domingo, 26 de junio de 2011

Se fue el agente que nunca usó la violencia física



PETER FALK

Desgarbado, en apariencia torpe,
dejándose atrás la sempiterna gabardina
de proletario entre los detectives,
tenía un ojo de cristal porque un cáncer
obligó a extirparle el verdadero.



Una vez, jugando al basket,
ante una infracción impune,
lo sacó de su órbita y se lo ofreció al árbitro,
diciéndole que hasta con aquella canica
hubiera visto mejor lo que sucedía.



Parecían imposibles los casos
que se proponía resolver.
Carecía del estilo refinado
de otros galanes del cine,
e incluso de la imagen profesional
que cabría esperar en un buen policía.



Su éxito se debió, quizás,
al efecto protector y paternal
que su personaje, el teniente Colombo,
ejercía sobre los telespectadores;
o a ese afán de revancha por el cual
nos gusta derribar estereotipos,
aunque sólo sea para crear otros distintos
que más tarde sustituiremos de nuevo.



Solía simular que tenía muy mala memoria
y la enfermedad de Alzheimer consiguió
que de sobrevivir a su propia muerte
hoy no lograse recordar de qué murió,
aunque es seguro que lo averiguaría.


Peter Michael Falk
(New York, 1927 - Beverly Hills, 2011)

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