El juego favorito de los nacionalistas catalanes radicales:
montar el número de quemar la bandera constitucional española
NO SON DEMÓCRATAS
De Carme Forcadell, la primera
vedette de la gran compañía de "Junts pel Sí" en la corrala de comedias del
Parlament, se ha escrito alguna vez que constituiría una adversaria en verdad
temible si sus luces estuviesen a la altura de su fanatismo. Aunque también se
ha escrito que no parece ser ése el caso. Nadie se extrañe pues de que,
descartadas de entrada Hannah Arendt y Simone Veil, el modelo en el que ayer
pareció buscar inspiración Forcadell antes de salir a escena más bien recordase
el de Chus Lampreave en "Mujeres al borde de un ataque de nervios". El caos fue
absoluto, total.
Carme Forcadell Lluís
(Cherta, Tarragona, Cataluña, España, 1956)
Cuando sumas la soberbia a la menopausia tras una larga trayectoria en la docencia teórica y manipulada, pero además le añades la creencia en la acción con el paraguas de la impunidad absoluta, tienes como resultado a esta impresentable que rompe todos los espejos en que se mira
La Charanga del Tío Honorio
pasaría por un seminario restringido del Círculo de Viena ante el chusco
vodevil que maquinó la buena señora con el afán doloso de burlar la querella de
la Fiscalía. Afán inútil por lo demás. Y es que Forcadell, de profesión "sus
labores de agitación en la ANC", ha conseguido el más difícil todavía. En un
insólito alarde de virtuosismo, tal que si ansiase pasar a la Historia como la
primera mujer que refutó el Principio de Peter (o de Pere), Forcadell logró que
incluso Joan Ridao, el antiguo portavoz de ERC en las Cortes Generales y actual
miembro por oposición del cuerpo de letrados del Parlament, la desautorizase al
tácito modo. Sépase que ninguno de los letrados, ergo tampoco Ridao, concedió
avalar esa treta colegial suya, la de tramitar clandestinamente la ley
reguladora de la asonada. Ni Ridao.
Artur Mas i Gavarró
(Barcelona, Cataluña, España, 1956)
Inhabilitado por dos años y condenado a pagar más de 5 millones de euros por los gastos que costó el despropósito de la consulta secesionista del 9 de noviembre de 2014 convocada por él mismo, ya era hora de que la Justicia aplicase las leyes para frenar los delirios mesiánicos de su nacionalcatolicismo catalanista
No era empresa fácil, pero ella,
mujer tenaz, lo consiguió. Sólo Albano Dante Fachín Pozzi, el líder cesante de
"Podemos Cataluña", pugnaría por tratar de hacerle algo de sombra durante la
sesión plenaria. Sin excesivo éxito, procede admitir. «Yo soy dos y estoy en
cada uno de los dos por completo», predicó San Agustín. Y los de "Catalunya Sí
Que Es Pot", ese improvisado cajón de sastre que alberga a "Podemos" y otra docena
larga de siglas más en el Hemiciclo de la Ciudadela, padecen idéntica
esquizofrenia que el de Hipona. Así, mientras Coscubiela, ex secretario general
de Comisiones Obreras de Cataluña, hacía una defensa razonada de la legalidad
constitucional, el ciudadano argentino Fachín Pozzi (posee la doble
nacionalidad tras haber solicitado y conseguido el DNI español) se lanzó a una
muy encendida defensa de la causa de los separatistas. Al terminar, en fin,
sólo le aplaudieron ellos, los separatistas. De su grupo, nadie.
Carles Puigdemont Casamajó
(Amer, Gerona, Cataluña, España, 1962)
Un ex periodista deportivo que mejor estaría cubriendo los partidos del Reus contra el Nástic y un politicastro irresponsable que cree estar haciendo historia sin darse cuenta de que la realiza con una majadería somnífera y sin poseer ningún sentido del ridículo
No se cansan de repetir que esto
va de democracia. Lo dicen sin cesar, a todas horas, constantemente. Pero la
democracia, o por lo menos la democracia liberal, ese sistema de ordenar la
convivencia civil que rige en los países civilizados, no consiste en un método
de decisión, el basado en el sufragio universal, sino en una forma de vida
colectiva asentada en la aceptación del disenso.
Éste es el verdadero rostro de la imposición del pensamiento
único que se vive en Cataluña con el independentismo
De ahí que esto, su procés, vaya
de cualquier cosa menos de democracia. Si fuera de democracia, no habría, por
ejemplo, esteladas colocadas por probos funcionarios municipales en tantas y
tantas rotondas de acceso a pueblos, villas y ciudades de Cataluña. Pues en las
democracias genuinas, las de verdad, ocurre por norma algo absolutamente
inconcebible en Cataluña, a saber, que las instituciones públicas muestran una
exquisita neutralidad en los procesos de decisión política.
El estado ideal de los votantes para los soberanistas es el del borreguismo fanático desilustrado con juramento de fe ciega en el Santo Grial de la independencia de Cataluña y el odio a España
No, esto no va, ni en broma, de democracia. Ayer lo
volvieron a demostrar en el Parlament. Esto va de otra cosa mucho más fea. Va
de que Puigdemont y Junqueras, con el torpe auxilio de su apéndice Forcadell,
tratan de legitimar un golpe de Estado con la vieja y maloliente doctrina
jurídica de Carl Schmitt. El decisionismo, que por tal respondía el pensamiento
legal de los camisas pardas, se fundamentaba, es sabido, en la premisa de que
el Derecho depende en última instancia de una decisión política. Corolario
lógico: la voluntad política, llegado el caso, se sitúa por encima de la ley.
Esto es fascismo en estado químicamente puro. Igualito que aquí y ahora en
Cataluña. De democracia, nada de nada.
(Artículo de opinión escrito por José García Domínguez y
publicado por el periódico “El Mundo” el jueves 7 de septiembre de 2017)
José García Domínguez
(Lugo, Galicia, 1961)
Periodista
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