(Lebu, 1917 - Santiago de Chile, 2011)
PERICOLOSO
Qué rápida la calle vista de golpe,
los espejos de los autos
multiplicados por el sol, qué sucio
el aire: ¿y esto era el mundo?
CARTA DE AMOR
Celébrote a máquina sin más laúd
que este áspero
teclado de la A a la Z, dígote cuánto
ámote del tacón
al pelo, esté ese pelo
donde esté, en lo alto o
en lo secreto de tu fragancia, espérote
esperándote parado aquí
a las 7 bajo el humo
del reloj. Y otra cosa,
fíjate en las nubes
fíjate en las nubes
pero sin llorar donde está escrito
casi todo lo blanco y veloz
de esta página dactílica, llámame
de esta página dactílica, llámame
por teléfono al número 00-00-00.
MORTAL
Del aire soy, del aire, como todo mortal,
del gran vuelo terrible y estoy aquí de paso a las estrellas,
pero vuelvo a decirte que los hombres estamos ya tan cerca
los unos de los otros
que sería un error, si el estallido mismo es un error,
que sería un error el que no nos amáramos.
LA FARSA
Me divierte la muerte cuando pasa
en su carroza tan espléndida, seguida
por la tristeza en automóviles de lujo:
se conversa del aire, se despide
al difunto con rosas.
Cada deudo agobiado
halla mejor su vino en el almuerzo.
MATERIA DE TESTAMENTO
A mi padre, como corresponde,
de Coquimbo a Lebu, todo el mar;
a mi madre la rotación de la Tierra;
al asma de Abraham Pizarro,
aunque no se me entienda, un tren de humo;
a don Héctor, el apellido May que le robaron;
a Débora, su mujer, el tercero día de las rosas;
a mis 5 hermanas la resurrección de las estrellas;
a Vallejo, que no llega, la mesa puesta con un solo servicio;
a mi hermano Jacinto, el mejor de los conciertos;
al Torreón del Renegado, donde no estoy nunca: Dios;
a mi infancia, ese potro colorado;
a la adolescencia, el abismo;
a Juan Rojas, un pez pescado en el remolino
con su paciencia de santo;
a las mariposas, los alerzales del sur;
a Hilda, l'amour fou, y ella está ahí durmiendo;
a Rodrigo Tomás, mi primogénito,
el número áureo del coraje y el alumbramiento;
a Concepción, un espejo roto;
a Gonzalo, hijo, el salto de la Poesía
por encima de mi cabeza;
a Catalina y Valentina las bodas con hermosura
y espero que me inviten; a Valparaíso esa lágrima;
a mi Alonso de 12 años el nuevo automóvil
siglo veintiuno listo para el vuelo;
a Santiago de Chile con sus 5 millones
la mitología que le falta; al año 73, la mierda,
al que calla y por lo visto otorga, el Premio Nacional;
al exilio un par de zapatos sucios y un traje baleado;
a la nieve manchada con nuestra sangre, otro Nüremberg;
a los desaparecidos, la grandeza de haber sido
hombres en el suplicio y haber muerto cantando;
al lago Choshuenco la copa púrpura de sus aguas;
a las 300 a la vez, el riesgo;
a las adivinas, su esbeltez;
a la calle 42 de New York, el paraíso;
a Wall Street, un dólar cincuenta;
a la torrencialidad de estos días, nada;
a los vecinos con ese perro
que no me deja dormir, ninguna cosa;
a los 200 mineros de El Orito a quienes enseñé a leer
en el silabario de Heráclito, el encantamiento;
a Apollinaire, la llave del infinito que le dejó Huidobro;
al surrealismo, él mismo;
a Buñuel, el papel de rey que se sabía de memoria;
a la enumeración caótica, el hastío;
a la Muerte, un crucifijo grande de latón.
EPITAFIO
Se dirá en el adiós que amé los pájaros salvajes, el aullido
cerrado ahí, tersa la tabla
de no morir, las flores:
aquí yace
Gonzalo cuando el viento
y unas pobres mujeres lo lloraron.
(Poemas tomados del libro de Gonzalo Rojas titulado Metamorfosis de lo mismo, Madrid, Visor, 2000, 1ª edición, 613 páginas)
Adios a un poeta singular e intenso. Todos somos hoy mujeres que lloran y por eso sabemos que Gonzalo ha muerto. Un abrazo, querido amigo.
ResponderEliminarHoy he participado en un programa de radio, un especial de poesía, en una de las miles de radios que pululan por internet; y hemos despedido como se merecía a este gran escritor.
ResponderEliminarHasta siempre Gonzalo, más allá de las tablas, de las flores, del viento y de las lágrimas....., más allá amigo, será dónde de nuevo nos veremos....