UN LACEDEMONIO CAÍDO
EN PLATEA
No podré jamás ver el
santuario de Apolo
en Delfos. Siento que
nunca llegaré a tiempo
de participar en la
ofrenda del armamento
enemigo. Fui
seleccionado por los éforos
Templo de Apolo en Delfos
para estar entre los
hoplitas del ejército
que integraban la
guardia del rey Arquidamo.
Tuve una dura infancia
en la que, huérfano,
mi vida se centró en llegar
a ser guerrero.
No puedo ingerir ni un
bocado del queso
que acercan a mis
resecos labios. El ansia
de agua, una sed
constante, es lo que siento.
Traté de cubrir el
flanco derecho que estaba
siendo atacado por los
persas. Me hirieron
y sé que sobre un
escudo volveré a Esparta.
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