viernes, 1 de mayo de 2009

El día de los trabajadores


BEATUS ILLE

Dichoso aquél que alejado de los negocios,
como la primitiva raza de los mortales,
trabaja el campo paterno con sus bueyes,
libre de toda usura,
y no se despierta como el soldado con la fiera trompeta
ni teme al mar embravecido,
y evita el foro y las orgullosas puertas
de las ciudades demasiado poderosas.

Marida él, en cambio, los altos álamos
con los tallos adultos de la vid,
o vigila sus errantes rebaños de mugientes reses
en un valle recoleto,
o, podando con su hoz las ramas inútiles,
injerta las más pujantes,
o pone la miel extraída en limpias ánforas,
o esquila a las asustadizas ovejas.

Y cuando el Otoño en los campos ha alzado su cabeza
ornada de dulces frutos,
¡cómo disfruta recogiendo las injertadas peras
y la uva que compite con la púrpura
con que poder obsequiarte a ti, Príapo,
y a ti, padre Silvano, protector de sus términos!

Le gusta yacer, ora bajo la vieja encina,
ora sobre un tupido prado,
mientras corren las aguas por los ríos profundos
y se lamentan las aves en los bosques
y las fuentes murmuran en sus límpidos manantiales,
lo que le invita a un plácido sueño.

Pero cuando el tiempo invernal del tonante Júpiter
amontona nieves y lluvias,
con una gran jauría acosa de aquí para allá fieros jabalíes
hacia las interpuestas trampas,
o extiende con una ligera horquilla las claras redes,
o, preciada recompensa, apresa con el lazo a una tímida liebre
o a una ocasional grulla.

Entre tales cosas, ¿quién no olvida
la amargura de las penas que causa el amor?
Y si una honesta mujer le ayuda en parte de la casa
y con los dulces hijos,
o si, como una sabina o como la esposa de un ágil apulio
tostada por el sol,
enciende con viejos troncos el fuego sagrado
a la llegada del cansado marido
y, encerrando el lustroso ganado en trenzados apriscos,
ordeña las henchidas ubres
o, sacando vino del año de un buen tonel,
prepara no comprados manjares,
entonces no me agradarán más las ostras del Lucrino,
ni el rodaballo, ni los escaros,
(si una tempestuosa tormenta los arrojase
a este mar desde los orientales mares),
ni descenderá a mi estómago el ave africana
ni el francolín de Jonia
más gustosamente que la oliva cogida
de las cargadísimas ramas de los árboles
o que los tallos de acedera que crecen en los prados
y las malvas, beneficiosas para el cuerpo enfermo,
o que los corderos sacrificados en las fiestas Terminales,
o que un cabrito arrebatado al lobo.

¡En medio de estos manjares, cómo alegra ver
las ovejas apacentadas dirigiéndose hacia la casa;
ver a los cansados bueyes arrastrando con su lánguido cuello
el arado invertido,
y a los sirvientes, indicio de casa rica,
colocados alrededor de los resplandecientes Lares!

Cuando el usurero Alfio, casi un futuro campesino,
hubo dicho esto,
recogió todo el dinero pagado en los Idus
y ya busca colocarlo en las Kalendas.

Quinto Horacio Flaco

(Venusia, 65 a. C. - Roma 8 a. C.)


ODA A LA VIDA RETIRADA

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera;
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado?
¿Si en busca de ese viento
ando desalentado
con ansias vivas y mortal cuidado?

¡Oh, campo, oh, monte, oh, río!
¡Oh, secreto seguro deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
del que la sangre sube o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar suave no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de cielo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
de ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fortuna pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea,
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso ruido,
que del oro y del cetro pone olvido.

Ténganse su tesoro
los que de un flaco leño se confían:
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna; al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquece a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa, de amable paz bien abastada,
me baste; y la vajilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
en sed insaciable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce acordado
del plectro sabiamente meneado.

Fray Luis de León

(Cuenca, 1527 - Ávila, 1591)


2 comentarios:

  1. Buenas tardes Andres, veo que usted es tambien un afortunado padre y creame somos muy pocos, pluralizo porque mis hijos (Angela y Borja) colaboran conmigo en la empresa.
    Compartir el trabajo con ellos ademas de una gran fortuna es ciertamente muy estimulante, es compartir mas vida y nos permite crecer aunando fuerzas, ilusiones y retos.
    Durante años estuve escribiendo en la correspondencia con ellos frases como "El fracaso solo es un escalón en la escalera del éxito" etc.
    Mi felicitacion por esas ricas "papas" pero sobretodo por "los jornaleros".
    Un saludo
    Una mujer.

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  2. como gozas con tus hijos,incluso es muy bueno inculcarles lo que uno hereda de la familia.
    FELICIDADES POR EL DIA DEL CURRANTE.

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