lunes, 11 de mayo de 2009

El poeta de la filosofía


Éste es el hombre que conoció el paraíso de la infancia en el pueblo donde vivió hasta que sus padres lo trasladaron a un colegio de Bucarest, la capital de Rumanía. Éste es el niño al que su madre le dijo una vez que si hubiera sabido que iba a convertirse en un ser tan infeliz lo habría abortado. Éste es el pensador que no le encontró ningún sentido a la vida desde que, paseando por un cementerio durante su juventud, comprobara que tanto los hombres de ímprobos esfuerzos como los de inútil aliento alcanzaban el mismo fin. Éste es el filósofo del que irradia una fuerza extraña por la sinceridad brutal de sus palabras. Éste es el poeta que utiliza recursos metafóricos como ornamentación para transmitir ideas llagadas por la lepra de la desesperanza. Éste es el compañero que no me ha abandonado desde que Fernando Savater me lo presentó hace casi treinta años. Y vivió casi toda su vida en París, la ciudad de la luz. Él, que era el profeta de las penumbras. Cuando lo leo me parece estar leyendo en mis propias vísceras, como si todos los hombres fueran uno solo y se diluyera la identidad individual, porque él mismo denunció el daño que el "yo" había hecho, a través de la religión, en todas las culturas. Un día volveré a visitar los jardines de Luxemburgo en la orilla izquierda del Sena para estar cerca de donde escribió su "Breviario de los vencidos", mientras la capital de Francia estaba siendo ocupada por los nazis. Un día espero poder pasear por la rue Racine en la que vivía entonces, aunque el hotel donde se hospedaba ya no exista.


Jardin du Luxembourg



CITAS ESCOGIDAS DE ESTE LIBRO



Vivir: especializarse en el error

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El sujeto se desequilibra por el exceso de sí mismo

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Pensar es en cierto modo estar. No en vano se dice: estoy pensando

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No hay nada más allá de la fuerza de un éxtasis inútil

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Al igual que amas los libros que te hacen llorar, las sonatas que te han cortado el aliento, los perfumes que te insinúan renunciamientos, a las mujeres extraviadas entre el cuerpo y el alma, así sucede con los mares: te enamoras de aquellos cuyo oleaje induce a ahogarse en su seno

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Si viviésemos en jardines, no habría sido posible la religión.
Su ausencia nos ha empujado a anhelar el paraíso

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No he encontrado la parada eterna sobre la bóveda de los instantes

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Solamente la expresión salva las cosas de su irrealidad fatal

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La realidad es apariencia solidificada

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Amé y me he amado

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Después de leer a Buda o a cualquier otro vividor
de lo sublime, sólo me entran ganas de pedir una sopa de ajo

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Somos ilusiones de nuestro propio pensamiento

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La infelicidad es la vestal que vigila el fuego inextingible de tu desgracia

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Las primaveras sonríen sobre desesperanzas

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Toda la naturaleza es un embeleco decorativo de nuestra música interior

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Cada instante se pierde para la eternidad

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Hace mucho que sé que a los hombres no les da vergüenza existir. Siempre me asombraron su marcha confiada, sus ojos interrogantes pero sin pena, su porte altivo de gusanos verticales

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Los que no escriben, existen intactos, están infinitamente presentes

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Ninguna de las noches que he gozado es ya mía. Ni tampoco ningún amor

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El devenir es una cósmica hediondez atenuada por lo ridículo

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Un animal que puede sufrir por lo que no es, he ahí al hombre

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Todos degustan un presente que no sabe a nada

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Después de haber saboreado con desilusión el veneno de la religión, la compañía de la música te cura de la decepción

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Todo es vano, salvo la vanidad

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Y ninguna lírica estupidez envuelve la muerte inmisericorde


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Buscas diversión, vino y baile y el mundo donde se va a tientas

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El mundo es la modificación, hacia fuera, de nuestra soledad

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No voy a poner mi punto de mira en pasados donde yacen ídolos derrocados y Jesuses de ocasión

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Sólo los que se suicidan no mienten. Ya que sólo muriendo no miente el mortal

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Nos aceptamos porque hemos puesto una losa sepulcral sobre nuestra podredumbre

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Sin el falso absoluto del sexo débil no me habría rebajado a buscar el cielo

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El amor no nos puede curar de lo Otro

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El ansia de dinero, de lujo, de vicio, eso es la civilización

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Todo individuo no crea más que rechazando lo que él no es

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Sólo se puede respirar en lo más hondo de la ilusión

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El mismo hombre que va de puntillas por las losas de la iglesia, escupe en los jardines

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La decadencia es un producto de la comprensión, del exceso de perspectiva

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El hombre es un mendigo de la existencia

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Todo es idéntico, lo nuevo es lo mismo

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El mundo es vástago de la ignorancia

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Las mentiras del amor son el único barniz de existencia en la infinita irrealidad

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La sustancia de la duración es el hastío y la del combate en la duración, la desesperación

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Haz de tu corazón el cáliz del último sorbo


Émile Michel Cioran

(Sibiu, 8 de abril de 1911 - París, 20 de junio de 1995)

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