miércoles, 31 de mayo de 2017

Que nadie se atreva a traspasar el umbral oscuro

 
Mercadería para el consumo de masas
 
THE BLACK ROOM
(2016)
 
Una  película desagradable y malograda. Los protagonistas parecen modelos de alta costura reconvertidos en actores por haber sobrepasado la edad de las pasarelas. No hay ninguna química entre Jennifer y Paul, el matrimonio sobre el que gira el desarrollo de la acción. En lugar de una pareja ilusionada por la adquisición de una nueva casa, dan la impresión de aborrecerse mutuamente y estar en un tris de divorciarse. El resultado lastra la credibilidad de todo el montaje, dejando un regusto de falsedad artificiosa en el film.
 
 
Las garras ensangrentadas de Belcebú provocan más asco que horror
 
Los figurantes Lukas Hassel y Natasha Henstridge encarnan un matrimonio que aprovecha la oportunidad de un bajo precio para comprar una mansión sobre la que pesa un turbio pasado que desconocen. Allí se había cometido un crimen por el que había muerto su anterior propietaria. Poco a poco irán descubriendo que eligieron la peor opción al instalarse en ella. El universo diabólico de Satán se irá asomando desde una puerta negra en el sótano. Los raros golpes que escuchan les avisan. Ellos no pueden abrir la puerta oscura, pero sí que lo hace con total impunidad y alevosía el demonio. En realidad se trata de un íncubo con una marcada tendencia a la lujuria. Cuando posea a Paul Hemdale, su esposa tendrá que enfrentarse a solas contra el mal.
 
 
Lukas Hassel, actor danés educado en Irlanda y todo un "sex symbol" desde el punto de vista estético, está mucho mejor cuando lo posee Lucifer, dado el carácter repulsivo que desprende su actuación, pero no cuando pretende causar la impresión de marido enamorado
 
El asunto de este thriller es, desde hace mucho, un tópico en el género del terror. Aquí han querido aportar un matiz sexual que resulta desafortunado y extemporáneo. Llega a resultar ridículo en algunas escenas ver cómo los personajes se excitan con las invisibles caricias de un espíritu maligno. El final está colmado de sacos amnióticos con manos ensangrentadas dentro, lo que constituye el paroxismo de la trama y los efectos especiales diseñados al efecto. El color ténebre de la fotografía es el mejor acierto del conjunto. Rolfe Kanefsky dirige la cámara permitiéndose algún que otro encuadre artístico, como si nos estuviera diciendo que la película será mediocre, pero él sobresaldrá con su buena mano para dirigirla.
 
 
Natasha Henstridge
(Springdale, Newfoundland, Canadá, 1974)
No consigue dar la imagen de esposa ilusionada. Al contrario, circula por la película como una mujer libérrima y muy suya que va a su aire
 
No guarda ninguna semejanza ni parentesco con el clásico “The Black Room” filmado en 1935 por William Neill con Boris Karloff y Marian Marsh como estrellas. El tema elegido perjudica al guion porque ya sabemos que está muy visto, especialmente en la interminable saga de “The Amytiville Horror” que ha conocido al menos quince episodios rodados en 1979, 1982, 1983, 1989, 1990, 1992, 1993, 1996, 2005, 2011, 2013, 2015, 2016 (dos versiones) y 2017. Supongo que este tipo de cine próximo al “slasher” o “gore” se sigue haciendo para alimentar al público con novedades, pero no son películas pensadas para perdurar en la memoria del espectador, sino más bien subproductos para ver y olvidar pronto.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
 
Los carteles que anuncian esta cinta son más acertados
e incitantes para ir a verla que el valor de la película en sí

No hay comentarios:

Publicar un comentario