Mi viejo vecino y amigo Orlando Medina me envió hace unos días una presentación que contenía fotografías de una lluvia congelada en la ciudad de Versoix, situada en la orilla oeste del lago Lemán, a unos pocos kilómetros (yendo hacia el norte) de Ginebra. Ocurrió el 28 de enero de 2005 y podría ser un recordatorio de que los inviernos son duros, aunque la memoria los suavice una vez que han transcurrido.
La posición de las estalactitas y la ondulación de los pámpanos es de una belleza sobrecogedora e impactante que inquieta. Hay que ver cómo estamos expuestos a los elementos de la naturaleza y cómo pereceríamos sin cobijo ni abrigo en caso de vivir a la intemperie.
El lago Lemán se forma por la afluencia del río Ródano que después prosigue su curso como si el lago fuera para él un embalse natural y transitorio. Esta gigantesca bolsa de agua lacustre tiene una superficie de 582´4 kilómetros cuadrados y una profundidad de 309´7 metros. Su forma es alargada y ligeramente curva. Julio César lo utilizó en el año 58 a. C. como campamento base para emprender la conquista de las Galias y atacar a las tribus de los helvecios. Viendo las imágenes se puede deducir la importancia de un ejército bien pertrechado de casacas, botas y mantas contra las bajas temperaturas, no como los franceses cuando llegaron a Moscú con Napoleón, o los alemanes que se vieron durante la II Guerra Mundial adentrándose en Rusia desprovistos de adecuada ropa de invierno e ingeniándoselas de cualquier modo.
Y menos mal que a lo largo del invierno el lago va liberando
el calor retenido durante el verano, atenuando el frío polar.
Arriba se ve cómo quedaron algunas de las 20.000 naves que lo cruzan.
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