Daniel Lázaro Abolafio
(Málaga, 1970)
EN UNA ALDEA DEL LACIO
Seis años de penuria, de sudores,
de inacabables trabajos.
Seis años ya, y no se advierten progresos.
El agua nos rodea, nos ahoga, abunda,
pero no se puede beber. Hay que excavar un pozo
o caminar mil pasos hasta el Tíber, sólo de ida,
para traerla en cántaros.
El puente Sisto sobre el río Tíber con la cúpula de San Pedro al fondo
La maleza que atajas aquí
crece mañana allí.
En los meses de las lluvias
el río se desborda, y el agua
que derraman las colinas
se nos embalsa siempre
en nuevos cenagales.
Estado actual de la cabaña de Rómulo, la vivienda romana más antigua
Qué futuro nos espera en estos llanos hostiles:
sólo fiebre, mosquitos, alimañas. Pobreza sólo,
fatigas, y este olor insufrible, esta brisa corrupta,
como si se viviera en una cuadra
o se durmiera entre puercos.
Levantar un poblado aquí,
qué locura.
Chozas de los primeros asentamientos en Roma
(Maqueta expuesta en el Anticuarium del Palatino)
LA NUEVA ROMA
Aunque parezca la misma, Postumio, créeme, esta ciudad no es Roma. La lenta vida transcurre como si nada ocurriese, y su poder se muestra inconmovible. Pero Roma no es Roma. La Roma verdadera ha sido suplantada por este doble enfermo de odioso parecido. La orgullosa ciudad que ha dominado el orbe se pierde lentamente, camina inexorable hacia su fin. Y no la dejan los dioses: ella sola se deja, se reclina en el lecho de los turbios placeres, en el blando colchón de la molicie. Ya no se curten los muchachos en el Campo de Marte: ahora se ejercitan en el Campo de Venus, que abarca la ciudad. Y allí no arrojan las lanzas ni luchan con los puños: allí, Postumio, escriben versitos, como la turba afeminada de los griegos.
"Rómulo y Remo al lado de la loba"
(1616)
(Aparecen en el cuadro el pastor Faustolo y un anciano que simboliza al río Tíber junto a la madre de los niños, Rea Silvia)
Pedro Pablo Rubens
(Siegen, 1577 - Antwerp, 1640)
(Museos Capitolinos de Roma)
Las esposas de ayer, de virtuoso ejemplo, se ofrecen hoy a cualquiera, y todos beben alegremente el vino infame del adulterio. Los divorcios suceden a las bodas como la noche al día. El veneno, Postumio, se desliza en las copas, y el oro del difunto en la bolsa del asesino. Nadie ansía casarse, engendrar ciudadanos para Roma. Como en una bacanal, se persigue el placer furiosamente. Y los que dictan las leyes en la mañana del Foro, y esperan devolvernos a la Roma que huye, las violan por la noche, bajo la antorcha sórdida del vicio: el propio Príncipe y su amigo Mecenas, la innoble Julia y tantos senadores, tantos hombres ilustres, tantos caballeros...
"Genserico saquea Roma"
(El rey vándalo entró en Roma el 22 de abril del año 455 d. C. y la sometió al saqueo durante dos semanas, aunque no la incendió por hacer caso a las súplicas del Papa León I el Grande que en el cuadro lo observa impotente)
(1833-1836)
Karl Pavlovich Briullov
(San Petersburgo, 1799 - Roma, 1852)
(Galería Tretiakov de Moscú)
EL MAL OCULTO
Una fruta que muestra al exterior su fachada jugosa.
Que ofrece a la mirada
un color atrayente, a los dedos un suavísimo
tacto, una intensa fragancia a la nariz
y al gusto una promesa dulce. Una fruta
que muestra desde dentro silenciosos gusanos:
eso parece nuestra Roma.
¿No percibes también,
Septimio, esta fragilidad inquebrantable,
este vigor enfermo? Dime cuánto puede vivir
un moribundo sano.
(Poemas extraídos del libro escrito por Lázaro Abolafio, Daniel: Nuestro mar y sus emporios, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Imprenta Pérez Galdós, 2005, pp. 79)
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