José Cereijo
(Redondela, Pontevedra, 1957)
LAS PALABRAS
Nada importa la fama, ni tampoco el olvido:
la seducción del premio, como la del fracaso,
son igualmente torpes, y ninguna merece
ni siquiera el desdén; con el silencio basta.
Pero importa la vida, la asombrosa aventura
de ser y de saberlo, y que el Tiempo nos mira;
y el corazón, espejo de materia de abismo;
y la desoladora belleza de las cosas.
Ni censura ni aplauso, cuando quedas a solas,
te sirven para nada, ni pueden aliviarte
el dolor, la vejez, la verdadera vida,
este ser que es huir, cesar, desvanecerse.
Y no hay otro asidero que unas pocas palabras
que acaso nunca encuentres, o que una voz diría
que no fuera la tuya. Y que puedes tan sólo
escribir sobre arena. Y tal vez no te salven.
ULISES
Besarte todavía, mientras en los cristales
una luz indecisa
anuncia la llegada de un día no previsto
en el que vivir juntos, pero esta vez a solas.
Prometerte en voz baja que ya nunca
me volveré a marchar, y que esta vez sea cierto,
porque ya no hay caminos
o perdí su recuerdo.
Saber, hermosamente,
que ya todo es mentira, y que no importa,
porque, después de la verdad, hay vida,
o, más allá de una verdad, hay otra.
Y aprender el amor que cabe en tanta ausencia.
MATERIALES
Aprende a conocer y amar esta existencia
silenciosa, brutal, compleja, insuficiente:
con ese material -no hay otro para nadie-
Virgilio, Dante, Shakespeare, hicieron su trabajo.
"La Divina Comedia ilumina Florencia"
(1465)
Domenico di Michelino
(Florencia, 1417 - 1491)
(Iglesia de Santa Maria dei Fiori)
NUNCA
Nunca dormí en tus brazos.
Nunca me desperté de madrugada
y vi el armario, la ventana, los libros,
o escuché el ruido de las cañerías,
los pasos solitarios en la calle,
y pensé, incrédulo, que, puesto que todo
aquello era real, tú también debías serlo.
No supe a qué sabían tus labios, o tu risa.
No te vi desnudarte.
No supe ni sabré jamás cómo tus ojos,
en el acto del amor, incendiaban la noche.
Esa ausencia es, lo sé bien, una mutilación irremediable;
es un triste muñón que llevaré conmigo hasta la muerte.
También es, a su modo, forma y prueba de amor,
de lúcido y humillado amor, de devastado
y verdadero amor que ofrezco a tu recuerdo.
SI TE VAS
Si te vas, sé feliz. Y no pienses que es sólo
un generoso impulso quien dicta estas palabras,
o el viejo afecto, vivo todavía:
también es el orgullo.
Que la dicha nos sea preferida
es triste, nada más. Pero que el tedio,
la grisura, el cansancio,
aparezcan también mejores que nosotros
a los ojos de aquel a quien amamos,
que prefiera su carga a nuestro alivio...
También por egoísmo, ya lo ves; si es que puedes,
por favor, sé feliz.
Crystal Renn
(Miami, 1986)
EL TERCER HOMBRE
Alguna vez, dentro de algunos años
-o quizá sólo meses-, pasaré por tu calle
y no me acordaré de levantar la vista.
Si me cruzara entonces
con el que ahora escribe estas palabras,
¿lo reconocería?
Probablemente no.
Y si, por un milagro,
cada uno supiera quién es el que se cruza,
pasarían deprisa, procurando evitarse.
Pero yo no soy ellos.
Yo soy el que está en medio y los mira pasar,
más absurdo, y más triste.
José Cereijo denota en estos poemas que sus ojos
han recorrido los versos de Jorge Luis Borges
RECUERDOS
La idea -o el sueño- de que la vida puede ser,
pese a todo, un lugar habitable,
y (¿por qué no decirlo?), hasta un hogar feliz.
Las veces en que pude gastar impunemente
unos duros de vida fuera del presupuesto.
La sospecha de que existe un lugar a donde ir,
y azar es sólo el nombre más fácil del camino.
El secreto que el arte confiesa alguna vez.
El que sabe callar. El que no sabe.
Tu mano -que no ha existido nunca-
entre las mías -que casi lo consiguen-.
Cosas, mínimas cosas que valen la paciencia
y el riesgo de vivir. (Cosas que alguna vez
debieron ser reales, puesto que las recuerdo).
[Poemas extraídos del libro de Cereijo, José: Las trampas del tiempo, Madrid, Hiperión, 1999, (colec. dirigida por Jesús Munárriz), pp. 67]
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