Tiberius Claudius Nero
(Roma, 42 a. C. - Miseno, 37 d. C.)
El hombre que tuvo que soportar todo tipo de maldades
TIBERIO,
LA AMARGA HERENCIA
"La infancia es una época oscura, cruel y peligrosa, en la que los fuertes imponen su ley sobre los débiles de una manera despiadada"
"El aprecio de la plebe es algo que no ha despertado en mí el más mínimo interés"
"Se han perdido los viejos valores. Las buenas costumbres y la honrada vida de familia han pasado a ser cosas despreciables. Vemos cómo, de la noche a la mañana, se amasan grandes fortunas, mientras que otras nobles y antiguas, conseguidas con el esfuerzo de generaciones, se pierden en un abrir y cerrar de ojos"
"Se ha perdido el sentido de la palabra honor, y la mentira y la corrupción son hoy en día valores admitidos y en alza"
"Me dicen que hasta de día es peligroso andar por la calle sin escolta. La vida ha llegado a no valer nada, el asesinato es ya un oficio corriente"
"Cuando las de más alta cuna se comportan como verdaderas prostitutas, ya nada queda que pueda producir más escándalo. Vivimos en un mundo trastornado en que los sexos parecen haber cambiado sus papeles"
"La pubertad es un tiempo incierto, turbio y necio"
"Siempre he odiado el exceso de gente a mi alrededor y sobre todo sus extrañas alegrías, sus forzadas sonrisas, ese aire bullicioso y de falsa alegría tan propio de este tipo de aglomeraciones donde la verdadera alegría está ausente"
"Un pariente mío, Claudio Pulcher, cuando le aconsejaban los sacerdotes no entrar en combate naval porque los pollos sagrados se negaban a comer y ésa era, según ellos, una malísima señal, viendo que iba a perder una espléndida oportunidad táctica de derrotar al enemigo, en el colmo de la irritación cogió los pollos y los tiró al mar gritando: ¡Si no quieren comer, que beban!"
"Marcelo se había hecho muy amigo de Lucio Calpurnio. Se pasaban la mayor parte de las noches en las tabernas de la Subura, conjurados en interminables conversaciones que encerraban estúpidos proyectos de un mundo mejor y, desde luego, tan poco probable como irreconocible. Eran dos ilusos"
"¿De qué sirven las leyes donde sólo manda el dinero, donde los pobres jamás ganan un litigio porque se puede comprar cualquier verdad por unas monedas?"
Marco Claudio Marcelo
(Roma, 42 a. C. - 23 a. C.)
(Museo del Louvre)
Marcelo, el joven al que envenenaron,
era la esperanza de Roma,
la gala del Senado y la flor del pueblo
"¿Sabíais que Augusto considera una cuestión de Estado acostarse con las mujeres de los senadores ya que así puede descubrir entre los gritos de mayor placer de sus amantes los planes de sus enemigos?"
"Marco Licinio Querea estuvo siempre dispuesto a sacar una moneda de entre la mierda con los dientes"
"Julia, la hija de Augusto, tenía un aire soberano y un gesto que no admitía la desobediencia. Se comportaba como una niña mimada que parecía convencida de que el sol amanecía sólo para ella. Parecía dominar todos los recursos de la astucia y el disimulo"
"En la cucaña del poder siempre podrá encontrarse una multitud de locos dispuestos a jugársela"
"Yo, por mi parte, desprecio a los hombres. ¿Cómo puede alguien que desprecia a los hombres pretender gobernarlos? Me resulta imposible quererlos. Los considero soberbios, crueles, egoístas, vanidosos e ignorantes"
"He visto a muchas madres meterse en la cama de los maridos de sus hijas, y a esas hijas prostituirse con su propio padre. He visto a padres ofrecer sus hijos a un magistrado pederasta para asegurarse una sentencia favorable, y a los hijos deshonrar a sus padres de las más variadas e ignominiosas maneras posibles"
"No es fácil querer a los hombres
cuando se los conoce"
"Yo he sido juez y he podido meter las narices en lo más recóndito de sus pestilentes entrañas, y he visto a un hombre, con hacienda y esclavos, vender literalmente a su madre por aumentar su capital sin dejar por ello de pasar por persona honorable"
"¡Nido de víboras! Imaginan que la caída de un dios puede hacerlos a ellos menos insignificantes"
"Para la mayoría de los hombres el ejército ha sido siempre un castigo; para mí fue una liberación"
"Aborrezco la ostentación tan frecuente entre los ricos de nuestro tiempo, y hasta entre los que no lo son. Odio el despilfarro, esa fiebre de la gente que la hace gastar por gastar"
"Bastante tienen los necios con su necedad
y los vacuos con su vacío"
Julia la Mayor
(Roma, 39 a. C. - Rhegium, 14 d. C.)
Fue desterrada por su padre a la isla de Pandataria (hoy Ventotene), no sólo por su conducta infame, sino por estar implicada en una conspiración con uno de sus amantes, Julo Antonio (hijo de Fulvia y Marco Antonio), para matarlo
"Cuando murió Marcelo, su jovencísima viuda —que era Julia, la hija de Augusto— apenas se mostró en público por aquellos días, no para ocultar un dolor que no sentía, sino para esconder la rabia e impotencia por haber perdido tan pronto, sin apenas haber tenido tiempo de disfrutarlo, su estatus de mujer casada. Y eso es lo único que le importaba"
"Cuando Livia, la esposa de Augusto, le dijo a su hijo Tiberio que Julia estaba enamorada de él desde que era una niña, éste le respondió: ¿Vas a tomar en serio las fantasías amorosas de una adolescente?"
"Curioso tipo este Mecenas, el epicúreo que sobrepasa los límites de lo femenino en su amor por el lujo. Dicen de él que siempre se muestra dispuesto a proteger a los artistas, aunque me han asegurado que los selecciona atendiendo más a la longitud de su rabo que a la valía de sus obras. Como aportación personal a la cultura no se le conoce otra que la inclusión en la dieta romana de la carne de burro, que cuando él la prepara dicen que sabe a faisán"
"Cuando estuve en Partia no me resultó difícil entenderme bien con unas gentes que valoran más el silencio que la palabra y que juzgan a las personas por sus hechos y no por sus promesas"
"La desesperación da pábulo a las grandes ideas"
"Quién se acuesta con quién, quién es realmente el hijo de quién y cosas así, de las que yo nunca me ocupé, al parecer hacen las delicias de las mujeres"
"Cayo y Lucio, los dos futuros príncipes, no eran más que el embrión de los dos seres depravados en los que sin duda habrían de convertirse a la vista de su proceder"
"En los círculos políticos y literarios, tan proclives al afeminamiento, se suelen producir movimientos parecidos al de la histeria colectiva"
"Asinio Gallo era un tipo engreído y extremadamente ambicioso, alguien que se creía señalado por los dioses sólo porque Virgilio, en uno de sus mágicos versos, había tenido la ocurrencia de decir algo que alguien dijo que podía referirse a él"
"Asinio Gallo fue un hombre que soñó, y puede que aun sueñe, con convertir a Julia en la escalera por la que trepar hasta lo más alto"
"Hay cosas que están bien para la plebe,
pero que no sirven para nosotros"
Vicente Scarpellini Marichalar
Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense
es el autor de esta biografía escrita desde cuatro diferentes puntos de vista: el del propio Tiberio, Vipsania Agripina (su primera esposa), Julia la Mayor (su segunda mujer) y Livia Drusila, su madre
"Lo más desesperante de mirar hacia atrás es que todo resulta absolutamente irreparable"
"Tiberio estaba convencido de que la adversidad lo había golpeado muchas veces con saña y con manifiesta injusticia"
"Vipsania creía que un buen revolcón no hacía mal a nadie, a no ser que se tuviera una enfermedad"
"Julia decía no creer en el amor. Aseguraba que era una enfermedad de tristes y mal alimentados de la que hay que huir como de la peste y que lo único que merece la pena es el placer, cualquier tipo de placer. Por eso era tan glotona"
"Sempronio Graco era el típico conquistador sin escrúpulos, vanidoso y egoísta, hombre pagado de sí mismo, altanero y ambicioso"
"A Julia lo único que le preocupaba era cómo iba a quedar su figura después del parto"
"Gneo Léntulo Marceliano
ahora es un hombre mayor y olvidado"
"¿De qué me sirven a mí los ánimos o la maldita esperanza? Eso sólo os puede servir de algo a los que no tenéis nada"
"Hay hombres a los que les pierde la ambición
y el odio les trastabilla la perspectiva"
"Las gentes corrientes tienen
costumbres inalterables"
"Los hombres deben ser dueños de sus secretos si no quieren perder el respeto de la mujer"
"La mort de Tibere"
(1864)
Jean-Paul Laurens
(Fourquevaux, 1838 - París, 1921)
(Museo Paul-Dupuy en Toulouse)
"No creas en exceso en el amor ni te entregues, sin freno, al placer. Ambos son, en la mayoría de las ocasiones, mercancía falsa, y el precio que hay que pagar por ellos, demasiado alto"
"Vivimos rodeados de anónimos y desconocidos enemigos, personas a quienes, a sabiendas o por descuido, hemos hecho daño alguna vez y que no olvidan por nada de este mundo sus agravios; o bien por simples resentidos que ven en la grandeza un blanco donde resarcirse de sus fracasos"
"Me consuela pensar que los caminos de la vida no admiten antecedentes y son distintos para cada persona, por muy semejantes que sean sus caracteres"
"Hay cosas que no merece la pena que cambien, pues si lo hacen, siempre será para empeorar"
"No soporto a los aduladores póstumos que siempre olvidan lo que es conveniente olvidar"
"Augusto era, cuando lo conocí, el hombre de Roma, al que todos se acercaban convencidos de que era el sol naciente que podría calentar sus bolsas y sus ambiciones, el hombre al que todas las mujeres de Roma se ofrecían sin rubor"
"Son numerosos los enemigos al acecho y muy pocos los amigos en quienes poder confiar"
"Todo son asechanzas"
"En las clases sociales más bajas, la belleza en la mujer puede ser, y en numerosas ocasiones lo es, una garantía de progreso y felicidad, mientras que en las clases más elevadas se convierte en un seguro de desgracia e infortunio"
"El tiempo nos va matando, y aunque sea la última hora la asesina, nos mata el minuto taimado que se arrastra silencioso a lo largo del día, aquel que nos va acercando, sin hacerse sentir, hacia el final. Y lo más terrible es que va apagando inexorablemente nuestros sentimientos"
(Fragmentos extraídos de Scarpellini, Vicente: Tiberio, la amarga herencia, Barcelona, Plataforma Editorial, 2011, 1ª edición, pp. 304)
A Tiberio lo denigraron los republicanos que ambicionaban su poder, además de los resentidos, envidiosos y degenerados urbanitas que no se habían enfrentado a un germano en su vida