viernes, 21 de marzo de 2014

El escritor que sobrevivió a la muerte retratándola


 
 Juan Ruiz
Arcipreste de Hita
(Alcalá de Henares, Madrid, ¿1284? - ¿1351?)
Clérigo y poeta de carácter narrativo 

DE CÓMO MURIÓ LA TROTACONVENTOS
Y CÓMO EL ARCIPRESTE HACE SU PLANTO
 
Un filósofo dijo y en su libro se anota:
con pesar y tristeza el ingenio se embota.
Yo, con pena tan grande, no puedo decir gota
porque Trotaconventos ya no anda ni trota.
 
Así fue, ¡qué desgracia!, que mi vieja ya es muerta,
¡grande es mi desconsuelo! ¡murió mi vieja experta!
No sé decir mi pena, mas mucha buena puerta
que me ha sido cerrada para mí estaba abierta.
 
¡Ay muerte! ¡Muerta seas, bien muerta y malandante!¡Mataste a la mi vieja! ¡Matárasme a mí antes!
¡Enemiga del mundo, no tienes semejante!
De tu amarga memoria no hay quien no se espante.
 
Muerte, a aquél que tú hieres arrástraslo, cruel,
al bueno como al malo, al noble y al infiel,
a todos los igualas por el mismo nivel;
para ti reyes, papas, valen un cascabel.
 
No miras señorío, familia ni amistad,
con todo el mundo tienes la misma enemistad,
no existe en ti mesura, afecto ni piedad,
sino dolor, tristeza, aflicción, crueldad.
 
Jamás nadie de ti se ha podido esconder
y ninguno ha podido contigo contender,
tu venida funesta nadie puede entender;
cuando llegas, no quieres dilación conceder.


 
 Abandonas el cuerpo al gusano en la huesa,
el alma que lo anima arrebatas con priesa,
no existe hombre seguro en tu carrera aviesa,
al hablar de ti, muerte, el pavor me atraviesa.
 
Eres de tal manera del mundo aborrecida
que, por mucho que sea un hombre amado en vida,
tan pronto como llegas con tu mala venida,
todos se apartan de él, como de res podrida.
 
Aquellos que buscaron en vida su compaña
aborrécenlo muerto, como materia extraña,
parientes y amigos le abandonan con saña,
huyen de él y se apartan, como si fuese araña.
 
De padres y de madres, de sus hijos queridos,
de amigas y de amigos, deseados, servidos,
de mujeres leales tantos buenos maridos,
cuando tú vienes, muerte, ya son aborrecidos.
 
Haces al que era rico yacer en gran pobreza:
no conserva una miaja de toda su riqueza;
quien, vivo, era apreciado por su mucha nobleza,
muerto es ruin, hedionda, repugnante vileza.
 
No existe ningún libro, disertación ni carta,
ni hombre, sabio o necio, que de ti  buen departa;
lo que viene de ti sólo males ensarta,
sólo al cuervo contentas, que de muertos se harta.



Cuervo común
(Corvus corax)
Un ave paseriforme inteligente, omnívora y oportunista
 
Tú prometes al cuervo que siempre le hartarás,
mas el hombre no sabe cuándo, a quién matarás;
el que hacer puede un bien, hágalo hoy; valdrá más
que esperar a que vengas con tu amigo “cras-cras”.
 
Señores, no queráis ser amigos del cuervo:
temed sus amenazas, mas no atendáis su ruego.
El bien que hacer podáis, hacedlo desde luego,
quizá estaréis mañana muertos; la vida es juego.
 
La salud, la existencia muy deprisa se muda,
al momento se pierden cuando el hombre descuida.
El bien que harás mañana es palabra desnuda,
vestidla con las obras antes que muerte acuda.
 
Quien mal juego porfía se arruina y no cobra,
piensa que tendrá suerte y halla mala zozobra.
Amigos, daos prisa en hacer buena obra,
pues, si viene la muerte, ya toda cosa es sombra.
 
Muchos piensan ganar cuando dicen: “¡A todo!”,
pero luego, un azar cambia el dado a su modo.
Busca el hombre tesoros por tener acomodo,
viene entonces la muerte y le deja en el lodo.
 
El habla pierde luego, pierde el entendimiento:
de sus muchos tesoros, de su amontonamiento,
no puede llevar nada, ni aun hacer testamento,
y los bienes logrados se pierden en el viento.


 
Desde que sus parientes la su muerte barruntan
para heredarlo todo a menudo se juntan.
Ni por la enfermedad al médico preguntan,
y si él ofrece curarla, como ofensa lo apuntan.
 
Aun los más allegados, los hermanos y hermanas
ya no ven el momento de doblar las campanas;
más aprecian la herencia cercanos y cercanas,
que no al pariente muerto ni a sus barbas canas.
 
Cuando con mucha prisa luego lo quieren enterrar,
temen que alguien las arcas vaya a descerrajar,
la misa de difuntos no quieren retrasar,
de todos sus tesoros le ponen chico ajuar.
 
No dan por Dios al pobre, ni ofrecen sacrificios,
ni dicen oraciones, ni cantan los oficios;
lo más que, a veces, hacen herederos novicios
es dar voces al sordo, pero no otros servicios.
 
Entiérranlo contentos y, desde que fin dan,
tarde o nunca, a disgusto, por él misa oirán,
pues lo que ellos querían ya encontrado lo han:
ellos cogen la hacienda, el alma va a Satán.
 
[Fragmento de un poema escrito por don Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, en el Libro de buen amor, Madrid, Castalia, 1991, 17ª edición, (versión de María Brey Mariño), pp. 275]
 

El diseño de la cubierta es de Víctor Sanz

No hay comentarios:

Publicar un comentario