domingo, 2 de enero de 2011

La libertad según cánones de dirigismo estatalista



EL CAMELLO HIPÓCRITA

La caza al fumador ha alcanzado un punto de histeria, obscenidad e hipocresía intolerable. Para protegernos de nuestra imbecilidad, el Estado desaconseja, prohíbe y sataniza una sustancia legal de la que es el principal beneficiario y único distribuidor. Es como si a un camello profesional no le bastara con lucrarse y regodearse de los pobres imbéciles a los que va asesinando raya a raya, sino que, además de venderles la farlopa a precio de oro, les vetara chutarse en su presencia. Se lamenta por esos pobres yonquis de venas agujereadas, pero no sólo los despluma sino que, mientras trinca la pasta, les echa un sermón por lo alocado de su comportamiento.



El cinismo de los políticos es semejante al de esos traficantes de armas que imparten conferencias de paz subidos a una montaña de cadáveres. Porque por cada cinco euros que un fumador se gasta en tabaco, cuatro son para impuestos. Para que luego digan, después de haberle sangrado minuciosamente durante décadas, que no se ha ganado el derecho a un tratamiento por un enfisema o un cáncer de pulmón, cuando tanto veinteañero borracho se rompe el cuello a bordo de un deportivo llevándose tres o cuatro vidas de propina.


Viñeta de Juan Ramón Mora
(Barcelona, 1967)


Pero los coches (una de las mayores causas de mortalidad y no digamos de tetraplejia) no sólo no se venden con pegatinas de sillas de ruedas en el capó sino que la propaganda nos los sigue ofreciendo envueltos en el glamour de la velocidad y con el lazo de una rubia despampanante con un muslo en el embrague y el otro en la palanca de cambios.



La publicidad del fumeque, en cambio, está prohibida hasta el punto de que un chaval puede llevar una camiseta estampada con vistosas plantas de marihuana, con un kalashnikov o con un pederasta violando niños, pero nunca con una marca de tabaco. Cualquier día los estanqueros acabarán trabajando en las alcantarillas, si no acaban antes en el psiquiatra, atormentados por esas estadísticas que los convierten en responsables directos de millones de muertes.



Un estanquero amigo hizo la cuenta entre los estancos de España y las cifras del Ministerio y calculó que salía a quinientos cadáveres al año. Pensó en ofrecerse en una comisaría para que lo detuvieran por genocida ahumado pero, de seguir el caso adelante, no sería más que un pequeño cómplice del gran asesino estatal.


Viñeta de Quino
Joaquín Salvador Lavado
(Mendoza, Argentina, 1932)


La cruzada humófoba ha llegado al límite de prohibir los clubes de fumadores, lo cual está a un solo paso de vulnerar la ley de reunión. Si el tabaco es tan malo, que lo prohíban del todo, que cierren los estancos y que recauden impuestos sobre la aspirina. Pero, sobre todo, que dejen de darnos sermones, coño.

(Artículo de opinión firmado por David Torres para el diario "El Mundo" en su edición del viernes, 31 de diciembre de 2010)


David Torres
(Madrid, 1966)

1 comentario:

  1. Andrés, se que no sueles pasarte por mi blog, pero ante esta entrada te invito a hacerlo, jejeje.

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