sábado, 12 de marzo de 2011

Fin al festejo de las apariencias que nunca acaban


Mimo en el carnaval de Barranquilla en Colombia

CARNESTOLENDAS CARAS E INFRUCTUOSAS

¿Cuánto ha costado el último carnaval de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria? Hubo una época en que sirvió para que cuatro mangantes se forraran desviando dinero para sus bolsillos en medio del desbarajuste de los preparativos. Quizá siga siendo así porque, ¿quién controla a los controladores? Son los primeros en tener potestad para robar y poder ocultarlo. Otra cuestión: ¿es cultura el carnaval? Por supuesto que sí, si nos atenemos a su vertiente de manifestación tribal como cualquier otra. El carnaval es el paroxismo de la denuncia de la hipocresía social. La fiesta donde todo el que se disfraza admite que hay castas y roles que pueden intercambiarse por unos días, como en Roma había un día señalado en el que los amos se convertían en esclavos y viceversa.



También en el porte y carestía de los atuendos se marcan las clases. No es lo mismo ver a un hombre pintarrajeado de mujer con tres harapos y un sostén relleno de gomaespuma, que un candidato al primer premio de disfraces. Ahora bien, en un entramado social desquiciado como el nuestro, las máscaras son como un termómetro que en este caso indica una fiebre alta por el exhibicionismo superficial, el narcisismo vacuo y la zafiedad sórdida. Tres aspectos de los que en estos momentos la sociedad canaria va muy bien servida y puede que sobrada.



Se celebra una cabalgata y a pesar de las previsiones de lluvia no se aplaza, con lo que se desluce. Tampoco se cubren con lonas o mamparas transparentes las carrozas donde desfilan casi desnudas las reinas y reinonas. Se atascan los accesos colindantes al paso de las carrozas y los refuerzos no pueden acudir a las llamadas de auxilio de los policías desbordados por los brotes de violencia. Pasen y vean: mogollones en los que no es raro que surjan varias peleas callejeras, a veces de niñatos que se consideran hombres, a veces de niñatas con cuerpos de mujeres. Gente que no conoce límites, porque no se los han puesto nunca, o porque no los tienen ni los quieren. Gentuza que no sabe que es gentuza o que está encantada de conocerse y serlo. Gente que se cree por encima del resto de los mortales con unos piercings y algún tatuaje de un "te quiero, Jonay" o un dibujo draconiano. Gente desnortada mentalmente y que no tiene más empatía hacia los demás que ir a joder al prójimo de cualquier forma con tal de que sea en beneficio propio.



Gentucilla para la que supuestamente "luchan" algunos iluminados dirigentes de grotescos partidos marxista-leninistas que prefieren desconocer los crímenes masivos de su roja ideología, y ni siquiera abren los ojos a la mentalidad consumista y egocéntrica de los poligoneros y demás variantes del mundo obrero -que dicen defender-, y al que llaman proletariado porque procrea hijos, no porque tenga muchas intenciones de trabajar, digamos que más bien prefiere trapichear con drogas, cobrar subsidios y no dar golpe. Eso sí, después arrojamos kilos de demagogia sobre el drama del paro, una situación ideal para que los explotadores aumenten su poder empeorando las condiciones de contratación. Sabido es que el desempleo resulta fundamental para la burguesía capitalista porque intimida a quienes no tienen nada y deben someterse a requisitos infrahumanos para ser contratados. El mundo anda así, con hijos de puta por todos lados, tanto por arriba como por abajo.



Hasta la gala estrella del carnaval, la de los drag-queen, ha ido viniendo a menos. En las actividades humanas todo tiende a la aterosclerosis, al anquilosamiento a fuerza de repeticiones, debido al aburrimiento que produce la inercia de la reiteratividad desganada. Este año incluso la elección de la música estuvo menos brillante en los pases de los candidatos. Ellos mismos alegan que está fallando la renovación porque falta gente nueva que se incorpore. Casi todos los que se presentan lo han hecho en anteriores ediciones. Quizás frene a los nuevos aspirantes lo caro que resulta enfundarse vestidos estrafalarios y zapatos de gigantescas plataformas. A pesar de todo, la gala de las reinonas sigue siendo el clímax carnavalero, puesto que es entonces cuando se combina el travestismo con la acústica melodiosa, los ropajes provocadores, la coreografía rayana en lo obsceno y la explosión de un arco iris de brillos multicolores.



Afirma la jurista Pilar Cáceres Fernández que "la cultura, entendiéndola como aquel conjunto de valores que contribuye al crecimiento humano, no germina sobre el desmadre y el vicio, los comportamientos animales o irracionales" ("La Provincia", 11 de marzo de 2011, página 26), pero su voz clama en el desierto. Aquí el talante de las personas que me tropiezo se parece al del chalaneo perpetuo en busca de jolgorio y risa tonta. Mal camino y torcido rumbo constato que están tomando mis paisanos. Creo que hemos perdido la humildad y el espíritu de sacrificio que nos caracterizaba. Lo que me permite ser optimista es que seguramente en este juicio me equivoco, como me ocurre muchas veces con lo que imagino, observo, pronostico o reflexiono. La realidad es poliédrica y son muy pocos los planos contemplables que pueden mirar mis ojos.


(Fotografías 2, 3, 4, 5 y 6 tomadas del periódico "La Provincia")

1 comentario:

  1. No es malo que el Homo ludens exteriorice toda su carga absurda, patética y hasta divertida. Son días en los que todos, por necios que puedan ser, tienen su momento de gloria y por qué no, de patetismo también.
    Lo peor es el "carnaval" que continúa tras el carnaval, y así nos va, construyendo la cultura de la futilidad permanente.
    Saludos.

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