloso en llamas”
[1974], “Terremoto” [1974],) y eso que en aquella época el gran rival a batir
era el televisor. Hoy parece que la apuesta está perdida de antemano, pues
rodar “Ben-Hur” costó 100 millones de dólares y hasta el momento sólo ha
logrado recaudar un poco más de la mitad.
El cine es una poderosa máquina del tiempo,
la única capaz de trasladarnos al pasado
Y es una lástima, porque el
trabajo realizado es impecable. Ciertamente, la carrera de cuadrigas en el
Circo Máximo fue hecha con el apoyo de la informática, confiriéndole un grado
de irrealidad y frío distanciamiento, pero las escenas de la batalla naval
bastarían para justificar que Timur Bekmamvetov dirigiera esta cinta. El
respeto a la realidad histórica en el saludo romano (primero golpeando el pecho
con el puño y luego alzando el brazo), en los golpes de tambor que dirigen a
los remeros en las galeras, la increíble interpretación de Toby Kebbell como
Mesala y de Pilou Asbaek en la piel de Poncio Pilatos, la recreación de
Jerusalén en el pueblo de Matera y del Circo para la competición con los
delfines vertiendo agua para indicar el número de vueltas recorridas, en fin,
todo en este largometraje de 124 minutos de duración denota un exquisito
cuidado hasta en el más mínimo detalle.
Pilou Asbaek
(Copenhague, Dinamarca, 1982)
Da vida a un ladino Poncio Pilatos de forma impecable
Ningún actor desentona, ni
siquiera Morgan Freeman haciendo de mercader nómada o Rodrigo Santoro en el
papel de Jesucristo. Precisamente, la visión que se ofrece de Jesús es la de
alguien que no encaja en el grupo de resistentes zelotas al que pertenece.
Mientras sus compañeros se dedican al terrorismo contra el imperio de Roma, él
pide que amemos a los que odiamos, algo aparentemente absurdo y mucho más en
aquella situación y aquel periodo histórico. Su papel es secundario, casi el del
“loco de la colina”, sin la vertiente católica de ser considerado el hijo de
Dios, sino más bien una especie de filósofo judío pedestre y utópico. El gran
protagonista debía ser Judáh Ben-Hur, pero a pesar del gran esfuerzo de Jack
Huston al encarnarlo, es Toby Kebbell el que destaca por su perfecta
caracterización como soldado romano.
Toby Kebbell
(Yorkshire, Inglaterra, 1982)
Logra crear el personaje de un oficial romano de modo inolvidable
La música de Marco Beltrami es
mayestática y los efectos especiales elaborados por un equipo a cuyo frente se
puso Andy Williams superan las expectativas y rozan la perfección. Los actores
secundarios lograron elevar el tono de la película, especialmente Nazanin
Boniadi en el papel de Esther, así como los diálogos trabajados por los guionistas
John Ridley y Keith R. Clarke son pertinentes y rebosan inteligencia y lacónica
sabiduría. Es una lástima que la industria del cine no haya dedicado un
esfuerzo económico tan grande para filmar las gestas de Julio César, habiéndolo
hecho con Alejandro Magno y la Guerra de Troya. Este “Ben-Hur” parece que no
era necesario y en parte, quizá por eso, haya sido castigado con escasa
afluencia de público.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
Jack Huston
(Londres, Inglaterra, 1982)
Las imágenes de la batalla naval son la gran aportación
de este "remake" a las dos adaptaciones anteriores
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