Dejemos que lo cante Charles Aznavour: "¡Qué profunda emoción, recordar el ayer cuando todo en Venecia me hablaba de amor! Ante mi soledad, en el atardecer, tu lejano recuerdo me viene a buscar. ¡Qué callada quietud, qué tristeza sin fin, qué distinta Venecia, si me faltas tú! Una góndola va cobijando un amor, el que yo te entregué dime tú dónde está. ¡Qué tristeza hay en ti, no pareces igual, eres otra Venecia más fría y más gris! El sereno canal, de romántica luz, ya no tiene el encanto que hacía soñar. ¡Qué callada quietud, qué tristeza sin fin, qué distinta Venecia si me faltas tú! Ni la luna al pasar tiene el mismo fulgor. Qué triste y sola está Venecia sin tu amor. ¡Cómo sufro al pensar que en Venecia murió el amor que jurabas eterno guardar! Sólo queda un adiós que no puedo olvidar: hoy Venecia sin ti qué triste y sola está".
Esta canción me hace imaginar lo que sería volver a Venecia viejo, enfermo y solo. Por fortuna, fui con salud en el mediodía de la edad madura con la madre de mis tres hijos y todo me pareció hermoso. Hasta el puente de los suspiros lo encontré joven, con un color blanco impoluto.
Esta canción me hace imaginar lo que sería volver a Venecia viejo, enfermo y solo. Por fortuna, fui con salud en el mediodía de la edad madura con la madre de mis tres hijos y todo me pareció hermoso. Hasta el puente de los suspiros lo encontré joven, con un color blanco impoluto.
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