Herakleia Lynkestis
(Siglo IV a. C.)
Ciudad fundada por Filipo II de Macedonia
LATIR DEL RÍO VÁRDAR
En este lento aroma del relente
escucho el rumoroso río Várdar.
Me envuelven con su calma inalterable
siglos que van fluyendo por su cuenca
legendaria, portando su caudal
crepúsculos, diamantes, imágenes de Skopje.
Lo escucho en el hogar fragante del estío
llevando entre sus aguas un antiguo rumor,
los ecos dolorosos de sus guerras,
las civilizaciones que entraron en su historia,
acaso lo que fue y no puede extinguirse,
este espacio de tiempo que lo envuelve.
Puente de piedra sobre el río Várdar en Skopje
Se apacigua la voz del almuecín
que dulce y susurrante, en su espiral de piedra,
como un arpa lejana cuyo son amanece,
alza un encantamiento melodioso
propagando con fe su oración en el alba
y trasminando versos del Corán.
La campana cristiana se arrebata,
es cántico de bronce con profundos badajos,
resuena entre las aguas y se esparce
con un son inefable hacia el Dios que nos mira
y adentra en nuestros ojos, torres, puentes y calles
llevando con su música el alma macedonia.
Museo Arqueológico Nacional de Macedonia en Skopje
En un ramo de luces demoradas
los siglos de su espejo, las sombras de los árboles
van cruzando, dejándonos el fulgor de un consuelo
hacia un centro vívido de luces matinales,
ascuas de un sol que nace surgiendo en sus latidos
por la memoria tersa de los sueños.
La letanía insomne de los popes
se va acoplando al ritmo de sus ondas,
sílabas de agua y piedra, verbos ceremoniales,
la luz donde comienza el color del relámpago
con la esperanza inquieta de lo que pueda ser
el respeto que adquiere la antigua tolerancia.
Por eso, río Várdar, no eres tú con tus aguas
quien atraviesa Skopje, es el pueblo que fluye
para afirmar o acaso confesarnos
que su historia es el río, una vida que lucha
por no morir, por ser alma perpetua
de esta ciudad forjada a medida del hombre.
El viejo bazar otomano en el casco histórico de Skopje
ALBANÉS CON SANDÍAS
De Góstivar o Tétobo o de la misma Kíchevo,
por vetustos caminos vecinales,
marchaba la carreta de sandías
como el destartalado escenario o cadalso
repleto de verdosas cabezas rebanadas.
Al frente un albanés con keche y con fajín,
la cara alborotada de colores
que la brega y los soles le dejaron
y una sonrisa amable y taciturna.
Fluía el navegante por tierras cultivadas
con la luz de los ojos evadida
en el humo que alzaba el cigarrillo,
con rumbo al Bit-pazar de la cercana Skopje
y la esperanza inquieta de vender su verano.
En una encrucijada nos cruzamos muy cerca
con la mirada antigua que aún ciñe el respeto.
—¡Buena venta! —le dije solidario.
Y él, tal si me viese por todos los caminos,
saludaba a los árboles, al viento y a la acequia
como un emperador seguido de sus súbditos.
[Poemas de Padrón, Justo Jorge: Fulgor de Macedonia, Madrid, Vitruvio, 2016, (colección "Baños del Carmen", nº 611), pp. 100]
Porta Macedónica o Arco de Triunfo de Skopje
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