Un drama de calidad tan infrecuente como extraordinaria
PARÁSITOS
(2019)
La internacionalización del jurado de los Oscars ha ocasionado que esta obra de arte haya ganado en la categoría de mejor película con toda justicia. Un enredo inteligente que expone a dos clases sociales antagónicas que se parasitan mutuamente: una familia pobre que usufructúa los recursos de otra opulenta y esa misma familia rica que requiere de los servicios que aquellos asalariados le ofrecen, ignorando que son unos estafadores fingiendo no conocerse entre sí.
Al final de la historia se ejemplifica claramente que en economía no hay un almuerzo gratis cuando el chófer contratado tiene que hacer el indio junto con su jefe en una fiesta de cumpleaños. El padre del niño le recuerda que no tiene que hacerlo por amor, como él lo hace, sino que le gratificará pagándole ese tiempo como horas extras.
Los dos hijos de la familia humilde, Ki-jung y Ki-woo, acercándose a la ventana del retrete para intentar robar la señal "wi-fi" de algún vecino
Que este film haya obtenido también premios al mejor reparto o la Palma de Oro en Cannes demuestra que, en este mundo decadente de películas para adolescentes engreídos y autosatisfechos de sí mismos, todavía hay lugar para películas inteligentes con reminiscencias de cine clásico. Por otra parte, es curioso ver cómo la occidentalización de Corea del Sur se refleja en el contraste de una mansión lujosa y el sótano donde malviven los pobres. Una típica contradicción humana, especialmente en el capitalismo. Las calles con luces de neón y la comida rápida, los gestos y las conversaciones de los personajes dejan entrever que la alianza política de Estados Unidos con este país ha dejado una profunda huella. El matiz orientalizante lo pone la astucia asiática de los míseros defraudadores.
Ki-woo, Ki-taek, Chung-sook y Ki-jung: la familia menesterosa
En otro momento interesante del metraje la adinerada señora Yeon-kyo reflexiona con su criada que los ricos son buenas personas porque nadan en la abundancia, mientras los desasidos de la tierra incurren en la maldad porque tienen que hacer malabarismos para sobrevivir o progresar económicamente. Una justificación tonta y demagógica que obvia la maldad perversa. El elemento que simboliza la
lucha de clases está en el olor que desprende la clase de los zarrapastrosos. Precisamente
ese menosprecio por el olor mohoso que desprenden los pobres estuvo a punto de
desenmascarar a los timadores y terminará por pagarlo muy caro el millonario señor Park.
La deprimente escena de la inundación del estrecho apartamento donde viven los cuatro integrantes del clan familiar del patriarca Ki-taek plantea otra oposición: la lluvia, que limpia la atmósfera y puede ser tan fertilizante para el campo, permitiendo la pureza de que amanezca después un nuevo día soleado, esa misma lluvia es como una maldición para los miserables cuyo cuchitril se estropea y llena de aguas fecales.
La deprimente escena de la inundación del estrecho apartamento donde viven los cuatro integrantes del clan familiar del patriarca Ki-taek plantea otra oposición: la lluvia, que limpia la atmósfera y puede ser tan fertilizante para el campo, permitiendo la pureza de que amanezca después un nuevo día soleado, esa misma lluvia es como una maldición para los miserables cuyo cuchitril se estropea y llena de aguas fecales.
Cho Yeo-jeong (en el centro de la imagen, partiendo una tarta de cumpleaños) interpreta maravillosamente a Yeon-kyo, la esposa rica del señor Park que resulta ser tan ingenua como sofisticada. Logra encarnar el prototipo de mujer burguesa y superflua, encantadora y necia
Ésta es una película valiente, sin concesiones a la estupidez de lo políticamente correcto, con un guion trágico, muy elaborado, que hubiera agradado a Sófocles o al mismísimo Shakespeare. El tono lúgubre de la existencia de un búnker le confiere un carácter macabro sin que estén ausentes pinceladas de humor negro. El director y coguionista Bong Joon-hoo ha demostrado que se puede hacer una película amena sin incurrir en tópicos ni tonterías, derrochando talento. Parecía imposible, pero va a ser que para revertir la decadencia de Occidente van a ser necesarios los bárbaros, y en este caso, los coreanos.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
No hay comentarios:
Publicar un comentario