domingo, 30 de enero de 2011

Cada vez que despierto agradezco seguir vivo


Ante un cuadro al estilo de Joaquín Sorolla en Desenzano del Garda

EXTRAÑEZA DE SER VIEJO

Aún existo aunque nunca antes había tenido
esta edad ni me había asomado a este nuevo
día por vivir. Los anteriores Andreses que he sido
se amontonan en unos recuerdos leves. No comprendo


En las ruinas romanas de Grotte di Catullo en Sirmione

por qué no he muerto todavía, habiendo tantos motivos
y ocasiones para morir. Pese a que no me apruebo
y me causo rechazo, me conforta y no me explico
cómo los demás toleran mi presencia insulsa. Puedo


Junto al escriba egipcio en el Museo del Louvre de París

existir en un solo sitio y mi ausencia del resto
equivale a la muerte. Sólo habito aquí. Nada
más hay que esto. Realmente a nadie importa si dejo


Pedaleando en los jardines de Villa Borghese en Roma


de respirar o me enfermo. Mi organismo aguanta
porque hago ejercicio y procuro darle alimento.
Soy un entrometido que molesta y no hace falta.


Andrés González Déniz
(Las Palmas de Gran Canaria, 1961)

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