domingo, 20 de febrero de 2011

El poeta de la rememoración y el latido íntimo


Juan Peña Jiménez
(Paradas, Sevilla, 1961)

ESCENA DE FAMILIA

Fueron como una fiesta
esos días de invierno,
cuando lucía el sol
y alegremente toda la familia
disponía el corral
llevando sillas y una mesa.
Y allí almorzábamos, junto al olivo,
tostadas con aceite y naranjas.
Yo era un niño
(mamá y la hermana más pequeña aún vivían).
Recuerdo vagamente nuestras voces,
la cálida caricia del sol y de las risas.
Y como ciegos,
sin ver la hermosa luz de aquella hora,
volvíamos al frío de la casa.
(Nunca supimos que el corral
guardaba un paraíso).



DÍAS SIN ESCUELA

Recuerdo que de niño era feliz
guardando cama por la gripe.
Todos se desvivían,
compasivos y tiernos,
para cumplir sumisos mis caprichos.
Yo exageraba entonces un tono lastimoso
y en la penumbra de mi cuarto
se creaba una atmósfera mimada y desvalida.
Hoy vuelvo a aquellos días de la infancia.
El tiempo es muy espeso, apenas veo:
entre las vagas sombras de aquel cuarto,
sobre una desconchada y ya vieja mesilla de noche,
deja mi madre un vaso con zumo de naranja.



UN VIEJO VUELVE AL SUR

Nunca abandonaré esta casa de campo.
Descansarán mis ojos
en la luz amarilla del paisaje
(los antiguos olivos, los barbechos
y el pueblo mío en lontananza).
Y en invierno veré llover
y encenderé en la noche
esta ruinosa chimenea:
la casa caldeada al fuego de la leña
y un silencio dulcísimo de crepitar de llamas.
Afuera acampará el frío,
arreciará la lluvia
y llamará a la puerta algún fantasma.



LAS TRANSACCIONES LAMENTABLES

Atardece y lees en el corral,
aún es verano.
Conforta la tibieza del aire de la tarde.
Y sientes junto a ti un acorde perfecto:
el tiempo es un remanso de desmayada luz
estallando en la flor del jazminero.
De la casa apenas sí se escucha, y es grato,
el leve tintineo de un plato y la cuchara (alguien cena).
Mas se rompe el hechizo:
alguien pone la tele
y hace sonar, como un destrozo,
el ruidoso concurso de más éxito.



LIBROS

Siempre en silencio, esperando, quietos,
hablándose por dentro, en voz baja.
Te ofrecen cuanto tienen, nada piden.
Son sumisos, te aguantan. Si te aburren
los cierras, los olvidas, no se quejan.
Te contaron a medias mil secretos,
tantas historias tristes, divertidas,
y tanta voz que se quedó en tu alma.
Te enseñaron, si no a vivir mejor,
otra vida más noble y más intensa.



DIECISÉIS AÑOS

Recuerdo aquella tarde,
mi torpe timidez de adolescente
cuando abrazado a ti,
mientras suena la música,
las mejillas pegadas,
no di mi primer beso.
Te fuiste para siempre
y me llegó tu carta.
"Yo estaba deseando", me escribiste.
Jamás te he vuelto a ver.
Me has dejado un recuerdo
que se muere de rabia.



1991

No soy feliz y no me importa.
Soy todo lo dichoso
que puede ser un hombre:
hallé un amor monótono y sereno
y siento una inconcreta desazón
por cosas de este mundo
(la ambición, el despecho, el fracaso).
No soy feliz y sin embargo,
pese al hastío y la tristeza vaga
(el tedio nace del confort
y es casi un lujo),
tal vez estoy viviendo
la mejor parte de mis días.



VIEJOS AMIGOS

Bajo las piedras de una casa
dejamos cartas escondidas
para abrirlas después de muchos años.
Apenas sí recuerdo qué decían,
sólo un vago propósito olvidado:
ser fieles siempre a la amistad de entonces.
No os lamentéis, no hemos perdido nada,
acaso unas mentiras:
la soberbia de tantas ilusiones,
la osada juventud, que se creyó eterna.
Ya sé que fueron dulces los engaños,
mas no busquéis siquiera aquellas cartas.
De la casa no quedan ni las piedras.



DESCANSARÁS AL FIN

Intento, pese al mundo, estar sereno,
no dejarme llevar por mis pasiones,
poner paciencia y calma en mis asuntos.
Nada más lejos, sin embargo,
de mi confusa vida,
tan llena de bandazos y tropiezos.
Me consuela pensar que lo que busco,
la grata indiferencia,
acaso tenga algo
del repulsivo rostro de los muertos.

(Poemas extraídos del libro de Juan Peña: Viviendo con lo puesto, Valencia, Pre-textos, 1995, 1ª edición, 62 páginas)


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