viernes, 10 de junio de 2011

Otro nuevo libro, otra ilusión, otras historias


Portada de mi último libro
recién llegado a mis manos hoy

PREÁMBULO

He aquí otro poemario predispuesto al naufragio en el proceloso océano de los miles de millares de versos en los que chapotean las vanidades literarias de los devotos aspirantes a engrosar las listas de espera para entrar en las zahúrdas de Plutón, esos llamémosles dizque poetas, aunque no sé si el calificativo de neurópatas, murmuradores, exquisitos, cursiblandos y envidiosos les iría mejor.




Al igual que Baroja clasificó a los españoles, los verseadores podrían catalogarse del mismo hispánico modo, a saber:

1. Los que no saben, pero se atreven con cualquier tema.

2. Los que no quieren saber, pero aspiran a que sepan de ellos.

3. Los que odian el saber y por eso se refugian en el imaginario subjetivo de su propio mundo sentimental y escatológico.

4. Los que sufren por no saber y no se atreven a remediarlo.

5. Los que aparentan que saben, aunque su cultura sea un saco podrido sin fondo.

6. Los que triunfan sin saber, porque lo que cuenta son los contactos y el poder económico para obtener el éxito.

7. Los que presumen de lo que saben con la soberbia y estrambótica suposición de que los demás lo ignoran.



Y tres categorías más que añadiría Miguel Ángel Mellado quedarían como sigue a continuación:

8. Los que no les importa saber, porque se bastan por sí solos y se tienen por muy originales en todo, hasta en su lenidad zafia y vacuidad oscura.

9. Los que fomentan la ignorancia con alaridos románticos, suspirillos emocionales y egotismos liricoidales.

10. Los que saben que sabemos que no saben, y por eso no escriben nada de enjundia, sólo partos surrealistas irracionales.

Esto es todo, amigos lectores, implicando este tratamiento de cortesía que haya alguien leyendo frente a estas líneas presentes en un hipotético futuro. Y si no, ¿a quién le importo una higa? Mucho mejor, pues que así no importuno.


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