EL RUISEÑOR CANTABA
El ruiseñor cantaba. La noche era divina,
toda cendal de nieve, toda cristal azul;
y en el jardín de plata, la coruscante encina
alzaba entre la sombra su cúpula de luz.
El ruiseñor cantaba. Y en un ambiente extático
dormían las praderas. Cantaba el ruiseñor
y el viento flébil, alitendido y aromático
soplaba el adorable cantar de flor en flor.
Y repintó las cumbres la aurora ardiente y flava
y levantó la alondra su trino matinal
y abrió su seno el día mientras el ruiseñor cantaba
soñando en el nocturno misterio de cristal.
vino, la noche negra sus lumbres apagó,
y el ruiseñor cantaba como si la votiva
lámpara de la luna colgase de un crespón.
Estío, otoño, invierno, primavera... y el canto
surgía de las verdes entrañas del jardín
alegre o melancólico —ora risa, ora llanto—
inacabable y único, magnífico y sin fin.
El ruiseñor se había vuelto loco, se había
embriagado de luna, de sueño y de pasión
y cantaba, cantaba, como la poesía
que llevo en el oscuro jardín del corazón.
(Poema escrito por Luis G. Urbina)
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