Para sobrevivirse a sí mismo y mantener la vida en la Tierra, el sol transforma cada segundo 564 millones de toneladas de hidrógeno en 560 millones de toneladas de helio. Sin embargo, de toda la materia que transforma en energía solar sólo nos alcanza una pequeña parte, de otro modo nos desintegraríamos. El sol como fuente energética termonuclear resulta asombroso. Es casi trescientas treinta y tres veces más grande que nuestro planeta, y sin embargo, al hallarse a 149.640.000 kilómetros de distancia, parece igual de tamaño que la Luna y posibilita los eclipses. Sin el sol ni siquiera tendríamos reservas acuíferas de agua potable porque no habría lluvia, puesto que gracias a él se evapora el agua del mar para convertirse en nubes.
Si intentáramos caminar sobre él porque hubiéramos logrado soportar los 5.506´85 grados centígrados de temperatura de la superficie, no podríamos o lo haríamos aplastados, porque el poder de atracción de la fuerza de la gravedad solar es casi veintiocho veces más potente que la terrestre, en concreto 27´9 veces. Como es un globo achatado debido precisamente al poder de atracción gravitatoria de su núcleo, se produce un fenómeno curioso e increíble: los polos del sol tardan 11 días más en completar el giro de rotación del astro sobre sí mismo que la masa en torno a su ecuador. Tiene un diámetro de 1.392.000 kilómetros, 109´13 veces mayor que el de la Tierra y 11´19 veces mayor que el de Júpiter. El 81% del sol que vemos está compuesto de hidrógeno, mientras que el 18% es helio. El 1% que falta lo componen varios elementos químicos: oxígeno, carbono, hierro, neón, nitrógeno, silicio, magnesio y azufre.
Está en la mitad de la vida, pues se cree que su edad ronda entre los 4.500 y 5.000 millones de años. Morirá cuando agote el hidrógeno que contiene. Entonces sus capas exteriores no podrán ser atraídas por el núcleo y mantenidas en su sitio, por lo que comenzarán a expandirse convirtiéndolo en una estrella gigante roja. Lo malo es que en este alejamiento de su energía alcanzará a la Tierra destruyendo toda posibilidad de vida en ella, si es que para entonces queda alguna.
El Sol, el Teide y el Roque Nublo
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