lunes, 3 de enero de 2011

De quien a la muerte enamoró por su virtuosismo


Charles Devoe
(Filadelfia, 1982 - Nueva York, 2010)

SOBRE LA BELDAD

La belleza, en la desnudez de la verdad,
la única ropa que necesita es mostrarse
a sí misma. Le place también ser engañosa,
untarse con artificios y en su lugar



dejar entrever la construcción de un ideal.
Soplo divino y enigma interrogante
que denuncia nuestra pequeñez ignominiosa,
la belleza busca esconderse y enseñar



por un instante su espléndida fugacidad.
De ella está la mezquina muerte celosa
y le es insoportable a la oscuridad.



Cuando se la ve, parece que está ociosa,
indiferente, cual gesto de un dios inmortal
que al alma excita y a los ojos reposa.


Charles Devoe quedó en coma el viernes 12 de noviembre, tras permanecer sumergido demasiado tiempo a pulmón libre, enredado con la cuerda de su tabla que se enganchó a un poste de madera, mientras practicaba surf en una inhóspita playa de Rockaways, al sur de Brooklyn. Treinta y cinco días después, otro viernes, el correspondiente al 18 de diciembre, la muerte consiguió por fin acabar con su agonía y llevárselo hacia el descanso eterno

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