lunes, 23 de marzo de 2020

De quien escuchaba con sus ojos a los muertos

 
Francisco de Quevedo y Villegas
(Madrid, 1580 - Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645)
Retrato al óleo atribuido al pintor
Juan van der Hamen
(Madrid, 1596 - 1631)
(Instituto Valencia de Don Juan en Madrid)
 
LA MAYOR PARTE DE LA VIDA ES MUERTE Y NO SE SIENTE, PERO LA MENOR, QUE ES EL ÚLTIMO SUSPIRO, ES LA QUE DA PENA

Señor Don Manuel, hoy cuento yo cincuenta y dos años, y en ellos cuento otros tantos entierros míos. Mi infancia murió irrevocablemente. Murió mi niñez, murió mi juventud, murió mi mocedad, ya también falleció mi edad varonil. Pues, ¿cómo llamo vida a una vejez que es sepulcro, donde yo mismo soy entierro de cinco difuntos que he vivido? ¿Por qué, pues, desearé vivir sepultura de mi propia muerte y no desearé acabar de ser entierro de mi misma vida? Hanme desamparado las fuerzas, confiésanlo, vacilando, los pies, y temblando las manos; huyóse el color del cabello y vistióse de ceniza la barba; los ojos, inhábiles para recibir la luz, miran noche; saqueada de los años está la boca, ni puede disponer el alimento ni gobernar la voz; las venas para calentarse necesitan de la fiebre, las arrugas han desamoldado las facciones, y el pellejo se ve disforme con el dibujo de la calavera que por él se trasluce. Ninguna cosa me da más horror que el espejo en el que me miro.
 
(Carta a don Manuel Serrano del Castillo, 16 de agosto de 1635)
 
PRONUNCIA CON SUS NOMBRES LOS TRASTOS Y MISERIAS DE LA VIDA

La vida empieza en lágrimas y caca,
luego viene la mu, con mama y coco,
síguense las viruelas, baba y moco,
y luego llega el trompo y la matraca. 

En creciendo, la amiga y la sonsaca,
con ella embiste el apetito loco,
en subiendo a mancebo, todo es poco,
y después la intención peca en bellaca. 


Llega a ser hombre, y todo lo trabuca.
Soltero sigue a toda perendeca,
casado se convierte en mala cuca.
 
Viejo encanece, arrúgase y se seca.
Llega la muerte, todo lo bazuca,
y lo que deja paga, y lo que peca.
 
SALMO XXVI DEL HERÁCLITO CRISTIANO
 
Después de tantos ratos mal gastados,
tantas obscuras noches mal dormidas;
después de tantas quejas repetidas,
tantos suspiros tristes derramados;
 
después de tantos gustos mal logrados
y tantas justas penas merecidas;
después de tantas lágrimas perdidas
y tantos pasos sin concierto dados,
 
sólo se queda entre las manos mías
de un engaño tan vil conocimiento,
acompañado de esperanzas frías.
 
Y vengo a conocer que en el contento
del mundo compra el alma en tales días
con gran trabajo su arrepentimiento.
 
 
Convento de San Marcos en León, donde estuvo prisionero Quevedo desde 1639 hasta 1643 acusado de satirizar al Conde Duque de Olivares y espiar en favor de Francia  

MUESTRA EL ERROR DE LO QUE SE DESEA Y EL ACIERTO EN NO ALCANZAR FELICIDADES
 
Si me hubieran los miedos sucedido
como me sucedieron los deseos,
los que son llantos hoy fueran trofeos.
¡Mirad el ciego error en que he vivido!
 
Con mis aumentos propios me he perdido,
las ganancias me fueron devaneos;
consulté a la Fortuna mis empleos
y en ellos adquirí pena y gemido.
 
Perdí, con el desprecio y la pobreza,
la paz y el ocio; el sueño, amedrentado,
se fue en esclavitud de la riqueza.
 
Quedé en poder del oro y del cuidado
sin ver cuán liberal Naturaleza
da lo que basta al seso no turbado.
 
CUÁN NADA PARECE LO QUE SE VIVIÓ
 
"¡Ah de la vida!"... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido,
las Horas mi locura las esconde.
 
¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
 
Ayer se fue, mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue y un será y un es cansado.
 
En el hoy y mañana y ayer junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
 
SIGNIFÍCASE LA BREVEDAD DE LA VIDA
 
¡Fue sueño ayer, mañana será tierra!
¡Poco antes, nada; y poco después, humo!
¡Y destino ambiciones y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
 
Breve combate de importuna guerra,
si defensa soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.

Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
  hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
 
Azadas son la hora y el momento
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.
 
 
Celda del convento dominico de Villanueva de los Infantes donde falleció Quevedo el 8 de septiembre de 1645 sin cumplir los 65 años
 
PREVENCIÓN PARA LA VIDA Y LA MUERTE

Si no temo perder lo que poseo,
ni deseo tener lo que no gozo,
poco de la Fortuna en mí el destrozo
valdrá, cuando me elija actor o reo.
 
Ya su familia reformó el deseo,
no palidez al susto ni risa al gozo
le debe de mi edad el postrer trozo
ni anhelar a la Parca un rodeo.
 
Sólo ya el no querer es lo que quiero,
prendas del alma son las prendas mías,
cobre el puesto la muerte, y el dinero.
 
A las promesas miro como a espías,
morir al paso de la edad espero:
pues me trajeron, llévenme los días.
 
ARREPENTIMIENTO Y LÁGRIMAS
DEBIDAS AL ENGAÑO DE LA VIDA
 
Huye sin percibirse, lento, el día,
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca, y despreciada,
lleva tras de sí la edad lozana mía.
 
La vida nueva, que en niñez ardía,
la juventud robusta y engañada,
en el postrer invierno sepultada,
yace entre negra sombra y nieve fría.
 
No sentí resbalar, mudos, los años;
hoy los lloro pasados, y los veo
riendo de mis lágrimas y daños.
 
Mi penitencia deba a mi deseo,
pues me deben la vida mis engaños
y espero el mal que paso, y no lo creo.
 
CONOCE LA DILIGENCIA CON QUE SE ACERCA LA MUERTE Y PROCURA CONOCER TAMBIÉN LA CONVENIENCIA DE SU VENIDA
 
Ya formidable y espantoso suena
dentro del corazón el postrer día,
y la última hora, negra y fría
se acerca, de temor y sombras llena.
 
Si agradable descanso, paz serena
la muerte en traje de dolor envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
 
¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar piadosa viene
espíritu en miserias anudado?
 
Llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe, y mi vivir ordene.
 
(Poemas escritos por don Francisco de Quevedo y Villegas)
 
 
Glorieta de Quevedo en Madrid
(1902)
Obra del escultor
Agustí Querol Subirats
(Tortosa, 1860 - Madrid, 1909)

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