miércoles, 15 de octubre de 2014

El inmortal poeta de los matices y la delicadeza


Publio Ovidio Nasón
(Sulmona, 43 a. C. - Tomis, 17 d. C.)
El poeta de todo lo humano y lo divino

NARCISSUS ET ECHO

(FRAGMENTUM)

O quotiens voluit blandis accedere dictis
et mollis adhibere preces! Natura repugnat
nec sinit, incipiat, sed, quod sinit, illa parata est
exspectare sonos, ad quos sua verba remittat.
Forte puer comitum seductus ab agmine fido
dixerat: 'ecquis adest?' et 'adest' responderat Echo.
Hic stupet, utque aciem partes dimittit in omnis,
voce 'veni!' magna clamat: vocat illa vocantem.
Respicit et rursus nullo veniente 'quid' inquit
'me fugis?' et totidem, quot dixit, verba recepit.
Perstat et alternae deceptus imagine vocis
'huc coeamus' ait, nullique libentius umquam
responsura sono 'coeamus' rettulit Echo
et verbis favet ipsa suis egressaque silva
ibat, ut iniceret sperato bracchia collo.


"Narciso mirándose en el agua"
Michelangelo Merisi da Caravaggio
(Milán, 1571 - Porto Ercole, 1610)

Ille fugit fugiensque 'manus conplexibus aufer!
Ante -ait- emoriar, quam sit tibi copia nostri';
rettulit illa nihil nisi 'sit tibi copia nostri!'
Spreta latet silvis pudibundaque frondibus ora
protegit et solis ex illo vivit in antris.
Sed tamen haeret amor crescitque dolore repulsae;
extenuant vigiles corpus miserabile curae
adducitque cutem macies et in aera sucus
corporis omnis abit;
vox tantum atque ossa supersunt:
vox manet, ossa ferunt lapidis traxisse figuram.
Inde latet silvis nulloque in monte videtur,
omnibus auditur: sonus est, qui vivit in illa.

(Publius Ovidius Naso, Metamorphoseon, Liber tertius, 375 - 401)


"Eco y Narciso"
Giovanni Antonio Pellegrini
(Venecia, 1675 - 1741)
(Museo Correr de la Plaza de San Marcos en Venecia)

NARCISO Y ECO

(FRAGMENTO)

¡Oh, cuántas veces quiso acercársele
con palabras zalameras
y dirigirle cariñosas súplicas!
La naturaleza se lo impide
y no le permite empezar;
pero –eso sí le permite- está presta
para esperar sonidos
a los que devolver sus palabras.
Quiso el azar que el zagal,
alejado del grupo de sus fieles compañeros,
gritara: “¿Hay alguien?”
y “¡Alguien!” respondiera Eco.
Se queda atónito y, tras dirigir
la mirada a todas partes,
grita con voz potente: “¡Ven!”;
llama ella a quien la llama.
Se vuelve él a mirar, y como nadie venía,
dijo: “¿Por qué huyes de mí?”, 
y escuchó tantas palabras
como él había pronunciado.
Se detuvo, y engañado por la ilusión
de una voz que contesta,
exclama: “¡Aquí, reunámonos!”,
y Eco, que jamás respondería
con más gusto a ningún otro sonido,
“¡unámonos!”, repitió.


"La ninfa Eco"
Alexandre Cabanel
(Montpellier, 1823 - París, 1889)

Secundando sus propias palabras
salió de la espesura
y se encaminaba a echar sus brazos
al cuello anhelado.
Huye él y mientras huye,
“¡quita esas manos, no me abraces!
¡Antes morir –dice- que puedas tú tenerme!”.
Ella no repitió más que “¡puedas tú tenerme!”.
Desdeñada, se esconde en la espesura
llena de vergüenza,
se cubre el rostro de ramas
y desde entonces vive en cuevas solitarias.
Aun así pervive el amor
y hasta crece con el dolor del rechazo;
el insomnio y la pena adelgazan
el cuerpo de la desdichada,
la demacración arruga su piel
y todo el humor corporal se evapora
por los aires. Sólo su voz y sus huesos
quedan; su voz perdura; los huesos,
dicen, adoptaron la forma de una piedra.
Desde entonces se oculta en la selva
y no se la ve por los montes;
todo el mundo la oye:
un sonido es lo que sobrevive de ella.

(Traducción de Antonio Ramírez de Verger y Fernado Navarro Antolín para las Metamorfosis de Publio Ovidio Nasón, obra publicada por Alianza Editorial, Madrid, 2010, 9ª reimpresión a partir de la 1ª edición de 1995 revisada en 1998, [colec. "Biblioteca temática", nº 8202],  pp. 612)

"Eco y Narciso"
John William Waterhouse
(Roma, 1849 - Londres, 1917)

No hay comentarios:

Publicar un comentario