sábado, 5 de febrero de 2011

Del tiempo que nos anula tras irnos desfigurando


María Schneider

ADIÓS A OTRO ICONO CINÉFILO

Sé que ir viendo morirse uno a uno los referentes
va talando poco a poco el bosque de la propia muerte.
La vi sólo una vez bailando el último tango en París
cuando los dos aún éramos adolescentes.
Marlon Brando, en un papel perverso,
también estaba allí. Significaban
la modernidad sin límites ni tapujos, el rupturismo
con la odiosa censura, la iluminación del tabú,
la transparentación no culpable del pecado de Sodoma.



Nunca fui un rendido admirador de María Schneider,
solamente veía en ella a la joven de diecinueve
años que se debería detener en esa película
para siempre y no pudo ser así. Me enteré en un diario
del deceso y comprendí entonces que su desaparición
era otro mudo aviso del adiós que se aproxima
para nosotros. Todavía conservo un recuerdo vago
de la atmósfera opresiva en los planos de aquel film.



Y aquella expresión entre sorprendida e inocente
en la actriz de origen franco-rumano. Un hombre viejo
y hastiado que la forzaba con mantequilla analmente
y el aburrimiento de seguir viviendo que transmitía
la cinta entera. Se ha marchado con cincuenta y ocho
años, tras una lenta y agónica lucha contra el cáncer.
Su partida es una advertencia de que los demás
nos quedamos conservando un turno incierto a la espera.


María Schneider
(Marie Christine Gélin)
(París, 1952 - 2011)

1 comentario:

  1. Mientras sigamos vivos no seremos otra cosa que recien nacidos para el mundo.
    Saludos.

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