Alfons Maria Mucha
(Ivančice, 1860 - Praga, 1939)
"Autorretrato"
(1899)
El gran pintor del "art decó"
EXTRACTO DEL DIARIO
DE ALFONS MUCHA
Nací en Ivančice, un pueblo de mi adorada
Moravia natal. Toda mi vida llevé la nostalgia
de mi raíz eslava por donde quiera que viví:
en Nueva York, en París, Viena, Múnich o Praga. De niño
los estudios se me daban mal. Solamente quería
trazar bocetos. Tuvieron que amarrarme un lápiz
colgado al cuello, porque si lo perdía no dejaba
de lloriquear. El primer cuadro mío que se conserva
es el de un Cristo crucificado y no está mal
para haberlo hecho cuando tenía ocho años.
Sarah Bernhardt como Melisenda en el drama de Edmond Rostand "La princesa Lointaine" tal como apareció en la revista francesa "La plume"
(1896)
Cuando mi padre supo de mi vocación por el arte
opinó que me comerían los piojos y el hambre.
Me expulsaron de la escuela a los diecisiete
años de edad por faltas reiteradas a clase. Tuve
que ganarme el sustento trabajando de escriba
en la oficina de un juzgado, pero me pasaba
todo el tiempo haciendo retratos de los acusados.
"La danza"
(1898)
Partí hacia la capital del imperio austrohúngaro
con la intención de pintar inusuales decorados
en el vienés Ringtheater. Me encontré una ciudad
de placer exultante en la que se bailaban valses
del compositor Johann Strauss. Aprendí de Hans Makart
a perfilar figuras estilizadas. Alguien dijo
de mí que mis cuadros parecían surgir de un mundo
de lujo oculto donde me hallaba sepultado.
En verdad, la realidad no me gusta, y por eso
la adorno hasta volverla imposible. El sueño
al que aspiro no lo encuentro en la mezquindad
de la gentuza. No me becaron en la Academia
"Bières de la Meuse"
("Cervezas del río Mosa")
(1897)
La modelo lleva un tocado de cebada, malta, lúpulo y amapolas
de Praga porque no les satisfacían mis dibujos
a sus convencionalismos tradicionales. Fue un duro
golpe, como cuando para salir de Viena compré
un boleto que me dejó en Mikulov sin dinero
para poder subir al siguiente tren que me llevara
hasta mi patria. El conde Eduard von Belasi
me rescató al encargarme de la decoración
del castillo de Emmahof y el palacio de Gandegg.
Allí, entre libros ilustrados de las bibliotecas
y la visión opalina de los montes Dolomitas
fui feliz como si fuera un crío irresponsable.
"Los cuatro momentos del día"
(1899)
"El despertar de la mañana", "La actividad del día",
"Sueños de noche" y "Calma de madrugada"
Me marché a París tras un interludio académico
en Múnich, donde no pude seguir porque no pagaba.
En los alrededores de Saint-Denis entré en contacto
con la bohemia pictórica y literaria muriéndome
de frío y pasando necesidades. Ilustrar libros
me salvó de morir y llegué a pintar todo tipo
de encargos: carteles publicitarios, decorados
teatrales, imágenes promocionales del champagne
Moët-Chandon, bicicletas, ferrocarriles, jabones,
tiendas y actrices como Leslie Carter o Maud Adams.
Precisamente fue el que diseñé sobre Sarah Bernhardt
el que me catapultó a la riqueza y la fama.
"Las cuatro estaciones"
(1896)
"La primavera", "El verano", "El otoño" y "El invierno"
Conviví con Paul Gauguin y mutuamente admiramos
nuestra obra. Él dominaba los colores y las formas;
yo, la elegancia idealizada. Concebí
joyas impulsado por la amistad con el escultor
Rodin. El éxito trastornó por completo mi ritmo
de trabajo. No tenía tiempo para los pedidos
y mi verdadera pasión de pintar la epopeya
de Slavia tuve que demorarla. Fue en la vejez
que pude al fin darle forma. Todos los intelectuales
sin renombre venían a mí y me utilizaban
como un banquero. Me arruiné y hube de ir
al lugar donde los sueños se cumplen: los Estados
Unidos. Mi llegada supuso una apoteosis
"La música"
(1898)
de periodistas y fotógrafos. Me consideraron
el mejor artista decorativo de la historia
cuando yo ya no deseaba dibujar más modelos
de belleza quimérica. Hube de seguir haciéndolos
a mi pesar, especialmente cuadros embellecidos
de las hijas de los hombres ricos. Las exposiciones
universales de fin de siglo me dieron prestigio
en el orbe entero. Pinté el pabellón de Bosnia
Herzegovina y me llenó de orgullo basarme
en su origen balcánico, adonde me desplacé
para estudiarlo. Expuse con Toulouse-Lautrec
en París y gocé con él las noches iluminadas
bajo la recientemente erigida Torre Eiffel.
"Naše Písen"
("Nuestra canción")
(1918)
Los señores Rotschild, los Vanderbilt,
los Morgan, los Crane
querían por todos los medios que mi selecta mano
los retratara. Abandoné a Berthe de Lalande,
pero la mantuve después en secreto. Me casé
con Marie Chytilová, mi grata Maruška, quien supo
hacerme entender que no debía regalar mis lienzos
ni malvenderlos por tan poco precio. Siempre he sido
manirroto y nunca he conseguido ahorrar
ni un gulden. Pintar las vidrieras de la catedral
de San Vito ha significado el logro más vistoso
de mi carrera de pintor exquisito. Han llegado
a circular sellos y billetes con mis creaciones.
Billete de diez coronas checas de 1919
El que vale diez coronas lleva impreso el rostro
de mi hija Jaroslava, lo que supone para mí
el mayor de los orgullos. En el castillo de Zbiroh
trabajé en la más importante y ambiciosa
colección de murales gigantescos, con dimensiones
de seis por ocho metros de ancho, que se expusieron
en Praga y en Brno para después ser enrollados
en un sótano oscuro. Poco después me arrestó
la Gestapo por mi exaltación del nacionalismo
y a partir de ahí no sé qué deparará el futuro.
(Poema narrativo escrito por Andrés González Déniz)
"Jorge de Podiebrad"
(1420 - 1471)
El único monarca checo de confesión husita que reinó en Bohemia
(Pintura al temple sobre lienzo realizada por Alfons Mucha en 1925)
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