Severo Sarduy
Ni la voz precedida por el eco
ni el reflejo voraz de los desnudos
cuerpos en el azogue de los mudos
cristales, sino el trazo escueto, seco:
las frutas en la mesa y el paisaje
colonial. Cuando el tiempo de la siesta
nos envolvía en lo denso de su oleaje
o en el rumor de su apagada fiesta,
cuando de uno en el otro se extinguía
la sed, cuando avanzaba por la huerta
la luz que el flamboyán enrojecía,
abríamos entonces la gran puerta
al rumor insular del mediodía
y a la puntual naturaleza muerta.
Apolo
(460 a. C.)
(Autor desconocido)
Museo del Louvre
RESCATE ARQUEOLÓGICO
Las húmedas terrazas dominaban
Las húmedas terrazas dominaban
el templo, la planicie entre dos mares,
superpuestas, azules, triangulares.
Simétricas estatuas deslizaban
sus fragmentos de mármol por la nieve
(fueron torsos de Apolo, manos anchas
que el musgo ha devorado con sus manchas)
fresca, trazando un laberinto breve.
Los cuerpos arrastrados por el río
han quedado en la arena sepultados
bajo las piedras nítidas del lecho.
En el delta una mano, el globo frío
de unos ojos han sido rescatados.
Y más allá una frente, un brazo, el pecho.
El escritor en su juventud
RECUENTO
Ya no soy el de ayer, el tiempo pasa.
Mi verso se ha tornado transparente.
Por las tardes me vienen de repente
bruscos deseos de volver a casa.
La pasión que ensimisma y la que abrasa
se alejaron de mí; ahora es la mente
quien disfruta, nocturna, indiferente,
con los cuerpos que el día me rechaza.
No deploro el amor, que me fue ajeno;
sino el deseo, que redime, invierte
y modifica todo lo que toca.
Escrituras, pasiones y veneno
faltaron a mi vida y a mi muerte.
Y el roce de unas manos, y una boca.
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