domingo, 24 de mayo de 2009

El hombre que vivía como un perro


"Diógenes" pintado por Jean Leon Gerome en 1860

Diógenes de Sínope es así llamado por su lugar de nacimiento y para diferenciarlo de otros Diógenes de la antigüedad, como el mismísimo Diógenes Laercio que, en su libro titulado "Vidas de ilustres filósofos", nos da cuenta de las andanzas de quien fue tildado de "cínico" por su modo de vida "canino", dado que "kyon" es "perro" en griego, de modo similar a como "can" lo es en latín. "Kynicos" significaría "semejante a un perro". De hecho, una vez le arrojaron huesos a modo de burla en una comilona, a lo que él inteligentemente respondió abriendo la capa que lo cubría y orinándose acto seguido sobre los allí presentes que se hallaban cerca. Otra vez lo estaban molestando, gritándole "¡perro!", mientras comía en medio de la calle. Devolvió el insulto aduciendo que eran perros los que lo merodeaban y acosaban, puesto que ése era el proceder canino. Cuando Platón lo llamó "perro", le contestó altivo que lo era porque, como ellos, volvía una y otra vez al lado de los hombres que le vendieron, en alusión a sus paisanos de Corinto que lo desterraron en Atenas junto a su progenitor por falsificar monedas. En efecto, su padre Hicesias era un banquero al que le pudo la tentación de volverse opulento de un modo rápido.

"Diógenes"
Óleo de Jules Bastien-Lepage realizado en 1873

Su filosofía se basaba en la virtud, a la que definía como una renuncia de los bienes terrenales. Consideraba el comportamiento humano inclinado hacia la artificiosidad, el autoengaño, la locura, el fingimiento, la vanidad y el ascenso social. Llevó un estilo de vida tan austero que se desprendió hasta de un cuenco de barro cuando vio a un niño beber agua de un manantial utilizando sólo las manos. Vivía en un tonel y solía salir a pasear con un candil a plena luz del día con el propósito de poder detectar mejor la existencia de un hombre honrado, algo que juzgaba imposible de encontrar. Es más, apartaba a quienes se cruzaban a su paso diciéndoles que no se topaba más que con escombros humanos. Su ideal era el de la autosuficiencia y el autocontrol, llevando una vida ajena al lujo y las necesidades creadas por la sociedad circundante. Por eso caminaba descalzo y no le importaba dormir en los pórticos de los templos como un indigente cualquiera. Una mañana Alejandro Magno lo vio revolviendo unos huesos humanos en el suelo y le preguntó qué hacía. Diógenes le respondió que por más que lo intentaba no veía diferencia entre los huesos de un pordiosero y un rey. Más concretamente, se refería a los huesos de su padre Filipo y a los de cualquier siervo suyo. Otro día lo sorprendieron masturbándose en plena plaza pública ante los ojos de todo el mundo, y como le reprendieran por su impudicia, se defendió diciendo que ojalá frotándose el vientre se saciara también el hambre del estómago.

"Diógenes buscando a un hombre honesto"
Obra de Johann Heinrich Wilhelm Tischbein (circa 1780)

En otra ocasión solemne, un hombre rico lo invitó a un banquete, advirtiéndole que lo único prohibido en su casa era escupir. Diógenes tomó un trago, hizo gárgaras y a continuación le escupió en la cara disculpándose porque no había encontrado otro sitio más sucio en toda la mansión donde escupir. Un ministro del gobierno que lo vio comiendo unas pobres verduras le dijo que si aprendiera a ser más sumiso y adulara más al emperador, no tendría que comer tantas lentejas. Ni corto ni perezoso, Diógenes le devolvió la pulla replicándole que si el ministro aprendiera a comer lentejas no tendría que ser tan sumiso ni lamerle tanto el culo al emperador. Como Platón enseñaba la famosa definición del ser humano equivalente a un "bípedo implume", la cual había aprendido de Sócrates, una tarde Diógenes se presentó en el ágora y le tiró un pollo desplumado gritándole que le había traído un hombre. De modo parecido actuó en presencia de Zenón de Elea. Cuando el filósofo griego explicaba la negación del movimiento, a modo de réplica Diógenes se levantó y se puso a caminar. La leyenda sobre su figura no dejó de aumentar ya desde su propia época. Menipo de Gadara cuenta que una vez unos piratas lo apresaron mientras se dirigía en barco a la ciudad de Egina y le preguntaron qué sabía hacer para formarse una idea de su valor y el consiguiente precio que pondrían a su cabeza. Diógenes respondió que sabía mandar y que inquiriesen si alguien querría comprar un amo.

"El encuentro de Alejandro con Diógenes"

Bajorrelieve en mármol de Pierre Pujet (1680)

Todo el mundo conoce la anécdota según la cual le pidió al gran Alejandro que se apartase porque le quitaba la luz del sol. En ese momento el guerrero macedonio hacía el papel de la lámpara de Aladino, por lo que atónito ante la falta de codicia de Diógenes, aseveró que le hubiera gustado ser como él si no hubiese nacido para ser Alejandro. Como símbolo de su modo de vivir a contracorriente, le encantaba introducirse en los teatros a empellones, porque lo hacía justo en el momento en que la gente salía. Las historias legendarias también rodean el misterio de su muerte, asociándola con perros. Uno le habría mordido mientras intentaba despedazar y repartir en trozos un pulpo, provocándole una caída que le resultaría fatal. Otros lanzaron el bulo de que murió, en un alarde de frugalidad y ascetismo, por haber contenido la respiración tratando de privarse así hasta del oxígeno. Algunos otros, más realistas, creen que murió de una indigestión por haber comido pulpo crudo. Me encanta Diógenes porque no confundió las leyes con la justicia, supo ver la vileza oculta de las personas, desconfió de las filosofías refinadas (como hoy lo podrían ser los tecnicismos de la jerga pedagógica), se consideraba un ciudadano del mundo (fundó el cosmopolitismo, rechazando las soflamas patrióticas), y despreció las vanidades por las que suspiran casi todos en este mundo de bajezas y ambiciones.

"Diógenes de Sínope"

Pintura de John William Waterhouse (1882)


CITAS CÉLEBRES

"El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe."


"La costumbre es la falsa moneda de la moralidad. En lugar de preguntarse qué está
mal en verdad, la gente sólo se preocupa de lo que convencionalmente está mal."

"Si un esclavo puede vivir sin mí,
¿por qué no puedo yo vivir sin un esclavo?"

"Un pensamiento original vale más que mil citas insignificantes."

"La virtud es la supresión de las necesidades."

"Probablemente los asnos se rían de ti, pero no te importe.
Así, a mí no me importa que los demás se rían de mí."

"El elogio en boca propia desagrada a cualquiera."

"Los hombres obedecen a sus deseos como los esclavos a sus amos."

Diógenes el cínico, (Sínope, 412 a. C. - Corinto, 327 a. C.)
Detalle de "La escuela de Atenas" pintada por Rafael en 1509

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