domingo, 16 de mayo de 2010

El poeta al que ninguneaba García Lorca


Miguel Hernández Gilabert
(Orihuela, 1910 - Alicante, 1942)

MIGUEL HERNÁNDEZ

Los vientos del pueblo que nos arrastran habrán de llevarlo
en la garganta sangrante de todas las voces populares.
Él era un hombre de gran talento, pero siempre fue pobre,
padeciendo la esclava condición de los niños yunteros.


Miguel Hernández retratado por el dramaturgo Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 - Madrid, 2000) mientras ambos estaban recluidos en la cárcel de Conde de Toreno en Madrid

No hay remisión ni posible cura para tanto escándalo
como da el saber que un Madrid palaciego le retiró
el refrendo del tributo debido a su reconocimiento.
Me parece aún sentir la tos y sus vómitos de sangre


El poeta despreciado por calzar alpargatas y pastorear cabras


purulenta, viéndolo vagar tuberculoso por las cárceles.
Este autor estuvo de carne y hueso en las trincheras
y se jugó la vida en cada nuevo poema proclamático.


Miguel recitando poemas de arenga a las tropas del bando republicano durante la etapa final de la guerra civil española

Hoy cada vez menos se le rinde recuerdo aunque perdura
porque todavía hay quienes guardan memoria de sus versos.
Cambiarán las normas, pero no el valor de su poesía.


Quizá el mejor momento de su vida lo alcanzó al realizar un breve periplo por algunos países comunistas de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas junto con la actriz Gloria Santullana, el compositor Casal Chapí, el ilustrador Miguel Prieto y el periodista Martínez Allende, a cargo del Ministerio de Instrucción Pública y previa invitación de Moscú


SONETOS HERNANDIANOS

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.


Fachada de la casa natal del poeta en Orihuela

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!


Miguel Hernández y su esposa Josefina Manresa

Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

Pase por alto del diestro José Tomás (Galapagar, Madrid, 1975)

CITAS

"Uno necesita contactos con estas gentes que escriben, y mienten, y pecan, y murmuran, y envidian."


Miguel Hernández Gilabert
Retrato al óleo
Ramón Fernández Palmeral
(Ciudad Real, 1947)

"Madrid me cansa mucho. Cada día reconozco que no habemos más que mentirosos, envidiosos e idiotas."

A su regreso de la URSS pasó por Londres y París. En la ciudad de la luz recitó un poema suyo que fue grabado gracias a las gestiones realizadas por el gran escritor cubano Alejo Carpentier


"No puede uno librarse de chismes literarios y chismosos. Temo acabar siendo yo el peor de todos. Hay mucha mentira en todo, querido Carlos. Estoy sufriendo cada desengaño con amigos que he creído generosos y perfectos (...). Procuro verme con todos ellos lo menos posible. A veces, ante las situaciones que observo de envidia, rencor, mala intención o veneno, que de todo encuentro, me dan ganas de soltar bofetadas y mandarlo todo a hacer leches." (De Miguel Hernández a Carlos Fenoll en 1936).


Federico García Lorca
(Granada, 1898 - 1936)
El exquisito folclórico que discriminaba a Miguel Hernández por puro clasismo sectario

"Federico García Lorca me llamó a primeros de julio para decirme que venía a leerme su última obra, La casa de Bernarda Alba. Yo, como siempre, le esperaba con gusto. Pero él, al enterarse de que estaba conmigo Miguel Hernández, al cual no le tenía mucha simpatía, dijo que con Miguel allí él no vendría. "Entonces, ¿qué puedo hacer yo?", le dije. "Échalo", contestó secamente Federico. Naturalmente, no eché a Miguel, y Federico no vino, a pesar de mis insistencias." (Relato de Vicente Aleixandre a Gabriele Morelli).


La última ruindad de los camaradas antifascistas fue dejar tirado al poeta oriolano cuando las defensas de Madrid cedieron ante el avance de las tropas nacionales, mientras ellos se procuraban un salvoconducto hacia el extranjero a través de la embajada de Chile

"Ha habido días en que no he podido salir a la calle de los tiroteos que ha habido en todo Madrid. (...) Todos los obreros de aquí llevan escopetas, fusiles, revólveres, y a cada paso que da uno tiene que acreditar su personalidad." (De Miguel Hernández a Josefina Manresa el 28 de julio de 1936).


La madrileña calle Preciados en plena Guerra Civil

"Ese mes de agosto se va a cobrar numerosas víctimas religiosas de la diócesis de Orihuela (más de sesenta sacerdotes). También han sido apresados muchos falangistas de la Vega Baja que acabarán fusilados esos primeros meses de contienda. (...) El juez José María Quílez (...) fue asesinado en Alicante, a donde había huido para salir de España. (...) El juez oriolano había acudido a la capital levantina ante el ofrecimiento de sacarle del país a cambio de una importante suma de dinero, cayendo en una trampa en la que, después de ser robado, fue abatido por sus traidores. (...) El 13 de agosto de 1936 el padre de Josefina, Manuel Manresa, junto a otros guardias civiles cayó asesinado en las calles de Elda por un grupo incontrolado de milicianos. (...) Esa muerte dejaba desamparada a la familia de Josefina (una madre enferma y cinco hermanos sin apenas recursos para subsistir)." (De José Luis Ferris en su biografía sobre Miguel Hernández, Madrid, Temas de Hoy, 2004, pp. 341-342)


Miguel Hernández en el frente de la Casa de Campo de Madrid

"Miguel Hernández irrumpió en el edificio de la Alianza (el palacio madrileño de los marqueses de Heredia-Spínola, en la calle Marqués del Duero, nº 7, que se habían incautado los rojos, entre los que estaban León Felipe, Luis Cernuda, María Teresa León o Rafael Alberti) y, tras descubrir el ambiente festivo que se respiraba en aquellos salones, los preparativos, los manteles, el supuesto lujo, los alimentos dispuestos en las mesas, no pudo ocultar su indignación ante aquel derroche y aquel alarde de resabio burgués mientras él y otros combatientes seguían jugándose el tipo en las trincheras. (...) Miguel se dirigió entonces visiblemente irritado a Rafael Alberti con Antonio Aparicio como testigo y le espetó con la frase: Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta." (Ibídem, pp. 411-412)


El poeta que odiaba a la izquierda de caviar falleció de tuberculosis en una cárcel alicantina


"Lo que Miguel no podía imaginar eran las luchas internas y las depuraciones que esos días finales se iban a producir dentro de las propias fuerzas republicanas." (Ibídem, p. 414).


Tumba del poeta de Orihuela en el cementerio
de Nuestra Señora de los Remedios en Alicante

1 comentario:

  1. Qué exposición tan bella, tan sentida, tan apasionada, como se merece el extraordinario, el querido poeta, que tanto sufrió y sigue invicto. Me encanta su valentía, sus palabras, cuando enfrenta a la "izquierda de caviar".
    Los poetas tradicionalmente aman y odian, gentes de grandes pasiones, el rechazo de otro grande no fue su peor tragedia. La tragedia los acechaba a ambos.


    "¡Cuánto penar para morirse uno!" A mí también me parece escuchar sus esterotres en la más terrible y oscura soledad.
    Miguel Hernández te amo.

    Qué bellísima entrada. Muchas gracias por tu sensibilidad.
    Besazos, querido Andrés.

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