Los productores de este celuloide fueron
Jason Newmark y Romain Philippe
DON’T HANG UP
(NO CUELGUES EL TELÉFONO)
(2017)
Un thriller redondo para pasar un buen rato. Unos
adolescentes que se creen la crema de la sociedad por el simple hecho de ser
jóvenes, aunque aún no hayan dado un palo al agua, se dedican a gastar bromas
muy pesadas por teléfono para luego subir a la red los resultados que graban en
vídeo. El objetivo que persiguen es obtener muchos “likes” y hacerse famosos,
si bien lo harían igual por el gusto de humillar a los demás y creerse los más
listos de todos. Una víctima indirecta e inesperada va a volver las tornas
contra ellos, por lo que a partir de ese momento sufrirán en sus propias carnes
una pesadilla inclemente y escabrosa.
Gregg Sulkin
(Westminster, Londres, Inglaterra, 1992)
Lleva el peso del protagonismo con frescura y solvencia
El guion sólo adolece de un defecto: pone en manos de un
supuesto psicópata un arsenal tecnológico desde el interior de una furgoneta
con el que será capaz de emitir imágenes por televisión, cortar la luz de la
vivienda de los muchachos bromistas y espiarles desde la “webcam” de su
portátil. Lo de la videograbadora del ordenador tiene su lógica, pero emitir
vídeos en la pantalla plana del televisor y apagar la luz por plantas a
voluntad es un poco excesivo, aunque no inverosímil. El personaje malvado
recuerda por momentos al Jason de “Viernes 13” (1980). Al menos logra en alguna
secuencia provocar escalofríos.
Garrett Clayton
(Dearborn, Michigan, Estados Unidos, 1991)
Da el toque fanfarrón a un personaje que termina achantándose
Con una marcada tendencia al cine
de tipo gore al estilo de “Saw”
(2004), aquí el planteamiento, nudo y desenlace cobran mayor peso que el resto
de elementos dramáticos pues, en esencia, estamos presenciando una obra de
teatro rodada casi exclusivamente en interiores. Resulta interesante también
que el espectador se vea impelido a sentir cierta empatía con el sujeto
diabólico que se toma venganza debido a la crueldad gratuita mostrada por unos
jóvenes vanidosos, superfluos e irresponsables. Los típicos niñatos de papá
descerebrados que hoy campan por sus anchas. De todas formas, la vida les iba a
terminar dando su merecido, tarde o temprano, sólo que en este caso alguien
tuvo los arrestos suficientes para adelantarse y hacerles tragar su propia quinina
en dosis letales.
Sienna Guillory
(Kettering, Northamptonshire, Inglaterra, 1975)
Su papel, a pesar de ser muy secundario, lo lleva a cabo con precisión
La dirección por parte de Alexis
Wajsbrot y Damien Mace es correcta, adoptando incluso puntos de vista artísticos
y arriesgados en ocasiones puntuales. El guion de Joe Johnson sobre el que se
sustenta todo el andamiaje de esta historia es de esos que piden a gritos ser
filmados. Como colofón, albergará una gran sorpresa al final, como corresponde
a todo buen trabajo de horror y suspense. Los actores, desconocidos, hacen lo
que pueden y no desentonan. Este largometraje de 90 minutos demuestra la
capacidad del cine norteamericano para confeccionar productos en cantidades
industriales con los que entretener a las masas sin apenas darles un respiro.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
Bella Dayne
(Berlín, Alemania, 1989)
Aparece insípida e inexpresiva en su rol de novia descorazonada e infiel
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