martes, 21 de febrero de 2017

Sobre la repugnancia que dan los seres humanos

 
El funcionario egipcio que se halló en la necrópolis de Saqqara
(Escultura en caliza de los años 2480 - 2350 a. C.)
 
EADEM GESTA AETERNA
 
Murió el escriba que descansa sentado en el museo
del Louvre, el faraón Jendu al que servía y el dios
que los protegió. Murieron los soldados que Napoleón
dirigiera desde Egipto, los mamelucos del desierto,
 
beduinos y otomanos que también mató. Pasaron cientos
de generaciones muertas desde que el hombre se alzó
sobre sus cuartos traseros y en la sabana se adentró.
Unos en la guerra, otros por enfermedades, el acerbo
 
 
"Napoleón Bonaparte ante la Esfinge"
(1868)
Jéan-Léon Gérôme
(Vesoul, 1824 - París, 1904)
 
frío o el hambre. Pereció la justicia cada vez que era
atropellada. Urdieron tensiones sociales siempre vivas
la opresión de los grandes, la malignidad y las miserias
 
morales de la chusma mezquina. Cayó Darío de Persia
y Alejandro en Babilonia, desgarraron las insignias
de Roma, asesinaron a los Gracos y lo que hizo Grecia
 
se desestima. Nerón ordenó que se suicidara Séneca:
el mal siempre sale ganador, pero cuando vence se pinta
como bien justo y gratificante que alcanza sus metas.
 
(Poema escrito por Andrés González Déniz)
 
 
Darío III de Persia luchando en la batalla de Issos contra Alejandro Magno (Mosaico encontrado en la Casa del Fauno de Pompeya)
(Siglo I a. C.)
(Museo Arqueológico de Nápoles)

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