Son dos horas de acción en algún lugar remoto del universo
ALIEN: COVENANT
(2017)
Ésta es sólo una de las precuelas previstas para “Alien: el octavo
pasajero” (1979) que trata de explicar el origen del monstruo protagonista en
un planeta lejano y cómo se infiltró en la nave “Covenant”. Treinta y ocho años
después de la película que está dando origen a toda una saga, Ridley Scott
escarba en la génesis de la maléfica criatura con la ayuda de los guionistas Dante
Harper y John Logan. La superproducción tuvo un coste de 97 millones de dólares
que afortunadamente se ha saldado con más de 233 millones de recaudación.
Gracias a este éxito cabe esperar más apuestas de terror y ciencia ficción en
manos de este director.
Hans Ruedi Giger
(Coira, Suiza, 1940 - Zúrich, 2014)
Un genio del que afortunadamente se conserva parte de su obra en un museo personal dedicado a sus creaciones en el pueblo suizo de Gruyères
La escenificación resulta gótica
y sombría en gran parte del metraje. Un inicio de carácter filosófico,
cuestionándose el origen de la vida racional, abre paso a la espectacularidad
de una gigantesca nave, la "Covenant", de la que surgirá un módulo de aterrizaje para explorar
de dónde vienen unas señales de radiación que parecen humanas. Su destino en
principio era el planeta “Origae-6”, pero cambiarán el rumbo para investigar la
procedencia de los ruidos por si se tratara de algún humano pidiendo socorro. Es
de lamentar la ligereza con la que aquí el personaje Tennessee, interpretado
por Danny McBride, lleva puesto un sombrero de cowboy que resta credibilidad a
la historia. Las fanfarronadas con las que la tripulación afronta las
situaciones de riesgo excesivo tampoco son adecuadas ni muy verosímiles y
parecen más una concesión a esa clase de público que busca diversión
grosera antes que seriedad en los planteamientos.
Hans Ruedi Giger seguramente tuvo un vasto campo de inspiración en el implacable mundo de los insectos para concebir los endriagos que diseñó
Salvando estos dos matices
negativos y anecdóticos, la cinta se digiere bien y colma las expectativas de los adictos
al género del terror alienígena y viscoso. No hay compasión por las víctimas
que van muriendo infectadas o debido a los ataques de los depredadores
neomorfos. La maldad del ser humano se proyectará incluso más allá de sus
propias limitaciones físicas con la creación de un androide artificial llamado
Walter que será la prolongación de su propio espíritu perverso y destructivo.
Otro androide idéntico, David, expondrá la mejor cara de las virtudes humanas,
pero morirá a manos de su mellizo biónico maligno precisamente en el ejercicio
de la responsabilidad moral con la que fue creado.
Michael Fassbender
(Heidelberg, Alemania, 1977)
Frente a frente con la mala bestia que quiere aniquilarnos
Michael Fassbender interpreta a
estos dos robots y lo hace de una forma tan increíble que se convierte en el impacto
más perdurable del largometraje. Su dramatización excede lo que cabría esperar
de un actor. Alcanza una perfección inimaginable. Sus movimientos, la dureza de
su expresión facial o la manera de hablar consiguen que no sea necesario
revestirlo de apósitos metálicos para que parezca un humanoide. Para colmo, se
desdobla haciendo de Walter y de David, parangonando el mito bíblico de Caín y Abel.
Solamente por ver su trabajo estaría justificado disfrutar de este largometraje, que no todo van a ser efectos especiales en la viña del espectador.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
Katherine Waterstone
(Londres, Inglaterra, 1980)
Al igual que la enchufada Sigourney Weaver no era la actriz más apropiada en su momento por sus insulsas dotes interpretativas, esta mujer con su carita de niña inocente que nunca ha roto un plato no da la imagen de militar duro necesaria para el papel que realiza
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