martes, 20 de noviembre de 2018

Aquel poeta vasco que sentía España en conjunto


Blas de Otero Muñoz
(Bilbao, 1916 - Majadahonda, 1979)
Poeta intimista y social

MADEMOISELLE ISABEL

Mademoiselle Isabel, rubia y francesa,
con un mirlo debajo de la piel,
no sé si aquél o ésa, oh mademoiselle
Isabel, canta en él o si él en ésa.

Princesa de mi infancia: tú, princesa
promesa, con dos senos de clavel;
yo, le livre, le crayón, le... le... oh Isabel,
Isabel... tu jardín tiembla en la mesa.

De noche, te alisabas los cabellos,
yo me dormía, meditando en ellos
y en tu cuerpo de rosa: mariposa

rosa y blanca, velada con un velo.
Volada para siempre de mi rosa
mademoiselle Isabel— y de mi cielo.


María Luisa Isabel de Orleans
(Versalles, 1695 - París, 1719)
La Mesalina de la Regencia

SU ÍNTIMO SECRETO

El soneto es el rey de los decires.
Hermoso como un príncipe encantado,
con una banda azul, cuadriculado
para que dentro de él ardas, delires.

Es preciso que bogues raudo y gires
entre sus olas y su muelle alzado:
quede tu pensamiento destrozado
cuando te lances de cabeza y vires.

Yo tengo en cada mano un buen soneto,
como dos remos de marfil y oro.
Yo conozco su íntimo secreto.

Es un silencio pronunciado a coro
por un labio desnudo, blanco, inquieto
y otro labio sereno, abril, sonoro.





EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.



BASTA

Imaginé mi horror por un momento
que Dios, él solo vivo, no existiera,
o que, existiendo, sólo consistiera
en tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento.

Y que la muerte, oh estremecimiento,
fuese el hueco sin luz de una escalera,
un colosal vacío que se hundiera
en un silencio desolado, liento.

Entonces, ¿para qué vivir, oh hijos
de madre, a qué vidrieras, crucifijos
y todo lo demás? Basta la muerte.

Basta. Termina, oh Dios, de malmatarnos.
O si no, déjanos precipitarnos
sobre Ti —ronco río que revierte.



POR AHÍ PASA LA MUERTE


Han pasado los años: sigo vivo,
y cansado, y tenaz hasta las heces;
cien veces que naciese, tantas veces
viviera y escribiera como escribo.

Puesto ya el pie desnudo en el estribo,
cito a morir, espejo en que apareces
doncel sin par, peón de doncelleces
en el tablero del azar cautivo.

Tarde de sol, ya tarde y peligroso
quebrar junto a las tablas el envite
instantáneo del tiempo presuroso.

Cruje la luz, la sombra suena al paso
del repentino y fugitivo quite,
fino percal tendido hacia el ocaso...


Estatua en el cementerio de Montmartre

PENÚLTIMA PALABRA

Dentro de poco moriré.
El zafarrancho de mi vida
toca a su fin. El alma está partida,
y el cuerpo a punto de partir. Lo sé.

Amé la vida, sin embargo.
Bien sabes tú que la amé mucho.
Aunque me expulsen de la vida, lucho
aún. Ancho el amor y el dolor largo.

Veo los ríos, me conmueven.
Contemplo un árbol, quedo absorto.
El mar inmenso me parece corto
de luces frente a muertos que se mueven.

He caminado junto al hombre,
Participé sus arduas luchas.
Muchos han sido los fracasos; muchas
más las conquistas que no tienen nombre.

Dentro de poco moriré.
Aquí está todo mi equipaje.
Cuatro libros, dos lápices, un traje
y un ayer hecho polvo que aventé.

Esto fue todo. No me quejo.
Sé que he vivido intensamente.
(Demasiado intensamente). Enfrente
está el futuro: es todo lo que os dejo.

[Poemas escritos por Blas de Otero incluidos en la antología: Expresión y reunión, Madrid, Alianza, 1997, 8ª reimpresión, (1ª edición de 1981), (introducción, notas y fijación del texto por Sabina de la Cruz), pp. 280]


El prólogo y las notas son de su segunda esposa

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