ESCUELA DE ARENA
Los niños iban
siempre por obligación a la orilla de la playa. Sus padres les decían que debían aprender a nadar para poder salvar la vida en caso de necesidad futura. Los
críos, en cambio, se pasaban el tiempo entre risas y alborotos. Cada hora se turnaban
distintos monitores para enseñarles el estilo de natación en que cada uno se
había especializado. Por toda respuesta, los pequeños revoltosos se burlaban y pedían que
les trajeran cubos rebosantes para mojarse por encima. Alegaban como pretexto
que el agua estaba muy fría y no querían tiritar, sino todo lo contrario,
disfrutar del sol. Algunos instructores les echaban un cacito de líquido,
mientras que otros, los más engreídos por su propia fortaleza, baldes enormes con
que empaparlos.
Los alumnos hablaban bien, al término del día, de los que eran capaces de tirarles
mucha agua, y bastante mal de aquellos que apenas les salpicaban con algunas gotas. Incluso
los profesores entre sí se tenían en consideración según los litros que podían
recoger para rociar a las criaturas. Cuando terminó la temporada de verano, se fueron
a sus casas con la piel hidratada y un tono de piel lustroso como el bronce.
Dijeron entonces que se habían mojado mucho y que ya tenían adquirido el hábito y los
conocimientos necesarios sobre el medio acuático. Las familias, por su parte, se quedaron
conformes con el papel escolar que habían desempeñado sus hijos, a pesar de que
ningún niño se sumergió en el mar ni era capaz por sí mismo de mantenerse a
flote.
Creo que la narración expresa bien lo que es el sistema educativo, más o menos una guardería donde los niños se entretienen mientras los papás están trabajando.
ResponderEliminarSaludos y toda clase de suertes para el 2012.