lunes, 18 de agosto de 2014

Una leyenda de Praga con tintes mesiánicos

 
La efigie de Bruncvík a orillas del río Moldava con la espada
mágica capaz de cortar por sí sola el cuello de los enemigos
 
LA ESTATUA DE BRUNCVÍK
 
Un día llegará en que el príncipe Wenceslao
cabalgue de nuevo sobre el Puente de Piedra
y justo allí donde tropiece y caiga en tierra
una espada vencedora saldrá del barro

del Moldava produciéndose el ansiado milagro:
ese día su ejército derrotará la pobreza,
los soldados de Blaník aparecerán por sorpresa
y retumbará en el infierno el cruel Boleslao.
 
 

La figura data de 1884 y es obra de Ludvík Šimek (Praga, 1837 - 1886). Sustituye a una anterior dañada por una bala sueca en la Guerra de los Treinta Años que ahora se encuentra en el Museo Nacional
 
Se cumplirá la profecía con la que el valiente
Bruncvík mató a un dragón acudiendo en defensa
de su padre Stilfrid y en ayuda de un león fuerte

que se enfrentaba a la bestia de siete cabezas.
Desde aquel tiempo el escudo de sus ascendientes
ostenta con fiera hidalguía al rey de las selvas.
 
(Poema escrito por Andrés González Déniz)
 
 
La escultura de Bruncvík con su tizona dorada supone la estatua número treinta y uno del Puente de Carlos IV. Al fondo se ve la cúpula de la iglesia de San Francisco de Asís y la Torre del Puente de Carlos

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